IV.- Aspectos militaris de la crisis
Junto a los acontecimientos políticos de los años 68-69, se entremezclan, de una forma decisiva -como en cualquier guerra civil-, una serie de campañas bélicas y hechos de armas; éstos, a la postre, serán decisivos en una crisis como la del 69 -en la que el papel político del ejército en la lucha por el poder es más que evidente-, donde el apoyo de uno u otro ejército, la suma de recursos logísticos, la estrategia y la habilidad táctica (que en más de una ocasión será decisiva para el triunfo o la perdición de uno u otro partido) decidirán, finalmente, el trono y el triunfo de una determinada solución política a la crisis.
Los aspectos más puramente militares, la evolución de los acontecimientos militares, los preparativos bélicos de los diferentes bandos, el apoyo de los ejércitos -y de los gobernadores provinciales- a uno u otro partido o candidato al trono, la organización o reorganización de los ejércitos (creación de nuevas legiones, traslado de legiones de una a otra provincia, etc.), la organización táctica, entre otros, serán algunos de los puntos tratados en el presente apartado.
IV.1.- Preparativos bélicos de Galba en Hispania.
A la sublevación de Vindex en la Galia Lugdunense se une, rápidamente, la de Galba en la Tarraconense; tanto las diferentes condiciones de una y otra provincia, como la derrota de Vindex por los ejércitos germánicos -más o menos fieles a Nerón en esos momentos-, hacen que los preparativos militares de Galba sean completamente autónomos de la rebelión gala y que, al mismo tiempo, se movilicen todos los recursos bélicos de la provincia -que, prácticamente, se situa ante un estado de excepción: se crea un Senado provincial, se movilizan recursos económicos, etc.-; movilización que, además, se presenta con un carácter de urgencia -que es, precisamente, lo que da esa imagen de "estado de excepción"-, aún más evidente tras la derrota de Vindex; en palabras de A. Garcia y Bellido: "una de las más urgentes e importantes tareas de galba tras su abierta rebeldía proclamada en Cartagena fue, sin duda alguna, la de organizar un fuerte ejército, eficaz y bien preparado, para defender, si llegara el momento, la causa de rla revolución antineroniana desatada primero por Vindex y seguida, al punto, por el propio Galba. Este ejército debía estar dispuesto, incluso, para ir a Roma en el supuesto posible de que el tirano tuviese quién le apoyara en la capital del Imperio" (37).
Las medidas adoptadas por Galba y los preparativos bélicos realizados en la provincia los describe Suetonio: "reclutó entre el pueblo de su provincia legiones y tropas auxiliares para reforzar su ejército, que solamente constaba de una legión, dos alas de caballería y tres cohortes. Fundó una especie de Senado compuesto de ancianos de gran experiencia para deliberar con ellos, en ocasiones, acerca de los negocios inportantes, en el ordén de los caballeros designó jovenes que, sin perder el derecho a usar el anillo de oro, debían con el nombre de evocati, prestar servicio militar en sus localidades. Hizo distribuir también edictos por las otras provincias, exhortando a todos a que se uniesen en el mismo sentimiento y a servir, cada cual según sus medios, a la causa común" (38).
Este texto muestra que las medidas militares de Galba se dividen básicamente en dos: la organización de un ejército expedicionario o de campaña y la organización de tropas de reserva que, esencialmente, deben guarnecer la provincia: los evocati; dado el carácter de estos últimos (reclutados entre la nobleza provincial), la medida tiene, probablemente, una significación más política que militar, es decir, se orienta a mantener o atraerse la fidelidad de las ciudades provinciales a Galba, así se atrae a la nobleza local, encargándoles de mantener el ordén y la causa de Galba en sus propias ciudades (mediante estos evocati) y también haciéndola participar en las deliberaciones (de hecho, la alaga) mediante la creación de un Senado provincial (a modo de consejo consultivo de Galba). Indudablemente, el peso de las medidas militares lo conlleva la creación del ejército -cuya espina dorsal son las tropas previamente estacionadas en la provincia: la legión VI Victrix, dos alae de caballería y tres cohortes de infantería, unos 8.000 o 9.000 efectivos en total- al cual, además de las fuerzas presentes, se le añade una legión de nueva creación: la Legio Galbiana o Legio VII Gemina, formada, esencialmente, por medio del reclutamiento de elementos provinciales; además de eso se reclutan también unidades auxiliares entre los provinciales (a esas unidades se refiere Suetonio cuando dice que "reclutó en el pueblo de su provincia legiones y tropas auxiliares"). Además, Galba, debía tener muy presente las fuerzas de Vindex -de ahí su desesperación cuando le llegan noticias de la derrota y muerte de éste: "que le consternó hasta tal punto que, creyéndose perdido irremisiblemente, estuvo a punto de suicidarse" (39)-, fuerzas que, probablemente, se encuentran más o menos sobrevaloradas, parece excesiva la cifra de unos 100.000 galos que se cita en ocasiones; es posible, incluso, que teóricamente la Galia -en general- y la Lugdunense -en particular- pudiesen proporcionar tal cifra, pero una cosa es la capacidad teórica y otra la posibilidad práctica de organizar -con un mínimo de efectividad- semejante fuerza (reclutarla, armarla, encuadrarla, darle instrucción, etc.). De hecho, el propio Galba es un modelo de celeridad cuando logra reclutar y organizar en tres meses la nuevas unidades de la VII legión y los auxiliares que la acompañan -es decir, si en organizar una legión y tropas auxiliares Galba tarda tres meses es, prácticamente, imposible que Vindex pudiese organizar 100.000 soldados galos en un tiempo reducido (por no hablar del dinero que se precisaría para poner en pie un ejército de esas dimensiones).
Respecto a la movilización de la Legio VII Gemina y, en general, a las tropas que Galba recluta (y a las que Suetonio se refiere en plural como "legiones y tropas auxiliares"), A. Garcia y Bellido realiza algunas consideraciones: "Con estas fuerzas, con estos ocho nueve mil hombres, hubiese sido una locura pronunciares, como Galba lo hizo, si no contara con otros recursos (...), ante todo, con las unidades que el mismo Galba preparó casi de improviso en menos de tres meses. Me refiero a la Legio Galbiana y a los auxilia. La primera (que ha de ser luego la famosa Legio VII Gemina) fue reclutada rápidamente, según frase de Suetonius: e plebe provinciae, es decir, de entre la gente inferior de la provincia, se entiende la Tarraconensis. Ello hace suponer que hubo de recurrir, probablemente -como se hacía en tantos otros casos similares- a la recluta indiscriminada, sin reparar demasiado en el status político de los reclutas, concediendo la ciudadanía romana a aquellos que no la tuvieran. Está legión no recibió nombre ni número, sino más tarde. Por el momento debió ser conocida como Galbiana, del mismo modo que la legión levantada entonces por Macer, en Numidia, por idénticas razones se llamó Macriana. El texto de Suetonius: e plebe quidem provincia e legiones el auxilia conscripsit (s. I. Galba), en lo que respecta al plural legiones, se ha considerado siempre un mero pleonasmo retórico, ya que, evidentemente, no creó más legión que la que primero, por comodidad, se llamó Galbiana y luego había de conocerse por Legio VII (Gemina)" (40). Aquí se observa también la diferente base social entre el reclutamiento de la legión (que se realiza entre la plebe de la provincia, e incluso entre no ciudadanos) y de los evocati (que se realiza entre la nobleza local), además es evidente que la legión se recluta por necesidad logística y con finalidad militar, mientras que los evocati, básicamente, tienen una utilidad política (por más que en sí mismos, y sobre todo por la clientela que puedan movilizar, pueden ser considerados como tropas de reserva).
