domingo, 11 de diciembre de 2011

Gilles Deleuze y la lógica de Lewis Carroll. Sobre jardines y laberintos

En la “Lógica del sentido” Gilles Deleuze realiza un pormenorizado análisis del papel de la lógica en la obra de Lewis Carroll, también confiesa abiertamente que de Charles Lutdwidge Dogson (nombre real de Lewis Carroll) se ha dicho casi todo en relación a su obra, como aquí se indica:

“La obra de Lewis Carroll tiene de todo para satisfacer al lector actual: libros para niños, preferentemente para niñas; espléndidas palabras insólitas, esotéricas; claves, códigos y desciframientos; dibujos y fotos; un contenido psicoanalítico profundo, un formalismo lógico y lingüístico ejemplar. Y más allá del placer actual algo diferente, un juego del sentido y el sinsentido, un “caoscosmos”. Pero las bodas del lenguaje y el inconsciente se han enlazado y celebrado ya de tantas maneras que es preciso buscar lo que fueron precisamente en Lewis Carroll, qué han reanudado y lo que han celebrado en él, gracias a él.”


(Gilles Deleuze, “Prólogo. De Lewis Carroll a los estoicos”, Lógica del sentido, página 7)


Forma y fondo en la obra de Carroll


No obstante, cabría añadir que se ha dicho mucho, en efecto, pero que la riqueza formal y de fondo de esa obra la acerca mucho a aquello que conviene a la textualidad –el análisis de un texto a partir de la íntima fusión de forma y fondo-, desde luego no es posible acercarse a nada de la obra de Carroll, para hacer un análisis, y quedarse en lo interpretativo a secas,  o en lo hermenéutico –entre otras cosas ¿resulta lógico buscar un sentido original a las palabras de Carroll?


Creemos que no, contextualizar respecto a la época tal vez, buscar la ontología de un texto que presenta tantas, tan variadas y al mismo tiempo es… tarea de los habitantes del País de las Maravillas, es decir, de locos- ni siquiera en la literalidad –y, tal vez sea eso más apropiado que cualquiera de las otras dos opciones aplicado… solo a su dimensión de cuento infantil, nunca a las demás-. A la obra de Carroll hay que acercarse desde la metalingüística, añadiendo, además, que nos encontraremos siempre con múltiples posibilidades, todas lógicas, y todas diferentes.


Las trampas de la lógica carrolliana


Es cierto que si nos dejamos atrapar por una de esas opciones es muy posible que… nos envuelva la paradoja, invariablemente será una paradoja lógica, también habrá habido una celada previa, nada habrá quedado al azar excepto la mayor o menor ingenuidad de quién caiga en esas trampas. Sin ir más lejos, Alicia es mucho más capaz de salir de esas trampas que Áquiles, que aún debe estar encima de una paciente tortuga cada vez más plana y que se expande hacia el infinito:


“Ya veo", dijo Aquiles; y había un toque de tristeza en su tono de voz.


Aquí el narrador, que tenía urgentes negocios en el Banco, se vio obligado a dejar a la simpática pareja y no pasó por el lugar nuevamente hasta algunos meses después. Cuando lo hizo, Aquiles estaba aún sentado sobre el caparazón de la muy tolerante Tortuga y seguía escribiendo en su libreta de apuntes que parecía estar casi llena.


La Tortuga estaba diciendo, "¿ha anotado el último paso? Si no he perdido la cuenta, ese es el mil uno. Quedan varios millones más todavía. Y le importaría, como un favor personal, considerando el rompecabezas que este coloquio nuestro proveería los Lógicos del siglo XIX. ¿le importaría adoptar un retruécano que mi prima la Tortugacuática Artificial hará entonces y permitirse ser renombrado 'Aquiles el Sutiles'?"


"¡Como guste!", replicó el cansado guerrero con un triste tono de desesperanza en su voz, mientras sepultaba la cara entre sus manos. "Siempre que usted, por su parte, adopte un retruécano que la Tortugacuática Artificial nunca hizo y se permita renombrarse 'Tortuga Tortura".


