El lenguaje es a la vez instrumento de comunicación, de creación y de interpretación de las cosas, entendido este concepto en un sentido amplio, desde lo material hasta lo sensorial e incluso la abstracción intelectual pura.
Entran aquí en juego dos cosas, la forma y el fondo, no son independientes entre sí sino que interaccionan, puede suceder, no obstante, que la interacción entre ambos factores lo sea en grado diferente, dependiendo, fundamentalmente de qué se hable.
Forma y fondo
Así, en ocasiones la forma podrá alterarse sin variar el contenido y en otras la fusión de forma y fondo será tal que una modificación de la primera implique un cambio profundo del segundo. Aunque nada de ello afecta a la interpretación del significado que, desde un punto de vista deconstructivo, puede ser perfectamente variable, pese a mantenerse las mismas formas y los mismos fondos en el acto de comunicar.
Igualmente la interpretación o análisis deconstructivo no anula la ontología original –esto es, el significado original-, lo único que hace es decir que el significado original ni es el único ni el únicamente valido.
Cuando hablamos de una alteración de forma que conlleve un cambio en el fondo no nos referimos a una interpretación cambiante del fondo , cosa valida desde la deconstrucción, sino a una variación en la forma misma que afecte al fondo. Dicho en otras palabras, tal tipo de cambio cambiará, también, la posible lectura deconstructiva.
Lo cual nos lleva a una tercera idea y es el papel de la “textualidad” en una comunicación escrita.
La textualidad
La idea de “textualidad” atiende en primer lugar a la forma, eso implica que en lo que se ha dicho importa como se ha dicho y de que manera se ha escogido plasmar, no confundamos esto con la “literalidad”, porqué la literalidad, aunque tiene en cuenta la forma, sobre todo atienda al fondo, la literalidad desea ser fiel a la ontología original –que considera “verdadera”-, la “textualidad” no.
La “textualidad” se centra en la forma y dice que ella contiene el fondo, es un caso en el que la interacción implica fusión, de hecho, en esas situaciones, acudir a la literalidad pura o a la interpretación pura no es posible, o, mejor dicho, conduce a error, la “textualidad” lo que obliga es a interpretar a la vez forma y fondo, como una unidad, a interpretar ambas cosas, se precisa recurrir a la etimología de la que deriva la forma y al sentido derivado de dicha etimología, en cierta medida la “textualidad” es una interrelación de etimologías. Lo que la diferencia tanto de la literalidad como de la interpretación simple.
Entran aquí en juego dos cosas, la forma y el fondo, no son independientes entre sí sino que interaccionan, puede suceder, no obstante, que la interacción entre ambos factores lo sea en grado diferente, dependiendo, fundamentalmente de qué se hable.
Forma y fondo
Así, en ocasiones la forma podrá alterarse sin variar el contenido y en otras la fusión de forma y fondo será tal que una modificación de la primera implique un cambio profundo del segundo. Aunque nada de ello afecta a la interpretación del significado que, desde un punto de vista deconstructivo, puede ser perfectamente variable, pese a mantenerse las mismas formas y los mismos fondos en el acto de comunicar.
Igualmente la interpretación o análisis deconstructivo no anula la ontología original –esto es, el significado original-, lo único que hace es decir que el significado original ni es el único ni el únicamente valido.
Cuando hablamos de una alteración de forma que conlleve un cambio en el fondo no nos referimos a una interpretación cambiante del fondo , cosa valida desde la deconstrucción, sino a una variación en la forma misma que afecte al fondo. Dicho en otras palabras, tal tipo de cambio cambiará, también, la posible lectura deconstructiva.
Lo cual nos lleva a una tercera idea y es el papel de la “textualidad” en una comunicación escrita.
La textualidad
La idea de “textualidad” atiende en primer lugar a la forma, eso implica que en lo que se ha dicho importa como se ha dicho y de que manera se ha escogido plasmar, no confundamos esto con la “literalidad”, porqué la literalidad, aunque tiene en cuenta la forma, sobre todo atienda al fondo, la literalidad desea ser fiel a la ontología original –que considera “verdadera”-, la “textualidad” no.
