sábado, 31 de diciembre de 2011

El Jesús histórico y el asunto Ben Panthera




Hay un punto concreto sobre el tema del Jesús histórico, punto especialmente controvertido, se trata del asunto de Ben Panthera y la filiación de Jesús de Nazareth.

Me parece oportuno hacer una pequeña revisión de los datos que disponemos al respecto.

El pasaje de Celso

En primer lugar, el pasaje de Celso, tal vez el más conocido -pese a que se basa en informaciones previas- y polémico, veamos que dice Celso:

"Comenzaste por fabricar una filiación fabulosa, pretendiendo que debías tu nacimiento a una virgen. En realidad, eres originario de un lugarejo de Judea, hijo de una pobre campesina que vivía de su trabajo. Esta, culpada de adulterio con un soldado llamado Pantera, fue rechazada por su marido, carpintero de profesión. Expulsada así y errando de acá para allá, ignominiosamente, ella dio a luz en secreto..."

(Celso, "El discurso verdadero contra los cristianos" 1,7, pág. 27 de la edición de Alianza Editorial).

El Talmud

Las otra fuente escrita para este dato -u otros similares, porque resulta un tanto confusa, lo suficiente para dudar si en ocasiones mezcla diferentes personajes en uno-, es el Talmud, dónde en aparecen referencias a ese episodio en Sanedrín 67a, Sanedrín 107b, cabe citar también -aunque esa información es poco relevante para la filiación de Jesús- Sanedrín 43a -respecto a Jesús hay otras posibles indicaciones en otros lugares del Talmud, pero tal vez las mencionadas sean las más significativas en relación al tema aquí tratado-. Debe decirse que el Talmud se recoge por escrito en el siglo V EC y que la obra de Celso data del II EC, es decir, en cuanto fuente escrita en relación a ese tema Celso es anterior.

Veamos, no obstante, lo que dice la nota 12 para el Sanedrín 67a (Capítulo VII) de la edición en inglés de H. Freedman y J. Shachter del Talmud de Babilonia:

“In the uncensored editions of the Talmud there follows this important passage (supplied from D.S. on the authority of the Munich and Oxford Mss. and the older editions) 'And this they did to Ben Stada in Lydda ([H]), and they hung him on the eve of Passover. Ben Stada was Ben Padira. R. Hisda said: 'The husband was Stada, the paramour Pandira. But was nor the husband Pappos b. Judah? — His mother's name was Stada. But his mother was Miriam, a dresser of woman's hair? ([H] megaddela neshayia): — As they say in Pumbaditha, This woman has turned away ([H]) from her husband, (i.e., committed adultery).' T. Herford, in 'Christianity in the Talmud', pp. 37 seqq, 344 seqq, identifies this Ben Stada with Jesus of Nazareth. As to the meaning of the name, he connects it with [G] 'seditious', and suggests (p. 345 n. 1) that it originally denoted 'that Egyptian' (Acts XXI 38, Josephus, Ant. XX, 8, 6) who claimed to be a prophet and led his followers to the Mount of Olives, where he was routed by the Procurator Felix, and that in later times he might have been confused with Jeshua ha-Notzri. This hypothesis, however, involves the disregard of the Talmudic data, for Pappos b. Judah lived a century after Jesus (Git. 90a), though the mother's name, Miriam (Mary), would raise no difficulty, as [H] megaddela neshayia may be the result of a confusion with Mary Magdalene (v. also Box, The Virgin Birth of Jesus, pp. 201f, for other possible meanings of Ben Stada and Ben Pandira) Derenbourg (Essai note 9, pp. 465-471) rightly denies the identity of Ben Stada with Jesus, and regards him simply as a false prophet executed during the second century at Lydda”.

Esta nota recoge bien tanto el confusionismo generado en el Talmud -al punto que parecen mezclarse diferentes personajes- como el dato que apunta Celso -el adulterio de una tal Miriam y la paternidad de un tal Panthera o Pantera-, cabe decir que el autor del siglo II EC, sin embargo, no mezcla nada, se dirige directamente a un viejo conocido nuestro: Jesús de Nazareth.

Curiosas menciones en Flavio Josefo

Al margen del Talmud existe una curiosa mención a un tal Jesús en “La guerra de los judíos” de Flavio Josefo, lo cierto es que ese personaje remite a ciertas características altamente similares a las del nazareno mencionado en los evangelios canónicos, veamos el fragmento de Josefo:

