domingo, 11 de diciembre de 2011

El Lenguaje: deconstrucción, convención y abstracción.


Si se permite el símil la deconstrucción es al lenguaje (y a la filosofía) lo que lo cuántico a la física. “Desmenuza” las cosas y las observa, al observar las modifica y, al modificar, crea ya que…cambia las estructuras y los parámetros de los significados –por acción del observador, con independencia del significado primigenio que pudiera tener la “cosa observada” en sí-. Por eso la deconstrucción arremete contra lo ontológico, porque cuestiona el “ser” del contenido centrándose en la variación del mismo desde el momento que aplica nuevas o distintas interpretaciones al “continente”, lo que en términos lingüísticos significa tanto como entender que en realidad…no existe un significado “verdadero” ni siquiera en…su “verdadera” concepción original.

En ese sentido todo significado es una convención, y como tal convención una abstracción que, por otro lado, puede variar. Así se cuestiona el “ser”, pero no tanto “el ser” como el “cada ser” de cada significado –se va a la estructura de los mismos-. Asignando “polisignificados” no sólo a cada cosa sino a cada lectura y a cada interpretación. Porque no hay “una” deconstrucción sino “deconstrucciones”. En ocasiones se ha identificado “deconstrucción” con “destrucción”, no es exacto –por no decir directamente que no es así-, dado que al “deconstruir” cada cosa se crea otra. En el lenguaje cada nueva interpretación, cada nuevo matiz, cada nuevo significado diferente al del origen de la palabra, cada nuevo sentido es…un acto creador, pues genera cosas. Volviendo con ello a aquel antiquísimo postulado que sostenía que “el nombrar es crear”. En cierta medida se cierra el círculo y nuevamente se produce la paradoja.

Deconstrucción y ontología. 

La deconstrucción es la negación de la ontología de las palabras en cuanto “ser”, manteniendo, eso sí, el “estar”, Significa que los términos “no son” dado que su significado cambia al margen del que tuviesen o les fuese dado inicial y originalmente. Cambia ante cada uso, ante cada lectura, ante cada interpretación. La deconstrucción no solo consagra los “polisignificados” sino que genera, al “renovar” en cada caso los términos, “neosignificados”, que también son plurales porque como se ha dicho no hay desconstrucción sino deconstrucciones. Las palabras, pues, “están” pero “no son”, dado que cambian aquello que son constantemente… por acción del observador.
 
Se trata, también, de una respuesta, una respuesta a…la imposibilidad de alcanzar una respuesta a la pregunta “¿qué es?” Eso pone en marcha todo el mecanismo sobre el que reflexiona Derrida.

Se presta atención pormenorizada –de ahí lo del “desmenuzamiento”- a cómo el texto se escribe, a cómo cada término se fórmula o…se puede formular.

Es un método variable, pues no hay una sola deconstrucción igual, cambia con cada término, con cada texto, con cada autor. No se busca la totalidad de un sentido –no tiene finalidad hermenéutica-, al contrario, al buscar la pormenorización busca la diseminación -”dissémination”- del sentido en sentidos, no la totalidad sino…las partes, y lo que cada una de ellas pueda significar. Si hay un sentido de “totalidad” no es porque el texto lo “tenga” sino porque se le “da” como… se le puede dar otros.variando el texto en sí –sea por traducciones, sea por exégesis, sea por notas de edición, sea por…lo que sea, en definitiva: por la acción de un observador-. 

Los puntos de diseminación de un texto es justo lo que impide la posibilidad de otorgar un sentido total o unitario al mismo, un sentido “cerrado”. Y esa imposibilidad no es elemento sobrevenido a la escritura sino que forma parte de su esencia, está en su naturaleza, en su mismo origen, que no puede ser el de algo “cerrado” por cuanto es “convención”, por tanto “artificio” conceptual, que, en cuanto “abstracción” puede cambiar y modificarse incluso respecto a…la “abstracción” original.