Respecto al lugar y la fecha de la creación de la legión VII, se puede citar nuevamente a A. Garcia y Bellido: "Los testimonios históricos llegados a nosotros no precisan cuándo fue creada la legión VII. Dicen sí, que lo fue en el año 68...No obstante, los epigrafes lapidarios nos han dado la data exacta, es decir, el día y el mes de aquel año. Estos testimonios constan de dos lápidas de la varias descubiertas en Villalís en la provincia de León, a unos 60 km. al suroeste de la capital. Estas dos inscripciones fueron escritas una en el año 163, la otra en el 184. Ambas memoran el natalicio de la legión, es decir, el día y el mes en que ésta recibió sus águilas e insignias (ob natalem aquilae, según se dice de ellas). El acontecimiento tuvo lugar el III Idus Iunias, fecha que corresponde en nuestro calendario al 10 de junio. Es casi seguro que las águilas se le dieron a la nueva legión en el cuartel general de Galba, que entonces radicaba en Clunia" (41).
El centro de operaciones de Galba en Hispania debió ser Clunium (como se indica en el texto anterior), seguramente allí debieron confluir las legiones -es decir, la VI Victrix y la VII Gémina-, los auxiliares y las tropas de caballería, y desde allí debieron partir en dirección a Italia.
El resto de los preparativos militares de Galba se centra en la fortificación de algunas ciudades -como se indica en Suetonio cuando habla de "fortificar una ciudad de la que quería hacer su plaza de armas" (42)- y también, probablemente, en el acopio de otro tipo de recursos -ya sean económicos, ya sean de apoyo logístico-, respecto a ésto, igualmente, existe alguna insinuación en Suetonio cuando dice que Galba exhortaba "a todos a que se uniesen en el mismo sentimiento y a servir, cada cual según sus medios, a la causa común" (43).
Por otro lado, la expedición de Galba no se encuentra libre de contratiempos, el apoyo entre sus tropas no debió producirse sin vacilaciones, así "cuando se aproximaba...al campamento, uno de los dos cuerpos de caballería, arrepentido de haber violado sus juramentos, resolvió apartarse de él, y sólo a costa de gran trabajo pudieron contenerle" (44); el anterior fragmento de Suetonio muestra claramente la existencia de disensiones entre las tropas de Galba -esencialmente entre las tropas acantonadas en Hispania y no, probablemente, entre las reclutadas por Galba-, y que la lealtad a Nerón no había desaparecido completamente. En cualquier caso, y una vez completados los preparativos bélicos y superadas las dificultades, en la segunda mitad del año 68 Galba inicia con sus fuerzas la marcha hacia Italia y Roma.
IV.2.- Galba en Italia.
La expedición militar de Galba, organizada en Hispania, no tiene que realizar, en la práctica, campaña bélica alguna; así las tropas de Galba cruzan la Galia y se introducen en Italia sin ningún tipo de enfrentamiento con fuerzas enemigas, ya que "las noticias de Roma...le enteraron de la muerte de Nerón y de que todos los pueblos le juraban fidelidad" (45), es entonces, también cuando Galba cambia "el título de legado por el de césar" (46), es decir, a partir de entonces se considera ya el sucesor en el trono de Nerón y queda claro que la idea de una restauración republicana no es tomada en serio por nadie. Lo cierto es que Galba es el "sucesor legítimo" de Nerón reconocido por el Senado; otros intentos de hacerse con el poder fracasan -como indica Suetonio cuanda se refiere a la derrota de "los que le disputaban el Imperio, esto es, del prefecto pretoriano Nimfidio Sabino en Roma, y de los legados Fonteyo Capito, en Germania, y Clodio Macer, en África" (47)-, y así la entrada de Galba en Italia la preside la apariencia de un cierre definitivo de la crisis por la sucesión de Nerón; en realidad, tanto la existencia de otros candidatos al trono (pese a que fuesen derrotados) como la propia necesidad de reorganización del ejército -y de sus mandos- que emprende Galba una vez en Roma, muestran que el fin de la crisis sólo es tal en apariencia.
Desde el primer momento Galba trata de reorganizar los mandos militares y de deshacerse de las unidades que le eran sospechosas, así diezma, sangrientamente, a la legión de marina creada por Nerón (enajenándose, de paso, la futura lealtad de la flota), cambia a los mandos del ejército de Germania (sustituye a Verginio Rufo y a Fonteyo Capitón por Hordeonio Flaco, para la Germania Superior, y Aulo Vitelio, para la Germania Inferior), mientras que intenta controlar los ánimos de la guardia pretoriana y de las tropas urbanas en Roma (donde ya se había producido el intento de sedición de Ninfidio Sabino); no obstante estos esfuerzos del nuevo emperador (en parte mal dirigidos, en parte equivocados) la situación, por lo que se refiere al conjunto del ejército -tanto en la capital como en las provincias- es muy delicada y el malestar entre las tropas y sus mandos bastante extendido.
La situación militar y el ambiente de pre-guerra civil la describe perfectamente Tácito, siguiendo a este autor el panorama militar al que se enfrenta Galba es el siguiente:
En Roma existe un profundo descontento en la guarnición, de hecho, la situación es tal que puede decirse que las tropas pretorianas poco menos que esperan a alguién a quien apoyar en una rebelión, como indica Tácito: "la mayoría de los militares conservaba su sentimiento de complicidad, y no faltaban los comentarios que denostaban de la provecta edad y de la avaricia de Galba. Su severidad, antaño alabada y famosa entre la gente de armas, se hacía insufrible para aquellos hombres reacios a la vieja disciplina, y en los que Nerón, a lo largo de catorce años, había creado el hábito de no amar los vicios de los príncipes menos de lo que antes temían sus virtudes" (40), además, los elementos pro-neronianos son muy fuertes entre estas tropas (como indica el anterior fragmento de Tácito, a su manera despectiva), en su momento los pretorianos encontraran su candidato en Otón (pese a que apoyó a Galba desde Lusitania, un representante de la línea neroniana).
En las provincias Hispania y parte de la Galia parecen apoyar a Galba, si bien en Hispania Tácito indica uno de los defectos de Galba: la ineptitud a la hora de escoger gobernadores y jefes militares, probablemente porque el emperador prefiere situar a personas de su confianza a situar administradores más capaces pero de dudosa lealtad, también ello puede ser el motivo por el cual se prefiere escoger individuos con poco carisma -aparentemente inofensivos- para importantes mandos del ejército (en principio, el propio Vitelio reunía estas características); por lo que se refiere A Hispania su gobernador es "Cluvio Rufo, hombre elocuente y bien dotado para la paz, pero inexperto en la guerra" (49), seguramente Rufo gozaba de la confianza de Galba pero, al menos así lo indica el texto, no es el hombre adecuado en una crisis.
La situación en Germania -y en alguna zona de la Galia- es de abierta pre-rebelión; la depuración de los mandos del ejército de Germania no cambia en nada el ánimo de la tropa, por el contrario en algún caso -como en el de Verginio Rufo,- es claramente contraproducente: "Les faltaba un jefe, una vez quitado de en medio Verginio por medio de una amistad simulada; y el que no se lo dejara en libertad e incluso se lo considerara como un reo lo interpretaban como una acusación contra ellos mismos" (50); el nombramiento de Vitelio -conta lo que piensa Galba- les facilitara el jefe que buscaban -si bien éste sera movido por Valente y Cécina-.
El ejército de Britania y el del Ilirico se muestran bastante neutrales -aunque las fuerzas del Ilirico habían tentado a Rufo-; en principio Galba no tiene porque inquietarse de ellas, pero, igualmente, tampoco puede esperar ningún apoyo, ninguna muestra de lealtad a ultranza, de las mismas.