“Pero más terrible aún que esto fue lo siguiente: un tal Jesús, hijo de Ananías, un campesino de clase humilde, cuatro años antes de la guerra, cuando la ciudad se hallaba en paz y prosperidad importante, vino a la fiesta, en la que todos acostumbran a levantar tiendas en honor de Dios, y de pronto se puso a gritar en el Templo: <<Voz de Oriente, voz de Occidente, voz de los cuatro vientos, voz que va contra Jerusalén y contra el Templo, voz contra los recién casados y las recién casadas, voz contra todo el pueblo>>. Iba por todas las calles vociferando estas palabras de día y de noche. Algunos ciudadanos notables se irritaron ante estos malos augurios, apresaron a Jesús y le dieron en castigo muchos golpes. Pero él, sin decir nada en su propio favor y sin hacer ninguna petición en privado a los que le atormentaban, seguía dando los mismos gritos que antes. Las autoridades judías, al pensar que la actuación de este hombre tenía un origen sobrenatural, lo que realmente así era, lo condujeron ante el gobernador romano. Allí, despellejado a latigazos hasta los huesos, no hizo ninguna súplica ni lloró, sino que a cada golpe respondía con la voz más luctuosa que podía: <<¡Ay de ti Jerusalén!>>. Cuando Albino, que era el gobernador, le preguntó quién era, de dónde venía y por qué gritaba aquellas palabras, el individuo no dio ningun tipo de respuesta, sino que no dejó de emitir su lamento sobre la ciudad, hasta que Albino juzgó que estaba loco y lo dejó libre. Antes de llegar el momento de la guerra Jesús no se acercó a ninguno de los ciudadanos ni se le vio hablar con nadie, sino que cada día, como si practicara una oración, emitía su queja: <<¡Ay de ti Jerusalén!>>. No maldecía a los que le golpeaban diariamente ni bendecía a los que le daban de comer: a todos les daba en respuesta el funesto presagio. Gritaba en especial durante las fiestas. Después de repetir esto durante siete años y cinco meses, noperdió su voz ni se cansó. Finalmente, cuando la ciudad fue sitiada, vio el cumplimiento de su augurio y cesó en sus lamentos. Pues cuando se hallaba haciendo un recorrido por la muralla, gritó con una voz penetrante: <<¡Ay de ti, de nuevo, ciudad, pueblo y Templo!>>. Y para acabar añadió: <<¡Ay también de mí!>>, en el momento en que una piedra, lanzada por una balista, le golpeó y al punto lo mató. Así entregó su alma, mientras aún emitía aquellos presagios” (Flavio Josefo, “La guerra de los judíos”, Libro VI, 300-309, págs. 284-285 de la edición de Gredos)

Ese texto de Josefo no tiene que ver con la posible filiación del personaje Jesús de Nazareth, pero sí tiene que ver con otra cosa: el confusionismo que puede generarse a partir de ciertos datos coincidentes con la supuesta biografía -facilitada por textos apologéticos- de un personaje que, históricamente, es de por sí oscuro -repito que no entro en la claridad propia que pueda tener desde su dimensión religiosa, no estoy hablando de fe ni de cuestiones propias de la fe-, tanto que en él parecen mezclarse no una figura sino...varias figuras, si he mencionado este fragmento de Josefo es porque esta última es una posibilidad que no necesariamente se debe excluir -aún menos a partir de Nicea, aún menos teniendo en cuenta ciertas “inclinaciones” en relación al “adorno” de Eusebio de Cesarea-.

El “Corpus Inscriptionum Latinorum” (CIL)

Pero volviendo al tema de “ben Panthera” nos queda por añadir algo en relación al posible nombre “Panthera” o “Pantera” y a su romanidad, para ello conviene citar otras evidencias y recurrir al “Corpus Inscriptionum Latinorum” (CIL) y alguna otra fuente, veamos que dicen:

1) CIL 16, 00076.

Imp(erator) Caes(ar) divi Traiani Parthici f(ilius) divi Nerv(ae) / nepos Traianus Hadrianus Aug(ustus) pont(ifex) / max(imus) tr(ibunicia) pot(estate) XVII co(n)s(ul) III p(ater) p(atriae) / equit(ibus) et p[edit(ibus)] qui mil(itaverunt) in alis V et in coh(ortibus) V quae / appell(antur) I U[lpia co]ntar(iorum) et I Thr(acum) Victr(ix) et I Cann(enefatium) et I Hisp(anorum) / Arvac(orum) e[t III Aug(usta) Th]r(acum) et I Ael(ia) Caes(ariensis?) |(milliaria) sag(ittaria) et I Ulp(ia) / Panno[n(iorum) |(milliaria) et I Thr(acum) c(ivium) R(omanorum) e]t II Alp(inorum) et V Call(aecorum) Luc(ensium) et / sunt [in Pannonia superiore su]b Cornelio Proculo / q[uin(is) et vicen(is) plu(ribus)ve stip(endiis) emer(itis) d]im(issis) hon(esta) miss(ione) / quo[r(um) nom(ina) subscrip(ta) sunt] ips(is) lib(eris) post(erisque) eor(um) / civit(atem) [ded(it) et conub(ium) cum] uxor(ibus) quas tunc hab(uissent) / cum e[st civit(as) iis dat(a)] aut siq(ui) caelibes ess(ent) cum iis / quas postea dux(issent) dumtax(at) s]ing(uli) singulas // [a(nte)] d(iem)] VI N(onas) Iul(ias) / [Q(uinto) Flavio Tertullo Q(uinto) I]unio Rustico co(n)s(ulibus) / [alae I Ulpiae contar(iorum) |(milliariae)] cui prae(e)st / [L(ucius) Aufidius Panther]a Sassin(a) / [ex gregale] / [Claudio Mot]ti f(ilio) Novano Helvet(io) / [et Secundo] f(ilio) eius / [descriptum et recognitum //