La “textualidad” se centra en la forma y dice que ella contiene el fondo, es un caso en el que la interacción implica fusión, de hecho, en esas situaciones, acudir a la literalidad pura o a la interpretación pura no es posible, o, mejor dicho, conduce a error, la “textualidad” lo que obliga es a interpretar a la vez forma y fondo, como una unidad, a interpretar ambas cosas, se precisa recurrir a la etimología de la que deriva la forma y al sentido derivado de dicha etimología, en cierta medida la “textualidad” es una interrelación de etimologías. Lo que la diferencia tanto de la literalidad como de la interpretación simple.
La retórica y sus funciones
También debemos contemplar la idea de estilo –elemento relacionado con la forma y con la apariencia-, en particular, y de la retórica, en general.
Ambas cosas cuentan en el proceso comunicativo, en cierta medida no se anda muy lejos de ciertos aspectos de la ontología y la gnoseología.
Veamos que elementos presenta Platón al respecto, son cuatro: imaginación, creencia, entendimiento e inteligencia. Lo primero expresa lo que se percibe –es doxa u opinión- lo segundo es lo que se sabe –es episteme o ciencia-. Vemos aquí que el conocimiento se asocia a un proceso intelectivo, necesariamente, por tanto, reflexivo; no es que desprecie lo sensitivo, pero lo sensitivo es muchas veces perceptivo, esa percepción es lo que se une a lo opinable, a la opinión.
¿Una opinión puede coincidir con conocimiento? Sí, no hay nada en contra de ello, lo único que sucede es que nos encontraríamos o ante dos fases de un proceso o ante un proceso superpuesto –coincidiendo ambas cosas en el momento de realizarse-.
¿Por qué se puede vincular lo anterior a la retórica? Pues porque está es necesaria para poder comunicar a procesos o bien abstractos o bien perceptivos. De hecho Platón acude reiteradamente al uso de la retórica y los tropos, sin ir más lejos tenemos la metáfora del Sol y la de la caverna. En ese caso el uso de lo retórico resulta esencial en tales tipos de comunicación, aquí el tropo no es usado como algo estilístico, como algo relacionado con la pose, sino con el contenido esencial del mensaje, con la postura.
Por otra parte llegamos al estilo, bien, aún siendo posible asimilar el estilo a la pose más que a la postura, el estilo también es indicativo de la pose que desea adoptarse ante la postura, en este segundo sentido el estilo resulta ser pose y postura, nuevamente nos tropezamos con la fusión de elementos o con la difuminación o “dissémination” de las fronteras, llegamos a una de ellas y vemos que puede haber continuum.
Estilo, pose y postura
Uno de los problemas que nos encontramos ante el estilo es averiguar en que punto de “difuminación” nos hallamos, es decir, saber si el estilo representa pose pura o, por el contrario pose y postura, e, incluso una tercera opción que la postura sea una pose –es decir, que el “vacio”, que hay tras la “pose pura”, sea aquello que se desee reflejar.
El estilo, por tanto, puede representar muchas cosas, incluyendo la nada y/o el vacio –que puede entenderse como nada… o no-. Pero centrándonos en el vacio como “nada” podemos contemplar el estilo como “pose pura” que no representa siquiera “postura”… aparentemente, veamos que sucede -o, mejor dicho, algunas posibilidades de lo que puede suceder- y tomemos como ejemplo un fragmento del manifiesto dadaísta de Tristán Tzara:
“Yo escribo este manifiesto para mostrar que pueden ejecutarse juntas las acciones opuestas, en una sola y fresca respiración; yo estoy en contra de la acción; a favor de la continua contradicción, y también de la afirmación, no estoy ni en favor ni en contra y no lo explico porque odio el sentido común”
Aquí hay una reivindicación de la pose como postura, porque se recurre al sinsentido como sentido, sin embargo, el dadaísmo no es un sinsentido puro dado que… tiene un sentido… por sí mismo, como mostró Dodgson (Lewis Carroll) puede existir una lógica del sinsentido.