(Lewis Carroll, “Lo que la Tortuga le dijo a Aquiles”, 1894)


Por la sencillez a la paradoja y…Per ardua ad astra


La sencillez es la grandeza de Carroll, porque con sencillez –y complacencia, cosa que atacaba a los muy atacables nervios de Antonin Artaud- es capaz de mostrar los más intrincados laberintos lógicos y regodearse una y otra vez en lo paradójico –era la “fecalidad” que le reprochaba Artaud, o, mejor dicho, el regodeo en la misma era lo que le reprochaba, sin entender, por lo demás, que la angustia que le atormentaba no era exportable a Carroll-.


Carroll traza sus laberintos, siempre los hay en cualquiera de sus obras, pero casi siempre hay una salida –como descubre Alicia-, pero si uno no la encuentra o es lo bastante incauto para seguir lo aparente –creyendo que ha descubierto la misma-, se verá atrapado en el tiempo entre dos relojes averiados o encima de una paciente e infatigable –en su paciencia- tortuga.


¿Por qué escapa Alicia y no Aquiles? Pues porque en la primera se unen el pragmatismo y la ausencia de malicia, combinación que le permiten tanto estar segura de sí misma –tenga o no tenga motivos para ello- como afrontar cada situación buscando la vía más directa, más sencilla. Alicia sencillamente asume el “caoscosmos” –al que expresivamente se refiere Deleuze-, sin más, una vez asumido eso va de un sitio a otro afrontando las cosas de la forma más práctica posible, es decir, intentando utilizar el sentido común.


La no sofisticación de Alicia es su “salvavidas” en el muy sofisticado “caoscosmos” de Carroll. Pero incluso Alicia tiene dos opciones, un poco, cual gato de Schröndiger o de Cheshire, utiliza las dos, esas dos opciones son: afrontar las cosas y…dejar que fluyan –aceptar que el “fluir” forma parte de la naturaleza de las mismas.


Aquiles, sin embargo –o el anónimo protagonista de los “Los dos relojes”- quieren ir más allá, por una parte caen en algo tan obvio como es agarrarse a lo evidente –lo cual resulta tautológico, aquí comenzamos con la complejidad y las trampas-, por otra pretenden ir “más allá” en sus cálculos de quién les ofrece amable y cortésmente la entrada… al laberinto –a la paradoja-, por ejemplo, una sencilla y cortés “tottuga artificial”.


Aquiles piensa que el laberinto no es un laberinto y que puede entrar en ese jardín pues la salida parece vislumbrase desde la misma entrada. Alicia hubiese visto la entrada y un laberinto, debido a su ausencia de malicia, que no la empuja a vencer a nadie –ni tan solo a convencer-, y su pragmatismo la hubiese llevado o bien a evitar el laberinto o bien… a cortar el ajardinado seto de las paredes y salir del mismo –aunque eso implique hacer volar todas las cartas del reino de los naipes, o tirar las piezas del mundo del ajedrez-. Lo que no hará nunca es… dejarse atrapar.


Mientras tanto, Aquiles, aún sigue encima de la tortuga… es lo que tiene desafiar a la lógica, la de Zenón de Elea, por ejemplo, uno puede eternizarse encima de una tortuga…


Pero tanto Aquiles como el protagonista de “Los dos relojes” tenían una salida, era muy sencilla y muy lógica: no entrar.


Lo que siempre tiene la lógica del sinsentido de Carroll es una cosa, se trata de sentido de la lógica.


Bibliografía


Carroll, Lewis: Alicia en el País de las Maravillas, Ed. Cátedra.


Carroll, Lewis: A Través del Espejo, Ed. Cátedra.


Carroll, Lewis: Lo que la Tortuga le dijo a Aquiles.


Carroll, Lewis: Los dos relojes.


Deleuze, Gilles: Lógica del sentido



Jorge Romero Gil



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