[IMP(erator) C]aes(ar) divi Traiani Parthici f(ilius) divi Nerv/ae nepos Traianus Hadrianus Aug(ustus) pont(ifex) / [max(imus)] tr(ibunicia) potestate XVII co(n)s(ul) II(I) p(ater) p(atriae) / equiti[b(us)] et peditib(us) qui militaver(unt) in alis V et in coh(ortibus) V / [q]uae appell(antur) I Ulpia con[t]a[r(iorum) et] I Thr(acum) Victr(ix) et I / Ca[nn(enefatium)] et I [Hisp(anorum) Arvac(orum) et III Aug(usta) Th]r(acum)] / et I Ael(ia) Caesa[r(iensis?) |(milliaria) sag(ittaria) et I Ulp(ia) P]anno[n(iorum) |(milliaria) et I] / Thr(acum) c(ivium) R(omanorum) et] II Alp(inorum) et V Call(aecorum) Luc(ensium) et sunt] / in Pannon[ia superiore sub Cornelio Proculo] / quinis et vicen[is pluribusve stipendi(i)s emeritis di]/missis honest[a missione quorum nomina sub]/scrip(ta) sunt i[psis liberis posterisq(ue) eorum ci]/vitatem dedit et co[nubium cum uxoribus quas] / tunc habuissent cu[m est civitas iis data aut] / siqui caelibes essent c[um iis q]uas postea du/xissent dumtaxat singuli singulas a(nte) d(iem) / {Q} VI N(onas) Iul(ias) / Q(uinto) Flavio Tertullo Q(uinto) Iunio Rustico co(n)s(ulibus) / alae I Ulpiae contar(iorum) |(milliariae)] cui prae(e)st / L(ucius) Aufidius Panthera Sassin(a) / ex gregale / Claudio Motti f(ilio) Novano Helvet(io) / et Secundo f(ilio) eius / descriptum et recognitum ex tabula aenea / quae fixa est Romae in muro post templum / divi Aug(usti) ad Minervam // ] Menandri / [3] Severi / [3] Daphni / [3] Festi / [3] Lauri [3] Festi / [3] Hermetis

2) L. Aufidius Panthera

Lucius Aufidius Panthera's remote family origins can be traced to an ancestor called Aufidius who had introduced panthers to the circus.
In Britain he is known from a dedication to Neptune found at Lympne. This altar provides no information about his date but a diploma names him as praefectus of an ala milliaria in Upper Pannonia on 2 July 133. This post is likely to have preceded his fleet command, so it may be assumed that he was promoted during the last few years of Hadrian's reign or the first few years of the reign of Antoninus Pius.

Sources: RIB 66 (see Chapter 2; Lympne) (72); CIL xvi.76

3) Otras referencias a Panthera:

Panthèra, du fait que ce nom figure sur des inscriptions latines comme surnom de soldats romains en garnison à Pise, dans le Hesse, dans le Kent [recensés dans le Corpus d'Inscriptions Latines, VII, 18 / XI, 1421 / XIII, 7514 (cf. Paterson , p. 79-80)] .
(Nota*: creo que el individuo de Kent era da la legio XX, pero no encuentro dónde leí el dato)

4) Más “Pantera”:

a) L(ucius) Otacilius Q(uinti) f(ilius) Panthera (CIL XI, 01421)

b) Tiberius Iulius Abdes Panthera (citado en el Journal of Roman Military Equipment Studies), otra referencia:

Rhineland tombstones

Bingen/Bingerbrück (D)

Infantry

Scenus
Bato
Annaius Daverzus
Breucus
Tib. Iulius Abdes Panthera
Hyperanor
Unknown

c) Turulli L(uci) f(ili) Maici(a) (Maecia) (scil.tribu) Pantera (Panthera) (3022-(4)

¿Algunos de esos Panthera mencionados tendría que ser el supuesto padre real -y no el putativo- del personaje Jesús de Nazareth? no, desde luego que no, toda especulación al respecto -como en la que su día hizo H. S. Chamberlain y a la que con razón Keller considera absurda- carecería de todo fundamento. Lo único que nos indica esa información es la existencia real del nombre Panthera en cuanto a nombre romano y, en concreto, llevado por soldados romanos, lo único que indica esa información es que la concreción de Celso respecto a un determinado nombre aplicado, además, a un soldado romano, sí tiene fundamento -repito, sólo en esos datos: que existía tal nombre y que lo llevaban soldados romanos-, ni más ni menos, esas informaciones no indican otra cosa, pero lo que indican puede tener su importancia -por ejemplo, en relación a las hipótesis que niegan que la palabra “Panthera” se refiera a un nombre, la arqueología ha desvelado que sí se refiere a un nombre, cuando menos confirma que el nombre dado por Celso existe y...en relación a la profesión mencionada por ese autor-.