En las legiones de Oriente tampoco hay muestras de inquietud o descontento, tanto Muciano en Siria como Vespasiano en Palestina (que dirige la guerra contra los judíos) reconocen la elección de Galba -de hecho, Vespasiano envió a Tito a Roma a para presentar sus respetos al nuevo emperador-. Egipto y África aparecen también tranquilos, pero las tropas de uno y otro lugar -al igual que, por ejemplo, las de Britania o el Ilirico- no apoyan tanto a Galba como que no se oponen a él, en otras palabras: son neutrales, así lo indica Tácito respecto a África (es más ambiguo respecto a la actitud de Tiberio Alejandro en Egipto): "El África y las legiones que en ella estaban, una vez que se había dado muerte a Clodio Macro, se mostraban contentas con cualquier clase de príncipe" (51). En cuanto al resto de provincias la actitud de cada una de ellas depende de la del ejército más próximo: "Las dos Mauritanias, la Recia, el Nórico, Tracia y las demás provincias que se gobierna por medio de procuradores, según el ejército del que fueran vecinas, se dejaban llevar al favor o al odio por la influencia del más fuerte. Las provincias desarmadas, y en primer lugar la propia Italia, expuesta a cualquier servidumbre, iban a parar en recompensa de guerra" (52).
Resumiendo lo anterior, se puede decir que Galba tiene claramente en contra a las tropas de Roma (que es lo mismo que decir las de Italia) y a las de Germania, cuenta con un algún apoyo en Hispania y en la Galia, la neutralidad del resto de los ejércitos provinciales y con el respaldo del Senado (que no es gran cosa, en términos militares al menos). Precisamente será en Germania primero y en Roma inmediatamente déspues donde estallara la rebelión, donde se mostrara que la "solución Galba" no es la adecuada para poner remedio a la crisis del principado. Cierto que Galba se da cuenta de la amenaza que representa el ejército germánico -no tanto de la que representan los pretorianos- pero no es capaz de encontrar la vía para neutralizarla -la que intenta, dotar a esos ejércitos de mandos anódinos, es decir descabezarlos, se mostrarsa como un absoluto fracaso-; por otro lado, su actitud con los pretorianos es poco menos que suicida -probablemente calculaba que con la desarticulación de las tropas navales el partido neroniano quedaba sin fuerza militar alguna en la capital, a fin de cuentas los pretorianos hicieron defección de Nerón, no se da cuenta que dicha defección lo era circunstancial mucho más que ideológica- ya que supone a éstos una especie de "lealtad republicana", al menos eso parece desprenderse de Tácito cuando dice que Galba expresaba que "él los soldados los reclutaba, no los compraba" (53). Si Galba hubiese sido capaz de controlar la situación en Roma y apaciguar a las tropas de Germania es posible que hubiese podido asentar su reinado y que la "reforma senatorial" al principado hubiese cuajado entonces y la guerra civil del 69 no se habría producido, no obstante, esto no ocurrió y lo que hubiese sucedido o no permanece en el ámbito de la historia-ficción.
También se puede decir que Galba intento -durante su gobierno en Italia- una reorganización -más que una reforma- militar, de mandos pero también de tropas -como lo muestra la integración en el ejército de la legión VII Gemina-; la brevedad de su reinado y las circunstancias políticas que envuelven parte de la elección de los mandos, impiden ver, más alla de algunas pinceladas, cual era el modelo de ejército o la conceptualización estratégica -lo que Arther Ferrill llama la "gran estrategia"- de Galba.
IV.3.- Campañas de Otón.
Tras el golpe de estado que le lleva al poder en Roma, Otón se enfrenta a la rebelión de Vitelio -en principio contra Galba- que descarta cualquier principio de acuerdo con el nuevo gobernante de Roma. Otón cuenta -sobre todo- con las fuerzas con base en Italia: pretorianos, cohortes urbanas y también la marina; igualmente recibe el apoyo de las legiones de Dalmacia, Panonia y Mesia; del resto del Imperio -con la obvia excepción de las fuerzas que hay tras Vitelio- sólo cuenta con un reconocimiento nominal -básicamente por el hecho de ser emperador en la Urbe- y con la neutralidad de sus fuerzas. Además, teniendo en cuenta que las fuerzas de Vitelio ya estaban en marcha hacia Roma aún antes del acceso de Otón al trono, la guerra debía desarrollarse previsiblemente en tierras italianas. Ésta también sera una carcterística de la guerra civil del 69 -tanto de la de Otón contra Vitelio, como de la de éste contra Vespasiano-, todas las campañas militares, todas las batallas -con alguna excepción respecto a la actuación de la flota otoniana en la Narbonense, o de Cécina en Helvecia- se librarán en Italia; ello obedece a algo ya expresado anteriormente: el poder -el legítimo y soberano- sólo reside en Roma (un emperador, para consolidar su poder, para hacerlo estable, precisa del reconocimiento del Pueblo y del Senado -sobre todo del de este último- de Roma; ya sea por grado o por fuerza y, para ello, necesita entrar físicamente -controlar- la ciudad de Roma), también ésta es una consideración que diferencia la contienda civil del 69 de otras anteriores y posteriores -baste recordar la disputa entre César y Pompeyo en que se decide en Farsalia o la de Constantino y Licinio en las cercanías de Bizancio- donde la posesión de Roma podía ser importante, pero no era algo tan definitivo, tan emblemático; y ello, también, puede ser debido a la naturaleza política de ésta lucha: alrededor del principado, del principado como sistema no como simple trono, y ese principado -como tal sistema- reside prioritariamente en Roma -con el consenso del Senado y del Pueblo-, lo ficticio de ese consenso, y lo superfluo de esa necesidad se descubrirá posteriormente -con toda obviedad en la crisis del siglo III y, anteriormente, el propio Septimio Severo prescinde bastante de él-.
En principio, Otón, controla Italia (hasta el valle del Po), Panonia, Mesia y Dalmacia (cuyas tropas le prestan apoyo activo), el Nórico también parece apoyarle activamente (el procurador Petronio Úrbico, recluta tropas) y las dos Mauritanias (donde el procurador Albino cuenta con 19 cohortes de infantería, cinco escuadrones de caballería y auxiliares moros), la lealtad nominal de los ejércitos de Judea y Siria, de Egipto y de las provincias orientales, así como del África (pese a los esfuerzos contrarios del procónsul Vipsanio Aproniano); Otón también trata de atraerse a Hispania ofreciendo beneficios a la Bética y a algunas ciudades (Mérida, Hispalis).
La primera medida militar de los otonianos consiste en atacar la Narbonense con la flota -que transporta destacamentos legionarios de marina, cohortes urbanas y pretorianos-, al frente de la expedición se sitúan Antonio Novelo, Suedio Clemente y Emilio Pacense, mientras que a cargo de los barcos se coloca a Mosco (liberto de Otón y, presumiblemente, su hombre de confianza en la expedición). En el conjunto de las fuerzas otonianas en Italia a cargo de la infantería y la caballería aparecen Mario Celso y Annio Galo, como comandante en jefe de todas las fuerzas el prefecto del pretorio Licinio Próculo.
La expedición naval ataca los Alpes Marítimos y toma Ventimiglia, pero el grueso de la acción se sitúa en la Narbonense donde se enfrentan los otonianos con los vitelianos con un balance total favorable a la flota aunque los combates son, más o menos, indecisos. De hecho, esta expedición no pasa de ser una acción de tanteo y bastante simbólica -los vitelianos se retiran a Antibes y la flota de Otón a Albenga-, su resultado más positivo para Otón es el de mantener en su bando a Córcega y Cerdeña.