Si la hermenéutica busca cerrar la totalidad mediante la reconstitución de un supuesto sentido original –por ello siempre alude al contexto original, como si ese contexto original fuese el único posible, aún más “el verdadero” del texto- cerrando las puertas a un ciclo de renovación vital del texto –pues éste “se congela”-. La deconstrucción busca e incide sobre la ausencia de sentido originaria, niega un sentido “único” –digamos que el “copyrigth” del origen en cuanto sentido cerrado, total y exclusivo posible-. 

Esa ausencia de “unicidad” de sentido, ese mostrar los cambios y entenderlos como consustanciales al texto, abre la lectura, abre el texto, haciendo posible así una “renovación vital del mismo”, permitiendo el inventar sobre él y que el texto se invente a sí mismo. En definitiva: un desarrollo y un devenir propio.

Deconstruir consiste, por una parte, en desmontar (que no destruir) algo que se ha realizado, que se ha erigido. Pero, por otra parte, eso no se hace así con la intención de destruir el “edificio” que se aborda. Sino para buscar y encontrar sus fundamentos, ver cómo se ha hecho el “edificio” –su estructura, en que se basa o asienta ésta-, ver cuales son sus partes y como estas se unen y encajan Por un lado se busca así la estructura subyacente y como ésta está formada, por otro lado, al hacer eso, se muestra también cuales son las tensiones –las “fallas”- no controladas que presionan esa estructura.

Creación de categorías

¿Podemos entonces enlazar todo esto con la convención y la idea de abstracción? ¿con la idea de “nombrar” como “generar”? Hagamos la prueba a título especulativo.

Agrupamos las cosas según las “categorizamos”, luego…según una convención. Son nuestras categorías, nosotros las establecemos y ¿en base a qué? en el fondo, en base a una abstracción. 

Una convención no deja de ser una forma de abstracción, ¿para qué nos sirve? pues para lo mismo que nos sirven las abstracciones: para interpretar la realidad que nos rodea (ergo es una forma también de crear una realidad), a partir…de las categorías que otorgamos (que es lo que materializa la interpretación, y que se basan en “abstracciones de partida”, diría que funcionan en cierta manera como axiomas). 

Eso también es lenguaje, es más, es una de las funciones del lenguaje (por otra parte tampoco es algo nuevo, primero los sumerios y después los hebreos tenían a las palabras en alta estima, pienso que en gran medida acertaban).

Lo que se está diciendo, es que la diferenciación la establecemos arbitrariamente -como podría establecerse también la semejanza, exactamente con los mismos argumentos, aunque, obviamente, con diferentes elementos a presentar- ¿y en base a que se establece?: en base a una cuestión cultural y…abstracta. 

Entre otras cosas porque los datos “objetivos” están ahí, pero la elección, categorización e interpretación de los datos…la hacemos artificialmente (quiero decir que la hace quién la hace), es una subjetividad la que se aplica en ello, luego alguien hace una elección subjetiva, luego la distinción es cultural porque obedece a criterios culturales en su fondo. ¿En última instancia no es toda categorización arbitraria?, se diría que al menos es abstracta. 

Por ejemplo, la diferencia entre hombre y mujer la marcan nuestras categorías. En última instancia (repetimos: en última instancia) somos nosotros los que creamos esas diferencias al señalarlas como tales para definir (y diferenciar) el concepto. En cierto modo somos una abstracción autodefinida (o bien nuestras definiciones nos convierten en abstracciones).

La interpretación

Lo que no es objetivo es la interpretación de la diferencia (o de la similitud), y, otra vez, en última instancia, lo que es semejante o diferente (lo que es una cosa u otra) lo “categorizamos” nosotros.

¿Qué es la realidad? no ha mucho he leído en una parte algo que ya había leído en otra ocasión: que la existencia de algo depende de la existencia de su observador, a eso añadiría que también depende de la interpretación del observador –que le da forma mediante la interpretación-, y aquí es donde entran la interpretación y la categorización, porque van de la mano.