Juliano y su “Contra los galileos”

Por otra parte, Juliano, en su “Contra los galileos” no se frena a la hora de hablar del supuesto nacimiento virginal de Jesús de Nazareth -para rebatirlo-, sin embargo, no cita para nada ni a Celso -al que debía conocer sobradamente- ni al “affaire” Panthera, veamos el texto de Juliano:

“...sin embargo, de ninguna manera ha sido dicho; pues no era virgen quién estaba casada y antes de concebir se había acostado con su esposo, concédase que se dice de ella, ¿dice Isaías de alguna forma que será parido dios por una virgen? Pero vosotros, ¿por qué no paráis de llamar a María madre de dios si en ningún lugar dice Isaías que el nacido de la virgen sea <<el hijo unigénito de dios>> y <<primogénito de toda la creación>>? Pero lo dicho por Juan, <<Todo nació por él y sin él no nació una sola cosa>>, ¿puede alguno mostrarlo en las palabras de los profetas? En cambio, lo que nosotros mostramos de eso mismo escuchadlo inmediatamente: <<Señor dios nuestro poséenos, fuera de ti no conocemos ningún otro>>. Ezequías el rey ha sido representado por ellos suplicando: <<Señor dios de Israel, que te sientas entre los querubines, tú solo eres dios>>. ¿No deja ningún lugar para el segundo dios? Pero si la palabra es, según vosotros, dios que procede de dios y nació de la substancia del padre, ¿por qué decías que la virgen es madre de dios? ¿Cómo podría parir a un dios siendo humana según vosotros? Y, además, cuando dios dice claramente: <<Yo soy y no es posible salvarse fuera de mí>>, ¿vosotros os atrevéis a llamar salvador al que procede de él?” (Juliano Augusto, “Contra los galileos”, 266D-277A, pág. 38 de la edición de Gredos)

Es posible que a Juliano le interesase más el descarte por la vía filosófica y teológica de la idea de una encarnación de la divinidad -de hecho su texto parece apuntar a eso- y que tal idea en su literalidad -dejando a un lado posibles cargas simbólicas- no es más que una “aberración” antropomórfica, que no la filiación del personaje de Jesús de Nazareth, ni, tampoco, las posibles circunstancias puramente humanas de su nacimiento, por ello Juliano no entra siquiera en ese aspecto de la cuestión -digamos que niega la mayor: la posibilidad de la encarnación de la divinidad, en consecuencia no entra ya en la menor: las circunstancias de una encarnación y si esta es real o fingida-. No obstante, y teniendo en cuenta la voluntad polemista de la obra de Juliano resulta curioso la ausencia de referencia al dato de Celso -en el punto del nacimiento de Jesús de Nazareth-. Pero, vuelvo a insistir, Juliano, sobre todo, “niega la mayor”, eso hace que su interés por “la menor” sea subsidiario y, tampoco cabe descartar, que dado el carácter ambiguo y “esquivo” del dato de Celso -cuya obra no es sólo polemista, como lo es también la de Juliano, sino que en parte al menos debiera incluirse en el género panfletario (lo que significa que no sólo es “obra de parte” sino “muy” de parte, lo que no quita que la acometida de Celso no tenga su enjundia, de hecho Celso es un platónico con solidas bases, conocimiento del cristianismo y el judaísmo y su ataque es serio y metódico), salvando las distancias lo mismo ocurre con la “Historia Secreta” de Procopio, me refiero a la consideración del género literario en el que inscribirla, no al contenido de la obra-, a diferencia de la de Juliano, que si bien puede compartir alguna característica “panfletaria” pretende descartar cosas a partir de las propias premisas cristianas, y acude a esas premisas para discutir...la base del cristianismo “desde dentro” (otra cosa es que oponga a esa teología cristiana los preceptos del judaísmo y la filosofía del helenismo, pero Juliano intenta siempre no “bombardear” al cristianismo sino...hacerlo “explotar” desde dentro- a Juliano no le interesase relacionarla con su propio texto de refutación del cristianismo.

Intentos de explicación del término “Panthera”

Volviendo más estrictamente al tema “Panthera”, algunas explicaciones -entre ellas la que recoge Keller, véase “Y la Biblia tenía razón”, págs. 367-368- ligan ese término con la palabra “Parthenos” y buscan, curiosamente, o bien en la onomatopeya o bien en la semblanza de términos -apoyada en la mala fe o intención burlesca de los textos que refieren la paternidad de “Panthera” o, cuando menos, de las posibles fuentes en las que se basaron esos textos al recoger tal noticia-, así, esas explicaciones indican que lo sucedido es que a Jesús de Nazareth se le llamaba “hijo de la virgen” -obviamente por los cristianos- y que tal expresión fue mudada por “hijo de Panthera” -obviamente por sus oponentes-. Bien, veamos si tal cosa fuese posible a partir de los términos.

Primero, resulta que el parecido entre “Panthera” y “Parthenos” se busca entre expresiones...de dos idiomas distintos, así la expresión “hijo de la virgen” en griego -transliterado- correspondería a “huios parthenou”, mientras que en hebreo -transliterado- tal expresión sería “ben betula”, es decir ¿cual es el parecido idiomático u onomatopéyico entre ambas expresiones? Pues...ninguno, luego por esa vía no puede concluirse confusión lingüística alguna que introduzca el término “Panthera”, porque...tal término -por esa vía- no aparece por ninguna parte, no hay semblanza onomatopéyica ni formal que pudiese hacer comprensible el juego de palabras -aún siendo un juego de palabras malintencionado-, eso al margen que los textos hablan de “ben Panthera” -o similar-, es decir, utilizan el término “ben” -hijo- en hebreo, si la confusión naciese de la polémica -aún contemplando que ésta no este exenta de mala fe, como atribuye Keller- entre cristianos y sus detractores, si estos últimos fuesen judíos “de a pie” -digamos que la maledicencia proviniese de “la fiel infantería”- el término utilizado hubiese sido “bar” no “ben”, porque “bar” es “hijo” en arameo y el pueblo llano en la Judea del siglo I EC -por ejemplo- hablaba arameo no hebreo, y esa era la lengua en la que hubiese polemizado, generado sus invectivas o sus alabanzas, esa y, tal vez, el griego. Así que dificilmente la confusión de términos pudiera generarse a nivel lingüístico entre el hebreo y el griego, en todo caso debiera haberse producido entre el arameo y el griego y, en todo caso, entre arameo y griego o entre hebreo y griego no hay similitud ni onomatopéyica ni lingüística que pueda dar pie a un juego de palabras que haga comprensible la introducción del término “Panthera”.