De todas maneras, lo importante de la campaña se desarrollara en Italia -ya que Cécina había irrumpido en el valle del Po-. Las fuerzas que despliega Otón para esta campaña se pueden dividir en cuatro grandes grupos: las ya mencionadas fuerzas de la flota, las legiones de Dalmacia y Panonia (VII, XI, XIII y XIV, de las cuales se envían por delante 2.000 hombres de cada una para conectar con las fuerzas de Otón), las fuerzas bajo mando de Annio Galo y Vestricio Espurinna que avanzan desde Roma y han de ocupar las riberas del Po (son: la legión I, cinco cohortes pretorianas, banderas de caballería y un contingente auxiliar de 2.000 gladiadores), las tropas bajo mando directo de Otón (guardia de corps, el resto de las cohortes pretorianas, veteranos del pretorio y soldados de marina).
La campaña de Italia, propiamente dicha, comienza cuando las primeras tropas otonianas chocan con las de Cécina -que ocupaba el valle del Po-, aquí los vitelianos hacen prisioneros, junto a Cremona, a una cohorte panonia e interceptan a mil soldados de marina y cien de caballería entre Piacenza y Ticino; también tropas transrenanas y bátavos cruzan el Po.
Las avanzadas del ejército de Otón, al mando de Espurinna, constan de tres cohorte pretorianas, mil vexiliarios (destacamentos seleccionados de las legiones para misiones especiales) y algunas tropas de caballería; estas tropas se encuentran en Piacenza y -tras dudar sobre salir al encuentro de Cécina- se fortifican en esta ciudad.
Las fuerzas de Cécina atacan Piacenza, siendo rechazadas se dirigen a Cremona (por el camino se les unen algunas fuerzas de caballería y de marina que cambian de bando).
Annio Galo acude, mientras tanto, con la I legión en apoyo de Espurinna, se entera de la derrota de Cécina y de la retirada de éste hacia Cremona, detiene a sus tropas en Bedríaco (entre Verona y Cremona). Al mismo tiempo, Marcio Macro cruza el Po y derrota con las fuerzas auxiliares de gladiadores a algunos auxiliares vitelianos (que huyen también hacia Cremona); igualmente los combates entre las avanzadillas de ambos ejércitos son desfavorables a Cécina. Éste intenta rehacerse y prepara una emboscada a los otonianos a 12 millas de Cremona (la caballería habría de atraer al enemigo, que sería sorprendido por fuerzas auxiliares); sus planes llegan a conocerse por los otonianos -Paulino y Celso dirigen, entre éstos, la operación-, las fuerzas de que disponen son bastante numerosas (en el ala izquierda: un estandarte de la XIII legión, cuatro cohortes de auxiliares y 500 soldados de caballería, en el centro y en formación de fondo: tres cohortes pretorianas, en el ala derecha: la I legión, dos cohortes de auxiliares y mil soldados de caballería; como reserva disponen de mil soldados de caballería pretoriana y auxiliares). El choque se produce en las cercanías de la vía hacia Cremona (de hecho el centro de los otonianos ocupa la calzada), los vitelianos comienzan a retirarse antes de entablar combate para contraatacar a continuación, éstos son derrotados pasando a la carga la infantería otoniana que los pone en fuga.
Tras esta batalla Cécina reorganiza a sus fuerzas, entre tanto Valente ya ha llegado a Ticino con sus tropas, desde allí avanza y se une a Cécina.
En este punto en el bando otoniano se delibera la estrategia a seguir, aparecen dos posturas divergentes: a) la apoyada por Suetonio Paulino, Mario Celso y Annio Galo, según la cual es mejor prolongar las operaciones hacia una guerra de desgaste (Vitelio cuenta con menos recursos) o, cuando menos, esperar la llegada del grueso de las fuerzas de la XIV legión y los ejércitos de Panonia, Dalmacia y Mesia; b) la apoyada por Ticiano (hermano de Otón) y el prefecto del pretorio Próculo, que consiste en atcar inmediatamente. A la última opción es a la que se inclina Otón, iniciandose los preparativos para el ataque. Otón abandona el grueso de las tropas y se retira a Brescello (en la ribera sur del Po y al norte de Parma), con él se retiran algunas cohortes pretorianas, exploradores y caballería; por contra, acude Espurinna y sus cohortes como refuerzo (dejando sólo una pequeña guarnición en Piacenza). Las tropas de Otón quedan al mando de Ticiano y Próculo.
Los otonianos salen de su campo (a cuatro millas de Bedríaco) y marchan hacia la confluencia de los ríos Po y Adua (a 16 millas), mientras se dirigen en formación de marcha son atacados por las fuerzas de Cécina y Valente (que ya se habían desplegado para el combate), en conjunto la batalla sigue el siguiente esquema: la XXI legión viteliana choca con la I de Otón, la V legión (viteliana) con tropas de la XIII, los auxiliares bátavos aniquilan a los gladiadores, por su parte algunas fuerzas de la XIV legión son rechazadas -por lo que se refiere a la XIII y XIV legiones otonianas, dichas fuerzas no son las legiones al completo, que avanzan lentamente desde Panonia, sino algunas cohortes que se les habían adelantado uniéndose al grueso de las fuerzas italianas de Otón-. La victoria se inclina del lado de Cécina y Valente, que avanzan sobre el campo de los otonianos en Bedríaco (que se rinde).
A Otón todavía le restaban suficientes fuerzas en Italia como para resistir y la seguridad -al menos aparente- de la llegada de refuerzos a medio plazo -el grueso de las legiones de Mesia, Panonia y Dalmacia, que se encuentran ya en Aquileia-; no obstante, y pese a los ruegos y muestras de lealtad de sus partidarios, decide poner fin a la guerra y suicidarse, este hecho es grandemente alabado por Tácito y Suetonio, que lo califican de acto "egregio", y lo consideran como una muestra de patriotismo; en el propio Tácito se ve que no todos lo ven como tal, Muciano lo considera más bien un acto de desesperación precipitada, así se indica en el discurso que le dirige a Vespasiano: "a Otón, al que no ha vencido ni la estrategia de un general ni la fuerza de un ejército, sino su propia y prematura desesperación" (54).
En cualquier caso, con el suicidio de Otón se pone punto y final a la "guerra otoniana"; tan sólo restan algunos hechos derivados de la misma, como la suerte del procurador Albino en África (partidario de Otón) al que abandonan sus tropas que se pasan a Vitelio; Albino amenazaba la seguridad de Hispania (viteliana) con sus fuerzas -de hecho, Cluvio Rufo, gobernador de Hispania, traslada a la costa a las fuerzas de la X legión temiendo un ataque desde África-, también en relación con ésto puede estar el intento de Otón de atraerse a la Bética y a ciudades del sur de Hispania -para lograr que se pasen a su bando, ya que si lo hacen cuentan con la cercana protección de las fuerzas de Mauritania y ello facilitaría el traslado de dichas fuerzas a la Península-.
Con la entrada de Vitelio en Roma y el reconocimiento formal de éste como emperador por el Senado -del cual no acepta el título de César, lo que, unido al hecho de utilizar el sobrenombre de Germánico, puede indicar una pretensión de desvincularse, todo lo posible, de los Julio-Claudios como dinastía- se pone punto y final al breve gobierno otoniano.
IV.4.- Campañas de Vitelio contra Otón.