En última instancia una mujer es una mujer y un hombre un hombre porque previamente hemos definido –ergo, categorizado, ergo interpretado- lo que es un hombre y lo que es una mujer, y eso viene dado por nosotros no por la biología –que a su vez observamos, interpretamos y categorizamos, de hecho nosotros hemos inventado también a la biología…como cualquier otra cosa-, luego en última instancia –o primera según se mire, ya se sabe que los últimos serán los primeros, según se dice en alguna parte- creamos la diferencia –la categoría- al señalarla para definir el concepto, y eso es un proceso de abstracción no “la realidad”, porque nuestra realidad sin nosotros no existe, al menos no es nuestra realidad -¿existirá el mundo cuando yo muera? para mi…no, ni existiré yo ni existirá el mundo-.

Sin mi, sin los lectores, sin los vecinos…, no existen los animales –porque ¿lo animales saben que son animales? ¿de verás?-, no existen los planetas -¿saben los planetas que son planetas?- no existe el Universo -¿sabe el Universo que lo es?-, no existe…nada, nada de lo que conocemos, lo que exista, si existe, será otra cosa y dependerá de otra cosa.
La diferencia entre las cosas la creamos nosotros, la naturaleza crea algo que nosotros diferenciamos y llamamos y definimos al hacerlo, la naturaleza tiene sus funciones, nuestras diferencias las nuestras.

¿Alguna clasificación no depende del criterio del clasificador? ¿alguna clasificación se da por sí misma?. 

Pasemos a otra cosa, el capricho, ¿una convención no es arbitraria? ¿sí es arbitraria no es caprichosa? ¿y una clasificación no parte en última instancia –o en primera- de una convención? luego ¿no parte de un capricho?. No estoy diciendo que la idea de convención sea absurda, digo que es arbitraria, digo que no tiene más base que la que nosotros le damos, luego es una abstracción, nuestra abstracción. ¿Qué hacemos clasificaciones que nos resultan funcionales? ¡qué duda cabe!. Todos los elementos significativos son significativos porque se les carga de significado y ¿quién carga los significados? nosotros nuevamente. ¿Es eso molesto o incomodo? espero que no mucho.

Si un niño diferencia las diferencias es porque ya le han enseñado a diferenciarlas, ya está en ese proceso, se llama educación –no me refiero solo a la escolar-, el niño no nace conociendo diferencias-. Las diferencias que nosotros definimos –luego creamos- también las interpretamos y, también, podemos valorarlas, pero todo el proceso, todo, es pura abstracción, no viene dado por sí mismo ni por nada externo a nosotros.

“No cabe esperar ninguna definición mínimamente razonable de la realidad que nos rodea”
(Albert Einstein). 

La cuestión, es saber no solo si existe la realidad al margen del observador sino el papel del observador en esa realidad, es aquel viejo problema del gato de Schröndiger, o el de la rama seca que cae en un paisaje solitario, eso es lo que planteo –tampoco soy muy original, ese planteamiento ya se hizo y se hace, solo me sumo a él-.

Vayamos con el nombrar, la categoría existe porque previamente existe aquello que se categoriza, pongámoslo a la inversa ¿sino existe la categoría se puede categorizar algo dentro de esa categoría? Lo dejo solo en pregunta, evitemos los bucles ya que los hemos rozado lo suficiente. La abstracción en este caso se crea sobre algo, el género humano, que a su vez puede –y digo "puede", no digo "es"- ser una abstracción.

Se puede dar al conjunto alguna característica propia y no dependiente de los componentes del mismo, de hecho casi se diría que se puede dar vida propia al conjunto en cuanto totalidad al margen de sus componentes, digamos que no comparto esa idea: el conjunto no es otra cosa que sus componentes y…lo que éstos –si tienen capacidad de observación y generar abstracción- quieren que sea. 

Jorge Romero Gil


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