Segundo. Además de eso resulta que existe evidencia documental y arqueológica que confirma que el término “Panthera” es, en realidad, un nombre romano -aunque no muy usual-...asociado a militares romanos, que es, justamente, lo que afirma Celso, muchas más vueltas al origen de la palabra “Panthera” como nombre no cabe darle, la explicación lingüística -aunque sea asociada a la mala fe de los detractores del cristianismo en aquella época- no se sostiene -a mi humilde parecer-, eso, además de que ni Orígenes ni Epifanio en sus refutaciones a Celso no mencionan para nada esa “confusión lingüística”.

Por último, resulta que textos tan poco proclives a la polémica anticristiana como son los evangelios dan indicios...de ciertas sospechas del supuesto padre putativo de Jesús acerca de la fidelidad y el comportamiento de su esposa, así puede leerse en Mateo:

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente”
(Mateo 1:18-19, NT, Biblia versión Reina-Valera, edición revisada de 1960)

Y en el evangelio de Marcos se dice:

“¿No es éste el carpintero (1), hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están aquí también con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él” (
Marcos 6:3, NT, Biblia versión Reina-Valera, edición revisada de 1960)

Paralelamente en el texto de Mateo se indica:

“¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?

¿No están todas sus hermanas con nosotros?...”
(Mateo 13: 55-56, NT, Biblia versión Reina-Valera, edición revisada de 1960)

En esos fragmentos los evangelios de Marcos y Mateo indican un par de cosas. La primera -y es la que abunda en la sospecha de la filiación de Jesús- es que Marcos menciona a Jesús de Nazareth sólo como “hijo de María” cuando lo habitual era mencionar la filiación paterna...caso de ser legítima o conocida, por su parte Mateo sí que habla de un padre -se refiere a Jesús como “hijo del carpintero”, ahora bien...sigue dando por toda referencia a la filiación un sólo nombre: el de la madre.

La segunda cosa es incidental y subsidiaria respecto a nuestro tema, es la mención a los hermanos y hermanas de Jesús, como digo eso es subsidiario en lo relativo a la cuestión de la paternidad de Jesús pero...deja clara que la especulación sobre la virginidad perpetua de María es aún más especulativa que la relacionada con el nacimiento de Jesús de Nazareth. Y por si hubiese alguna duda respecto a la duración de dicha virginidad, el texto de Mateo vuelve a abundar respecto a su limitación:

“Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús”
(Mateo 1:25, NT, Biblia versión Reina-Valera, edición revisada de 1960)

Es decir, “no la conoció hasta...”, según el propio texto apologético cristiano la virginidad perpetua no es perpetua puesto que dura...”hasta”, vaya que dura lo que dura, es transitoria y no perpetua. Cerremos con esto este asunto subordinado.

Como se ve hasta los mismos evangelios muestran indicios de las sospechas a las que el embarazo de María dan pie -muestran tales indicios aunque, como es lógico, sea para proceder a refutarlos, por algo se trata de textos cristianos-.

Nada concluyente

¿Todo lo anterior puede llevar a muchas conclusiones? en puridad a pocas, lo que puede llevar es, esencialmente, a plantear más interrogantes, posiblemente condenados a quedarse en dudas -eso sí, dudas con importantes implicaciones, caso que se despejasen de determinada manera-. Pocas, muy pocas, respuestas, y pocas, muy pocas, conclusiones, excepto tal vez una: la práctica imposibilidad de alcanzar eso que algunos autores han llamado “el Jesús histórico” para referirse a cierta dimensión -digamos que “biográfica”- de la figura de Jesús de Nazareth.


Jorge Romero Gil


Notas:

(1) La palabra griega utilizada por el texto de Marcos aquí es “tektôn” -τεχνίτης- que significa “artesano”, sin embargo “tektôn” se parece foneticamente mucho a otro término griego, la palabra “teknon” -παιδί- que significa...”niño”, si en lugar de “tektôn” se pusiese “teknon” resulta que el pasaje de Marcos diría “¿no es este el niño hijo de María?” Lo cual aún aumentaría más la ambigüedad “en negativo” de la referencia, digamos que al separar un “niño” de “María” del resto de sus hermanos y hermanas. Naturalmente estaría también la otra explicación, de base religiosa y cristiana: cabría la separación dadas las características especiales -en positivo- de ese “niño hijo de María”. La comparación de los términos no resultaría inadecuada por cuanto aquí se habla de vocablos del mismo idioma, no de algo perteneciente a idiomas diferentes.