Al estallar la guerra entre Otón y Vitelio, éste cuenta con el apoyo de los ejércitos de Germania Superior y de Germania inferior, que los componen las legiones: IV, XXII (Germania Superior) y I (ésta es la I legión germánica no la "I Auxiliadora" italiana que combatirá al lado de Otón), V, XV y XVI (Germania Inferior); cuenta también con el apoyo de Bélgica (Valerio Asiático), la Galia Lugdunense (Julio Bleso), Recia, Britania (con la legión XX, al mando de Roscio Celio), Hispania (tras alguna vacilación, la gobierna Cluvio Rufo y se encuentra en ella la X legión), Aquitania y la Narbonense también se le unen (tras dudar), por último logra el control de la Italia traspadana (el valle del Po, con ciudades como Milán, Novara, Ivrea y Vercelli) al pasarse a su bando las fuerzas que allí se encuentran (se trata del ala Silana de caballería). Básicamente, éstas son las fuerzas y territorios con que cuenta Vitelio al inicio de la guerra (también se puede incluir Helvecia, ocupada por Cécina en su marcha hacia Italia).
La estrategia de las fuerzas de Vitelio consiste en la guerra rápida, en marchar cuanto antes hacia Roma y tomar el poder; una guerra de desgaste sólo beneficiaba, en principio, a Otón, que controla -formalmente- mayor número de recursos y la mayor parte de las provincias y ejércitos. El ejército de Vitelio se divide en tres cuerpos principales: las fuerzas de Cécina (Germania Superior), constan básicamente de la legión XXI y auxiliares germanos, con un total de unos 30.000 hombres; las fuerzas de Valente, se trata de tropas de la Germania Inferior, esencialmente un águila de la V legión, cohortes de la XIV legión, auxiliares germanos (bátavos), algunas cohortes y escuadrones de caballería, en total unos 40.000 hombres; el resto de las tropas de Germania -con la excepción de las que quedan en la frontera del Rhin- al mando de Vitelio, estas fuerzas actuan como reserva móvil y marchan a la retaguardia de los grupos de Cécina y Valente. Además de estas formaciones principales, cerca del teatro de operaciones, en Lyon, se encuentran también la legión Italica y un ala de caballería (la tauriana).
Respecto al plan de operaciones, Valente debe entrar en Italia por los Alpes Cotianos (atravesando parte de la Galia), Cécina a través de los Alpes Peninos (paso del Gran San Bernardo, cruzando Helvecia). La marcha de uno y otro grupo no esta exenta de algunos choques militares. Así, Cécina, se enfrenta con los helvecios a los que derrota facilmente -primero en las cercanías de Voecio (monte Boetzberg), con fuerzas de la XXI legión, y déspues en Aventicum-; Valente hace frente a una amenaza más seria: la incursión de la flota otoniana en la Narbonense, debe enviar como refuerzos a dicha provincia, al mando de Julio Clásico, a dos cohortes de tungros (auxiliares germanos), cuatro secciones de caballería y un escuadrón de tréviros; finalmente, las fuerzas que se enfrentan la flota otoniana son: 12 secciones de caballería, destacamentos de las cohortes, una cohorte de ligures y quinientos panonios. De todas maneras, ni Cécina ni Valente sufren contratiempos serios en su marcha hacia Italia, además Cécina avanza rápidamente hacia la Italia traspadana -cuyas tropas se habían pronunciado por Vitelio-, alcanzando este territorio antes que Valente.
La campaña de Italia ya ha sido descrita en el anterior apartado, las fuerzas de Cécina -tras sufrir algunos reveses- se unen a las de Valente, tras reorganizarse se enfrentan a los otonianos en Bedríaco donde se produce la batalla decisiva, obteniendo la victoria los vitelianos, con la renuncia de Otón a seguir la guerra y su suicidio se pone fin a las hostilidades.
A partir de ahí, Vitelio trata de reorganizar el ejército: licencia a numerosas tropas, procura separar a las legiones que apoyaron a Otón (envia a la XIV legión a Britania, a las de Panonia a sus cuarteles, licencia a muchos pretorianos); estas medidas y la escasa sensación de derrota de los otonianos los describe Tácito: "Preocupaba a Vitelio el hecho de que el ánimo de las legiones vencidas no estaban en modo alguno quebrantado. Esparcidas por Italia y mezcladas con los vencedores, hablaban en tono hostil, con especial arrogancia por parte de los de la XIV, quienes decían que ellos no habían sido vencidos, porque en la batalla de Bedríaco se había desbaratado sólo a los destacamentos y no habían participado las fuerzas de la legión. Le pareció oportuno enviarlos de nuevo a Britania (...) El siguiente temor que abrigaba Vitelio era el que le producían las cohortes pretorianas. Primero se separó a unos de otros; luego, al añadirse el consuelo de un licenciamiento honroso, iban entregando las armas a sus tribunos, hasta que cobró fuerza la noticia de que Vespasiano se había alzado en armas. Entonces, volviendo al servicio, se convirtieron en la principal fuerza del partido flaviano. La legión I de marina fue enviada a Hispania, a fin de que se calmara con la paz y el ocio; la XI y la VII volvieron a sus campamentos de invierno, y a los de la XIII se les dió orden de construir anfiteatros" (55); en este texto se observa la conciencia entre las tropas vencidas de que su derrota no ha sido total, el sentimiento de revancha -que en algún caso le servira a Vespasiano, así ocurre con las tropas de Panonia y también con los pretorianos- trata de ser anulado por Vitelio mediante una política de dispersión y de licenciamientos; esyo último lo considera Tácito poco menos que una locura, en boca de Muciano, Vitelio se dedica a "dispersar a las legiones, desarmar a las cohortes y echar cada día la simiente de nuevas guerras" (56), esta política -peligrosa con una rebelión en marcha- tiene, no obstante, su lógica; además de intentar apaciguar a las tropas otonianas -cuya fuerza militar es todavía considerable- se intenta también desmovilizar todo lo posible para que otros generales no tengan la tentación de sublevarse; en realidad, este objetivo era dificilmente alcanzable, en primer lugar porque Vitelio sólo puede desmovilizar o bien a sus propias fuerzas -lo cual resulta contraproducente- o a las que se encuentran en Italia (pretorianos y cohortes urbanas), no puede hacer tal cosa con los ejércitos orientales (que proclaman a Vespasiano) que quedan fuera de su alcance, ni siquiera con la totalidad de los otonianos (a duras penas se consigue que la XIV legión marche a Britania y que los pretorianos vayan entregando las armas), de hecho serán fuerzas de estos últimos -las tropas de Panonia y Mesia- los primeros en aclamar a Vespasiano, y serán también los que lleven el peso de la campaña de los flavianos en Italia; así lo que podía haber sido una política militar prudente de Vitelio acaba en un completo fracaso y en una renovación de la guerra civil.
IV.5.- Campañas de Vitelio contra Vespasiano.
Tras la proclamación de Vespasiano como emperador, por las legiones de Iliria y las de Oriente, queda en manos de Vitelio, básicamente, el Occidente del Imperio, en concreto, Vitelio controla efectivamente Italia, África y Recia (bajo el gobierno de Porcio Septimino), teóricamente también le apoyan Galia, Britania, Hispania y Germania, pero este apoyo no resulta demasiado firme.
Vitelio cuenta con las tropas que le acompañaron a Roma (unos 60.000 hombres), igualmente procede a reclutar nuevas cohortes pretorianas y urbanas -se encarga de esto Fabio Valente, a quién siguen las fuerzas de la Germania Inferior-, en total se reclutan veinte cohortes (16 pretorianas y 4 urbanas) de mil hombres cada una. También se solicitan refuerzos de Germania, Britania e Hispania; no obstante, en Germania Hordeonio Flaco evita enviarlos (ya comienzan a existir problemas con los bátavos), en Britania el gobernador Vetio Bolano también se excusa y realiza preparativos muy lentos, igualmente en Hispania todo son dilaciones. Tan sólo África parece prepararse activamente en favor de Vitelio: la legión y las cohortes macrianas se reincorporan al servicio -si bien no llegaran a intervenir en la guerra-.