La “pose pura” es aquella que no sabe que lo es, es, en definitiva, el “biba llo” escrito en serio, es decir no por ignorancia sino…haciendo gala de la misma.
También debemos contemplar la idea de estilo –elemento relacionado con la forma y con la apariencia-, en particular, y de la retórica, en general.
Ambas cosas cuentan en el proceso comunicativo, en cierta medida no se anda muy lejos de ciertos aspectos de la ontología y la gnoseología.
Veamos que elementos presenta Platón al respecto, son cuatro: imaginación, creencia, entendimiento e inteligencia. Lo primero expresa lo que se percibe –es doxa u opinión- lo segundo es lo que se sabe –es episteme o ciencia-. Vemos aquí que el conocimiento se asocia a un proceso intelectivo, necesariamente, por tanto, reflexivo; no es que desprecie lo sensitivo, pero lo sensitivo es muchas veces perceptivo, esa percepción es lo que se une a lo opinable, a la opinión.
¿Una opinión puede coincidir con conocimiento? Sí, no hay nada en contra de ello, lo único que sucede es que nos encontraríamos o ante dos fases de un proceso o ante un proceso superpuesto –coincidiendo ambas cosas en el momento de realizarse-.
¿Por qué se puede vincular lo anterior a la retórica? Pues porque está es necesaria para poder comunicar a procesos o bien abstractos o bien perceptivos. De hecho Platón acude reiteradamente al uso de la retórica y los tropos, sin ir más lejos tenemos la metáfora del Sol y la de la caverna. En ese caso el uso de lo retórico resulta esencial en tales tipos de comunicación, aquí el tropo no es usado como algo estilístico, como algo relacionado con la pose, sino con el contenido esencial del mensaje, con la postura.
Por otra parte llegamos al estilo, bien, aún siendo posible asimilar el estilo a la pose más que a la postura, el estilo también es indicativo de la pose que desea adoptarse ante la postura, en este segundo sentido el estilo resulta ser pose y postura, nuevamente nos tropezamos con la fusión de elementos o con la difuminación o “dissémination” de las fronteras, llegamos a una de ellas y vemos que puede haber continuum.
Estilo, pose y postura
Uno de los problemas que nos encontramos ante el estilo es averiguar en que punto de “difuminación” nos hallamos, es decir, saber si el estilo representa pose pura o, por el contrario pose y postura, e, incluso una tercera opción que la postura sea una pose –es decir, que el “vacio”, que hay tras la “pose pura”, sea aquello que se desee reflejar.
El estilo, por tanto, puede representar muchas cosas, incluyendo la nada y/o el vacio –que puede entenderse como nada… o no-. Pero centrándonos en el vacio como “nada” podemos contemplar el estilo como “pose pura” que no representa siquiera “postura”… aparentemente, veamos que sucede -o, mejor dicho, algunas posibilidades de lo que puede suceder- y tomemos como ejemplo un fragmento del manifiesto dadaísta de Tristán Tzara:
“Yo escribo este manifiesto para mostrar que pueden ejecutarse juntas las acciones opuestas, en una sola y fresca respiración; yo estoy en contra de la acción; a favor de la continua contradicción, y también de la afirmación, no estoy ni en favor ni en contra y no lo explico porque odio el sentido común”
Aquí hay una reivindicación de la pose como postura, porque se recurre al sinsentido como sentido, sin embargo, el dadaísmo no es un sinsentido puro dado que… tiene un sentido… por sí mismo, como mostró Dodgson (Lewis Carroll) puede existir una lógica del sinsentido.
La “pose pura” es aquella que no sabe que lo es, es, en definitiva, el “biba llo” escrito en serio, es decir no por ignorancia sino…haciendo gala de la misma.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas y A través del Espejo, Ediciones Cátedra, Madrid, 1999
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas, Edimat Libros, Madrid, 1998
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas, Edimat Libros, Madrid, 1998
Carroll, Lewis, Lógica sin sentido
Derrida, Jacques, El lenguaje y las Instituciones Filosóficas
Derrida, Jacque, La Tarjeta Postal. De Sócrates a Freud y más allá
Tzara, Tristán, Manifiesto Dadaísta
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