Bibliografía

Biblia, versión Reina-Valera, edición revisada de 1960

Celso, “El discurso verdadero contra los cristianos”, Alianza Editorial, Madrid, 1988

“Corpus Inscriptionum Latinorum” (CIL)

Herford, R.T.: “Christianity in Talmud und Midrash”, Londres 1903

Josefo, Flavio.: “La guerra de los judíos”, vol. 2, Editorial Gredos, Madrid, 2001

“Journal of Roman Military Equipment Studies”

Juliano Augusto, “Contra los galileos. Cartas. Leyes”, Editorial Gredos, Madrid, 2002

Keller, W.: “Y la Biblia tenía razón”, edición revisada de 1978, Ediciones Omega, Barcelona, 1985

Renán, E.: “Cristianismo y judaísmo”, Ediciones elaleph, 2000

“Talmud de Babilonia”, edición en inglés de H. Freedman y J. Shachter.

“Talmud de Babilonia”, vol. I, edición en inglés de Michael L. Rodkinson, Boston, 1903



viernes, 30 de diciembre de 2011

Tetragrámaton, Sem Hameforash y acrónimos



Hablemos un poco sobre el tetragrámaton y ciertas curiosas derivaciones del mismo. Tenemos que éste es YHVH, se trata de un fragmento de un nombre, no de un nombre completo -el nombre completo se perdió hace siglos, ese nombre era el Shem Hameforash-.

El tetragrámaton y un acrónimo

Bien, pensemos ahora en su origen, tenemos lo siguiente, en los textos de su religión de origen nos encontramos con:

1- YHVH,


2- resulta que el nombre no se puede pronunciar porque esta incompleto,


3- resulta que tampoco puede pronunciarse ni siquiera fragmentariamente porque su religión de origen no contempla tal opción,


4- resulta que como nombre alternativo para pronunciar -llegado al punto del texto donde aparece la palabra fraccionada YHVH- se propone אֲדֹנָי "Adonai" o "Edonai" (Señor)


5- resulta que durante la Edad Media eruditos judíos inventan un sistema de puntuación para las vocales (que, de entrada, no existían como tales en hebreo), se intercalan las marcas de puntuación de las vocales de "Adonai" o "Edonai" entre las consonantes YHVH -para que la gente cuando llegue a ese punto del texto y deba pronunciar algo en voz alta diga "Adonai"-,


6- resulta que eso nos da YeHoVaH (la "i" desaparece porque en puridad corresponde no a una marca vocálica sino a la medio vocal hebrea "yud"),


7- resulta que eso lo ve un "plagiador", dice "¡eureka!", lo confunde con un nombre y...lo adora como al nombre de su Dios...curiosísimo,


8- resulta que en los textos actuales del "plagio" pues sigue apareciendo el acrónimo...confundido con nombre.

El Nombre de D_os

Si el nombre esta incompleto o completo entraríamos en valoraciones respecto al Shem Hameforash, esta incompleto en la medida que se ignoran las "vocales no gráficas" que lo completaban originalmente -con la seguridad de las mismas tendríamos el Shem Hameforash-, resulta que estas "vocales no gráficas" se supone que las guardaban cierto grupo de sacerdotes y de entre ellos las conocían dos: el Sumo Sacerdote y otra persona designada por él para que en caso de fallecimiento de uno otro controlase el nombre completo.

Desaparecido definitivamente el sacerdocio...se pierde ese conocimiento oral, por eso, en cualquier caso, el nombre es incompleto, no porque no existiese "al completo" previamente sino porque al desaparecer el conocimiento oral en cuestión -altamente restringido, sea la restricción la que indica la tradición o sea algo "menos restringida"- pues...se esfuman esas "vocales no gráficas" que nos faltaban. Lo que falta tiene, seguramente, relación con el verbo ser, dado que "Yo Soy" era uno de los atributos de la divinidad y "Yo Soy" aparece junto al tetragrámaton.


La no pronunciación del nombre de la divinidad -ni siquiera fragmentariamente- tiene que ver con la dignidad que se otorga al mismo, y con la especial consideración que el judaísmo otorga al valor "intrínseco" de las palabras -de esa consideración o valoración especial hacia la palabra nace también la Cabala-.

La palabra "Jehova" en puridad es un acrónimo, no es nombre de nada.  

Moraleja: si no sabes leer no escribas, y...si vas a plagiar algo...asegúrate antes de lo que estas plagiando -caso contrario se hace el ridículo-.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Biblia de Jerusalén, Edición de 1976

Renán, E., Historia de las religiones. Cristianismo y judaísmo

Tanaj, versión derivada de” Westminister Leningrad Codex”  del “the Westminister Hebrew Institute”

The Babylonian Talmud, traducción M.L. Rodkinson ,1918



jueves, 29 de diciembre de 2011

El establecimiento de la dinastía Flavia: la crisis del 69 (VIII)




VIII. Organización del ejército, fronteras y limes

En el presente apartado se revisara, en síntesis, la organización del ejército romano -la legión y otras unidades-, la aparición de la idea de frontera fija -y la conceptualización estratégica que ésto implica- y del limes.

Organización del ejército romano.