En Italia -que sera nuevamente el escenario de los episodios bélicos-, el ejército viteliano se prepara para salir al encuentro de las fuerzas flavianas (que se encuentran a las puertas de la península), al mando del mismo se incorpora Cécina (Valente esta enfermo), quién envía por delante a Cremona a parte de la caballería; el grueso de las fuerzas vitelianas lo componen -en esta campaña-: destacamentos de las legiones I, IV, XV y XVI; las legiones V y XXII; la legión XXI Rapaz y la I Itálica, con destacamentos de las tres legiones británicas y auxiliares escogidos.
Cécina divide a sus fuerzas, dirigiéndose parte de las mismas hacia Cremona, otra parte a Ostiglia y él se dirige a Ravena (donde se encuentra una base de la flota al mando de Lucilio Baso). Las fuerzas vitelianas establecen un campamento fortificado cerca de Ostiglia (entre esta ciudad, el río Tártaro y unos pantanos), aquí Cécina -que se había reunido nuevamente con sus tropas- dilata los preparativos y el ataque contra las fuerzas flavianas -que ya habían entrado en Italia-, esto se debe a quie Cécina intenta pasarse al bando flaviano y pretende hacerlo con todas sus tropas (Tácito considera que hubiese podido derrotar facilmente a los flavianos de no haber hecho traición); no obstante, la defección fracasa (el ejército se niega a pasarse a Vespasiano y arresta a Cécina) pero las fuerzas vitelianas (8 legiones) quedan frente al enemigo y sin un mando claro que las dirija, si bien quedan como nuevos comandantes Fabio Fabulo y Casio Longo.
Los vitelianos abandonan el campamento fortificado, se dirigen a Ostiglia y de allía a Cremona, para unirse a la XXI legión, la I Itálica y al resto de la caballería.
Las fuerzas flavianas atacan a los vitelianos en Cremona antes de que lleguen las tropas de Ostiglia; el encuentro se produce a cuatro millas de Cremona, la caballería viteliana es rechazada, las legiones Rapaz e Itálica se despliegan pero se rompe su formación y son derrotados refugiandose -los vitelianos- en Cremona. Las fuerzas flavianas se vuelven entonces contra las tropas (seis legiones) que llegan en socorro de Cremona -desde Ostiglia-, se prepara la batalla donde las fuerzas vitelianas -pese a despleqarse- aparecen muy desorganizadas (de hecho, Tácito, duda en cuanto a la ubicación exacta de las unidades), a grandes rasgos parece que el ala derecha del ejército la cubre la IV legión Macedónica; el centro la V y XV legión y destacamentos de las legiones IX, II y XX (británicas); las legiones XVI, XXII y I ocupan el ala izquierda; mezclados entre todas las fuerzas destacamentos de las legiones Rapaz e Italica; igualmente desorganizados aparecen los auxiliares y la caballería. La batalla resulta feroz e indecisa, pero pese a la resistencia de unos y las dificultades de otros las tropas vitelianas son derrotadas. Las fuerzas flavianas los siguen hasta su campo fortificado de Cremona que toman al asalto, a continuación se vuelven contra la ciudad que, indefensa, es saqueada.
Mientras tanto Fabio Valente, acompañado de tres cohortes y un escuadrón británico de caballería, intentaba llegar a las fuerzas vitelianas en Cremona, al enterarse de la derrota envía las cohortes a Rímini y decide pasar a la Galia par reunir fuerzas allí, no consigue ni siquiera desembarcar en un lugar concreto y termina siendo capturado por naves de la flota libúrnica (de Vespasiano).
Vitelio trata de organizar la defensa de Roma y de reavivar la guerra, en vía a 14 cohortes pretorianas a toda la caballería y la legión de marina a ocupar el Apenino, instalan su campamento en Bevagna (Umbría) y allí se reune el emperador con sus tropas. Al mando del resto de las cohortes y de Roma deja a su hermano Lucio Vitelio.
Mientras Vitelio renuncia a cruzar el Apenino con su ejército y regresa a Roma, abandonando los cuarteles de Bevigno, la flota de Miseno se pasa al lado de Vespasiano, se manda contra ella a Claudio Juliano con una cohorte urbana y unos gladiadores, sin embargo, Juliano y su tropa se pasan también a los flavianos. Ante lo anterior, Lucio Vitelio marcha -desde Roma- con seis cohortes y quinientos soldados de caballería sobre Campania para reprimir la sedición y mantener a la región al lado viteliano.
En Roma, Vitelio, se atribuye el título de "César", con este acto político parece intentar atraerse el prestigio político acumulado por la extinta dinastía Julio-Claudia. En esos momentos Vitelio controla el territorio situado entre Terracina y Narni; sus fuerzas se encuentran a 10 millas de Cársulas -donde los flavianos han instalado su nuevo cuartel general-; sin embargo, las tropas vitelianas carecen de liderazgo -el emperador se refugia en Roma sin atreverse a intentar una cosa u otra, Lucio Vitelio se encuentra en Campania, no aparece ningún otro general con carisma suficiente para asumir una dirección efectiva de la guerra-; poco después de un ataque victorioso de la caballería flaviana -al mando de Arrio Varo- sobre la guarnición viteliana de Terni (unos 400 soldados), el grueso del ejército viteliano decide rendirse en Narni.
Ante el rumbo de los acontecimientos Vitelio, en Roma, trata de llegar a un acuerdo con Flavio Sabino (hermano de Vespasiano, que también era presionado por el Senado para hacerse con la ciudad en nombre de Vespasiano) para abandonar el trono, esta posibilidad fracasa ante la oposición de los soldados vitelianos que no permiten que su emperador abdique, atacan a Sabino y lo acorralan en el Capitolio, éste es asediado y, finalmente, asaltado e incendiado; Flavio Sabino es capturado y ejecutado, Domiciano logra escapar.
En Campania, Lucio Vitelio instala su campamento en el santuario de Feronia, desde allí amenaza con destruir Terracina, donde están cercados Julio Claudiano y Apolinar (comandante de la flota) con los marineros y gladiadores que se habían pasado a Vespasiano; Lucio Vitelio ataca Terracina y derrota a los flavianos, Apolinar y seis naves libúrnicas logran huir, el resto son capturados o resultan muertos.
El grueso del ejército flaviano avanza hacia Roma, pese a una pequeña victoria sobre la caballería flaviana en Fidenas, las fuerzas de Vitelio son derrotadas en la ciudad por las tropas de Antonio primo, la última resistencia se produce en los cuarteles, pero éstos son tomados al asalto y los restos del ejército viteliano en Roma destruido. Vitelio trata de huir a Terracina pero duda sobre realizar tal plan, finalmente, es capturado y ejecutado.
Con la rendición en Bovilas de las fuerzas de Lucio Vitelio, que avanzaba hacia Roma desde Terracina, desaparece la última fuerza viteliana organizada en Italia y, de hecho, se pone fin a la guerra civil, no obstante, el comportamiento de los legados de Vespasiano en Roma y los procesos políticos que inician contra los vitelianos se pueden considerar como el epílogo de dicha guerra.
IV.6.- Campañas de Vespasiano contra Vitelio.
El 1 de julio del año 69 -y a iniciativa del gobernador Tiberio Alejandro- las legiones de Egipto juran fidelidad a Vespasiano; a partir de ese momento se puede considerar, también, declarada la guerra entre Vespasiano y Vitelio.
El 3 de julio es el ejército de Judea el que presta fidelidad a Vespasiano y antes del 15 de dicho mes Siria y casi todo el Oriente ya lo han hecho; los ejércitos de Iliria también se encuentran entre los primeros en proclamar a Vespasiano y, de hecho, seran éstyos los que lleven el peso de la campaña contra Vitelio.
Así, Vespasiano, cuenta rápidamente con el apoyo de Egipto, Siria, el ejército de Judea, los ejércitos de Panonia, Mesia y Dalmacia y las provincias balcánicas en general, también le apoyan los reyes vasallos y aliados de Oriente y, en general, toda la zona oriental del Imperio. Además, y a diferencia de lo que le ocurre a Vitelio, Vespasiano consigue no sólo un apoyo nominal de todos estos ejércitos y territorios, sino que consigue un apoyo real, efectivo.
Por lo que se refiere a la elección de la estrategia de guerra, se puede decir que Vespasiano opta por una pero las circunstancias (y la iniciativa de los legados) imponen otra; así, los preparativos militares que se llevan a cabo indican que Vespasiano pensaba movilizar a todos los recursos que le ofrecía el Oriente antes de emprender una campaña en gran escala, optaba, por decirlo así, por una "guerra de desgaste", en la que tendría además un papel fundamental elementos logísticos y estratégicos, como serían la utilización de la flota (que en su mayoría es flaviana) para bloquear Italia y, sobre todo, la interrupción del suministro de grano a Roma -impidiendo los envíos desde Egipto, que ya se controla, y desde África, a la que Vespasiano esperaba atacar por tierra- y asfixiarla por hambre. Tal estrategia no llegará a materializarse, por la sencilla razón de que no será necesaria nunca -ni siquiera la campaña contra África-, así la movilización de levas, la fabricación de armas, el llamamiento a los veteranos, son medidas tomadas previendo una guerra de desgaste en diversos escenarios; dicha guerra y la estrategia que la preside serán anuladas, en la práctica, por las iniciativas que tomarán los ejércitos de Iliria, que se precipitan inmediatamente sobre Italia y en lugar de una guerra de desgaste provocan una rápida campaña en Italia y una serie de breves y violentos encuentros que dan la victoria a los flavianos y significan el fin de Vitelio.
En principio, Vespasiano divide el mando entre él -que se dirige a Egipto para preparar el bloqueo de Roma y la campaña contra África-, Tito -que queda al frente de la guerra de Judea- y Muciano -que queda encargado de las tropas que marchan sobre Italia-. Se toman también otras medidas, como la solicitud de apoyo a la guardia pretoriana, el de la legión XIV en Britania o el de la legión I de marina en Hispania.
Muciano se dirige a Bizancio en su marcha sobre Italia, lleva consigo a la VII legión y a 13.000 soldados de destacamentos, también envia allí a a la flota del Ponto, entre sus planes baraja dos alternativas: marchar a través de Mesia hacia Italia o bien dirigirse a Durazzo -para no dejar la retaguardia abierta a posibles incursiones enemigas-.
Entre tanto el ejército del Ilírico ya se había rebelado abiertamente a favor de Vespasiano. Estas fuerzas las componen la legión III de Mesia, la VII y VIII Claudianas -las tres se encuentran en Aquileia, a las puertas de Italia-, la XIII y la VII Galbania de Panonia -al mando de Antonio Primo- y el ejército de Dalmacia -al mando del procurador Cornelio Fusco-. Establecen su cuartel general en Pettau (en la actual Eslovenia), donde se encontraba el cuartel de invierno de la XIII legión, y se celebra un consejo de guerra para decidir las acciones a emprender, se habla de dos posibilidades: cerrar los Alpes Penonios en espera de Muciano y las tropas orientales, o bien, marchar directamente sobre Italia. La segunda opción es la que se toma, defendida abiertamente por Antonio Primo que se hace con el mando de hecho de las tropas y asume la dirección de la campaña, como segundo en el mando aparece Cornelio Fusco. Se realizan preparativos para marchar sobre Italia, así se atrae como aliados a los sármatas jáziges -con la finalidad de que mantengan tranquila la frontera- y a los suevos -que proporcionan fuerzas auxiliares-; dentro de las medidas previas a la campaña principal se envia a Sextilio Félix con el ala de caballería Auriana (de Hispania), 8 cohortes auxiliares y fuerzas nóricas a ocupar la ribera del río Inn, para impedir acciones de retaguardia desde Recia (que era viteliana).
Una vez realizados los anteriores preparativos el grueso del ejército flaviano de Iliria comienza a entrar en Italia, las primeras fuerzas en entrar son las que dirigen Antonio Primo y Arrio Varo (las forman destacamentos de las cohortes y parte de la caballería), llegan a Aquileia, dejan una guarnición en Altino (para vigilar los movimientos de la flota de Ravena, que todavía no había cambiado de bando) y logran el control de Padua y Este (que son favorables a Vespasiano). Estas fuerzas chocan contra tropas vitelianas (tres cohortes y el ala de caballería Sebosiana -gala-) que se encontraban en el Faro Alieno (ciudad cercana a Este) y las derrotan.
La llegada de fuerzas flavianas prosigue, así las legiones VII Galbiana y XIII Gémina, al mando del legado Vedio Áquila, entran en Padua, desde allí se ocupa Verona (ciudad abiertamente flaviana) y Vicenza, en Verona se instala el cuartel general flaviano. Antonio Primo dirige personalmente la guerra e ignora las instrucciones de Vespasiano (esperar a Muciano en Aquileia y no acelerar la guerra). A excepción de algunos encuentros menores, tanto flavianos como vitelianos se mantienen a la expectativa y no toman -por el momento- iniciativa alguna; mientras tanto se unen a las fuerzas de Primo la VII legión Claudiana -al mando de Vipstano Mesala-, la III legión -al mando de Didio Aponiano- y la VIII legión -Numisio Lupo-; la flota de Ravena también se inclina por Vespasiano. Las fuerzas flavianas, tras fortificar Verona, deciden atacar al grueso del ejército viteliano -que había abortado el intento de defección de Cécina-.
Las fuerzas de Antonio Primo salen de Verona y, tras dos días de marcha, llegan a las cercanías de Bedríaco donde establecen un campo fortificado. Las cohortes auxiliares exploran los alrededores de Cremona y se avanza con 4.000 soldados de caballería a ocho millas de Bedríaco, allí se encuentran con fuerzas vitelianas decidiendo Arrio Varo atacarlos con la caballería, el ataque de la caballería es rechazado pero tras reorganizarse los flavianos vuelven a tomar la iniciativa y derrotan a los vitelianos; a continuación se entabal batalla a cuatro millas de Cremona, se rompen las líneas de las legiones Rapaz e Itálica -vitelianas- que, siendo derrotadas, se refugian en Cremona. Tras recibir la noticia de la llegada de seis legiones vitelianas que avanzaban desde Ostiglia como refuerzo, las tropas flavianas se preparan para la batalla, la formación que adopta el ejército de Antonio primo es la siguiente: la legión XIII ocupa el centro de la formación y se situa en la calzada de la Vía Postuma (entre Mantua y Cremona), la legión VII Galbiana -en campo abierto- y la VII Claudiana -al lado de la Galbiana y protegida por una fosa rústica- se sitúan en el flanco izquierdo, la legión VIII -al lado de un lindero descubierto- y la III -emboscada en unos arbustos- junto a un estandarte de los pretorianos ocupan el flanco derecho, las cohortes auxiliares se sitúan en las alas de la formación, la caballería rodea los flancos y la retaguardia, los auxiliares suevos se mueven por la vanguardia. Se choca con las fuerzas vitelianas y, tras una enconada batalla, se les derrota. Las fuerzas flavianas avanzan hasta el campo fortificado de los vitelianos ante Cremona, que es tomado al asalto -la III y VII legión se encargan de la zona próxima al camino de Bedríaco, la VIII y VII Claudiana se encargan de la zona derecha, la XIII ataca la puerta del campo que esta en dirección a Brescia-, tras ello se vuelven contra la misma ciudad de Cremona que es saqueada y destruida.