El ejército romano se divide en dos tipos de tropa básicos: las legiones y los auxiliares. Las legiones están formadas por unidades de infantería pesada -reclutadas esencialmente entre los ciudadanos romanos-; por su parte, los auxiliares podían ser tropas de infantería ligera, media o caballería, eran reclutados de no ciudadanos, y se les daba la ciudadanía después de veinte años de servicio. La legión romana había sido normalizada -en relación a su organización, armamento e instrucción- durante la época de Julio César, y no cambiaron significativamente desde entonces hasta el período aquí contemplado.

El empleo de auxiliares (auxilia) de un modo regular empezó antes de la época de César, pero no se estableció ninguna organización hasta el siglo I antes de Cristo. Las tropas auxiliares se reclutaban mediante alistamiento obligatorio y se organizan en cohortes de infantería y alas de caballería, de 480 a 512 hombres (quinquenaria equitata o pedita) y de 768 a 960 hombres (miliaria equitata o pedita); la unidad de infantería básica era la cohorte, que existía en dos formas, la Cohors Pedita que contenía 480 soldados y la Cohors Equitata, que contenía 480 infantes y 120 caballos agragados. Los mayores tamaños de estas unidades tenían 960 hombres de infantería y 240 de caballería. Estas tropas se encontraban al mando de oficiales romanos del orden ecuestre (praefectis cohortis, tribunis cohortis), si bien también podían estar dirigidas por notables nativos (como, por ejemplo, el caso de los bátavos y Julio Civil; o bien las fuerzas suevas que combaten al lado de los flavianos al mando de sus reyes, etc.). En principio las fuerzas auxiliares se reclutaban dentro de un mismo grupo étnico (entre otras cosas porque, también, se buscaba una determinada especialización militar en ellos: honderos baleares, caballería númida, etc.), no obstante, para cubrit los huecos que se producían paulatinamente en estas tropas se recurría, por lo general, a reclutas de las regiones cercanas al lugar de estacionamiento de la tropa.

Los efectivos medios por cada legión oscilaban entre 5.000 y 6.000 hombres. Una legión estaba formada por 10 cohortes (entre 500 y 600 hombres por cohorte, cada cohorte se subdivide en tres manípulos y seis centurias -dos centrurias por manípulo) las cuales contenían 30 manípulos (cada manípulo tenía entre 160 y 200 hombres, y estaba formado por dos centurias) y 60 centurias (entre 80 y 100 hombres por centuria). La cohorte más antigua, sin embargo, tenía cinco centurias de 160 hombres cada una; los hombres extras eran los armeros, artesanos, ingenieros, tripulantes de catapultas, etc. Las centurias se dividían habitualmente en unidades llamadas contuburnia.

Las legiones -junto a los auxiliares que tenían adscritos- estaban subordinadas al gobernador -generalmente de orden senatorial, con excepciones como Egipto- de la provincia donde estaban estacionados sus campamentos.

Una legión no tenía originariamente un comandante -propiamente dicho- establecido, siendo asignado un miembro del Estado Mayor. Posteriormente se asignó al mando de cada legión a un legatus legionis (también senador), si bien, de hecho, un legado no necesitaba actividad militar, ya que era efectivamente aislado de la necesidad de mandar, no obstante un legado con dotes de mando y con capacidad militar podía ejercer el mando efectivo de su legión.

Dentro de la legión, el Estado Mayor -el cuerpo de oficiales-, estaba constituido por seis tribunos militares (uno senatorial y los demás del orden ecuestre), si mostraban una cierta capacidad militar podían ser puestos al mando de una o más cohortes. Esta falta de profesionalidad en los mandos superiores era compensada por la experiencia del cuerpo de centuriones, sobre los que descansaba, en realidad, la propia legión. De hecho, el oficial más importante de la legión, desde un punto de vista militar, era el Primus Pilum (primer centurión de la primera cohorte, en el momento de su licenciamiento podía ser incluido en el orden ecuestre); éste era, habitualmente, un centurión que había ascendido desde abajo, estaba a cargo del despliegue táctico de la legión y de su conducta en el combate; normalmente, el Primus Pilum tenía la última palabra en todas las materias militares y la mayoría de legados confiaban en su experiencia superior. Cada centuria estaba mandada por un centurión asistido, a su vez, por un optione.

Los demás oficiales no tenían responsabilidades de mando, éstos eran estandartes de cada cohorte, el portador del Aguila de la legión y gran número de cargos de distinto carácter organizados según rangos fijos: ordenanzas (cornicularii), correos (speculatores), escribas, intendentes, encargados de la administración, técnicos, médicos, etc., la escala más baja dentro de la legión correspondía al soldado raso (gregarius).

Cada legión tenía añadidos 128 jinetes para tareas de mensajeros y escolta, y 65 piezas de catapultas (59 lanzadores de flechas y 6 de piedras). Hacia el final del siglo I a. de C., la caballería puede haber desaparecido de la organización de la legión. La artillería se dejaba habitualmente detrás para guardar el campamento base de las legiones.

En cuanto a la caballería, la unidad principal de la misma es la Ala (alae), que podía responder a dos tamaños: la quinquenaria de unos 512 hombres y caballos y la miliaria de unos 768 hombres y caballos. Las Alas estaban divididas en secciones d3 32 hombres denominadas Turmas (turmae). Una Ala quinquenaria tenía 16 turmas y una Ala miliaria tenía 24. Cada Turma estaba al mando de un decurión.