Tras la victoria de Cremona, de hecho, la guerra ya se ha decidido en favor de Vespasiano, las fuerzas de Vitelio parecen incapaces de reaccionar -y el propio Vitelio también- y son numerosas las defecciones en su bando y las provincias que se pasan a Vespasiano.
Cornelio Fusco rodea a la guarnición viteliana de Rímini -instalada allí por Valente- por tierra y mar (con las naves libúrnicas), ocupa los llanos de Umbría y una parte de la región del piceno (la que asoma al Adriático).
Mientras tanto, el gobernador de la Narbonense -Valerio Paulino- se pronuncia por Vespasiano, recluta fuerzas e instala su cuartel general en Forum Iulii (actual Frájus); igualmente se pronuncian por Vespasiano las legiones I Auxiliadora (ex-otoniana), X y VI en Hispania; Britania y la Galia también reconocen a Vespasiano. En Italia, la flota de Miseno abandona a Vitelio y cambia de bando, la ciudad de Pezzuoli reconoce a Vespasiano y apoyan abiertamente a los flavianos el Sammio, los pelignos y marsos; también llegan a Fano de la Fortuna (actual Fano, en la costa del Adriático) nuevas tropas flavianas: la XI legión, seis mil auxiliares dálmatas y unidades incorporadas de la flota de Ravena.
Antonio Primo envía a la caballería para explorar Umbría y buscar pasos para cruzar el Apenino; las avanzadas del ejército flaviano cruzan el Apenino, e instalan su cuartel en Cársulas (Umbría), al poco tiempo se les unen el resto de las legiones y, tras la derrota a manos de Arrio Varo de la guarnición viteliana de Terni, el grueso de las fuerzas vitelianas se rinden en Narni.
En Roma, el intento de negociación entre Flavio Sabino Y Vitelio para que éste abandone el trono fracasa dramáticamente con la toma e incendio del Capitolio por los vitelianos y la ejecución de Sabino. Mientras tanto, Lucio Vitelio derrota a los flavianos de Terracina y toma la ciudad, es prácticamente, el último éxito de los vitelianos -y aún así relativo, ya que básicamente se trataba de fuerzas ex-vitelianas que habían cambiado de bando-.
El grueso de las fuerzas de Vespasiano avanzan desde Narni hacia Roma. Petilio Cerial con mil soldados de caballería avanza por la región Sabina y se dirige a Roma por la Vía Salaria, es detenido por los vitelianos a la altura de Fidenas (en el Lacio, a 10 km de Roma), este revés, de escasa importancia, no impide que el ejército flaviano continúe aproximándose a la ciudad, así Antonio Primo -con las fuerzas principales- avanza por la Vía Flaminia, llega a Rocas Rojas (a 13 km al norte de Roma) y desde allía hasta el Puente Milvio; desde ese lugar el ejército se divide en tres columnas: una avanza por la Vía Flaminia, otra por la ribera del Tíber, la tercera por la Vía Salaria y hacia la Puerta Colina; los vitelianos les salen al paso formando también tres columnas, la plebe que apoya a las fuerzas vitelianas es dispersada por los flavianos; en general, el curso de los combates es favorable a los flavianos -sólo tienen dificultades las fuerzas que avanzan hacia los Jardines Salustianos (actuales jardines de la Villa Borghese), hasta que llegan refuerzos de caballería que entraban por la Puerta Colina-, se lucha también en el Campo de Marte. Finalmente, los flavianos asaltan los cuarteles militares de la ciudad, donde se refugiaban las últimas fuerzas vitelianas, tras ello Vitelio intenta huir a Terracina pero es capturado y ejecutado. Lucio Vitelio, que avanzaba desde Terracina, se rinde con sus tropas en Bovilas.
Con el traslado a Campania de Lucilio Baso, al frente de fuerzas de caballería ligera, para ocupar la región (que había sido la última en poder de los vitelianos) y tranquilizarla, y el establecimiento de la III legión en Capua, se puede considerar que finalizan los últimos hechos bélicos de la guerra civil.
La guerra civil, si bien con resultados muy limitados, es aprovechada por diferentes pueblos fronterizos -o más o menos sometidos- para atacar las fronteras romanas o intentar sacudirse de la autoridad romana. Así, en la Galia se produce algún conato de rebelión, los sármatas -en pleno conflicto entre Otón y Vitelio- intentan saquear la Mesia, los dacios también amenazan la integridad de los territorios romanos en los Balcanes, en Britania también surgen problemas dinásticos entre tribus más o menos sujetas a la autoridad romana -con el telón de fondo de una lucha entre los partidarios de Roma y los anti-romanos-, en el Ponto estalla alguna revuelta y, sobre todo, la grave rebelión de los bátavos que incendiara toda la frontera del Rin y cuya solución tendrá que afrontar Vespasiano. Un conflicto diferente es la guerra de los judíos, lo es porque su estallido es independiente de la guerra civil romana -arranca durante el reinado de Nerón, cuando Roma no tiene conflicto interno alguno- e incluso es incapaz de aprovechar ésta para sacudirse la soberanía romana -entre otras cosas, porque además de una guerra contra Roma el conflicto incluye también una guerra civil entre los judíos-, por todo ello esta guerra no puede considerarse un elemento, una consecuencia de la crisis interna romana, sino más bien un conflicto independiente en el que se cruza la propia crisis.
Cuando el Senado decreta todos los honores de los príncipes a Vespasiano, nombra cónsules a éste y a su hijo Tito y otorga la pretura y el mando consular a Domiciano, comienza formalmente (y jurídicamente) el gobierno de Vespasiano; si bien, todavía existía la posibilidad de que el emperador fuese mediatizado por sus legados, en especial por Muciano que, una vez en Roma, desplaza a Antonio Primo y Arrio Varo en los asuntos políticos; no obstante, Vespasiano demostrara estar a la altura del trono que había conquistado y sabra deshacerse de las pretensiones -y minimizar su influencia- de los generales que le ayudaron a alcanzarlo.
Jorge Romero Gil
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Notas
(37) García y Bellido, A., Nacimiento de la legión VII Gemina, Legio VII Gemina, León, 1970, pág. 321.
(38) Suetonio Tranquilo, Cayo, Los doce césares, Servio Sulpicio Galba, X, Ed. Iberia, Barcelona, 1986, pág. 267.
(39) ibidem, pág. 268.
(40) García y Bellido, A., op. cit., pág. 321.
(41) ibidem, pág. 321.
(42) Suetonio Tranquilo, Cayo, op. cit.,pág. 267.
(43) ibidem, pág. 267.
(44) ibidem, pág. 267.
(45) ibidem, pág. 268.
(46) ibidem, pág. 268.
(47) ibidem, pag. 268.
(48) Tácito, Cayo Cornelio, Historias. I.5, pág. 40.
(49) ibidem, pág. 42.
(50) ibidem, pág. 43.
(51) ibidem, pág. 45.
(52) ibidem, pág. 45.
(53) ibidem, pág. 40.
(54) Tácito, Cayo Cornelio, op. cit. II.76, pág. 153.
(55) ibidem, pág. 147-148.
(56) ibidem, pág. 153-154.
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