Mención expresa merecen los cuerpos especiales de la Urbe. De éstos, el más importante lo forman los pretorianos -estacionados en la capital-, se consideran una tropa de élite inmediata a la persona del emperador, la guardia pretoriana estaba constituida -en principio- por nueve cohortes y estaba al mando de un prefecto del orden ecuestre (praefectus praetorio), en principio estas tropas estaban constituidas sólo por soldados itálicos. También existían tres cohortes urbanas (cohortes urbanae), posteriormente ampliadas a cuatro, éstas estaban al mado del praefectus Urbi y, esencialmente, cumplían funciones de policía en Roma. Igualmente, cabe añadir a las siete cohortes vigilum -al mando del praefectus vigilum- encargadas de la vigilancia nocturna de la ciudad y de funciones de bomberos.

La flota romana

En cuanto a la flota, fue obra de Augusto la creación de una flota de guerra permanete: organizó dos bases navales en Italia (que durante siglos serían los cuarteles generales de las dos mayores flotas romanas), la de Miseno (bahía de Nápoles) y la de Ravena (en la desembocadura del Po). Igualmente, en algunas provincias se estacionaron flotas permanentes, pudiéndose citar las bases de Gesoriacum (en la Bélgica), Forum Iuli (Narbonense), Trapezus (Capadocia) y Alejandría (Egipto).

La descripción y funciones de la flota imperial se puede ver, también, en el siguiente fragmento de M. De Brossard: "El cuartel general"..."estaba en Messina, protegido por un cabo cercano al norte de Nápoles. Tenía allí cincuenta unidades repartidas en trirremes y quinquerremes. El almirante enarbolaba su insignia en un gran seis.

La segunda flota estaba en Rávena. Era menos importante y estaba compuesta sólo de trirremes.

El espacio marítimo, desde Gibraltar al mar Negro, estaba dividido en sectores confiados a escuadras provinciales de patrulla y de enlace rápidos.

El conjunto constituía una fuerza de disuasión, de prestigio y de eficaz policía.

Las escuadras provinciales estaban compuestas en su mayor parte de liburnas, modelo inspirado en los barcos piratas de Iliria y modificado para un empleo militar. Este tipo de navío que era visto en todas partes, se convirtió en el símbolo de la marina romana, a la que corrientemente se llamaba <<la liburna>>.

Las tripulaciones no eran romanas. En Roma, el único servicio honorable, era el del ejército de tierra. A bordo sólo se encontraban griegos, sirios, egipcios y eslavos, que después de unos quince años de servicio, adquirían al ciudadanía romana. Los esclavos reclutados por Agrippa, contra Pompeyo y Antonio, habían sido libertos al enrolarse, pero tampoco eran ciudadanos, tal es así que, en las tripulaciones jamás hubo esclavos, pero tampoco hubo ciudadanos romanos.

Los oficiales eran griegos. Por lo tanto no es de extrañar que la marina fuese mucho tiempo considerada como extranjera. Y sólo los emperadores estaban orgullosos de ella, como si se tratase de una bella coraza dorada" (75).

Cabe mencionar también las flotillas fluviales como, por ejemplo, la flotilla fluvial del Rhin; ésta sólo contenía barcos de quilla plana y buques de patrulla ligeros, estos barcos en la marina romana no eran tripulados por esclavos, sino por marineros pagados por su trabajo y de los que se esperaba que lucharan cuando una acción de abordaje se produjese. Los barcos de transporte empleados por la flotilla del Rin eran de diseño poco profundo, de casco redondeado y similares en su forma global al barco mercante romano normal; tenían unos 21 metros de largo, 6 de ancho y un calado de 1,60 a 2 metros; incluyendo una tripulación de 20 a 25 remeros el barco podía cargar entre 40 a 50 toneladas de hombres y suministro; en la construcción de pontones estos barcos eran anclados en posición y lastrados, construyendose un malecón de madera sobre ellos (quedando el camino sobre el malecón). Los barcos de patrulla eran algo más largos que los barcos de transporte y mucho más rápidos; eran del tipo llamados Diburnia y se trataba de birremes (tenían dos bancos de remos); estos barcos tenía unos 36 metros de largo por unos 4 metros de ancho y un calado de 1 a 1,5 metros; disponían de unos 120 remeros -60 por lado y 30 en cada banco-, adicionalmente podían llevar unos pocos veleros para gobernar el barco, para recoger y desplegar la vela, etc., y un grupo de 40 o 50 infantes de marina para acciones de abordaje, etc.

En cuanto a la organización naval, ésta refleja una adaptación del modelo terrestre; la tripulación de los barcos -independientemente de su número, y excepto para barcos muy pequeños como los de transporte- se consideraba como una centuria y eran mandados por un centurión (aunque no era denominado con ese título), seis barcos formaban el equivalente de una cohorte. Por lo que se refiere al equipo, la infantería de marina estaba equipada y luchaba como auxiliares, si bien -y por motivos obvios- nunca llevaron coraza metálica -con la excepción de los cascos-.

El equipo del legionario

Por lo que se refiere al equipo del legionario, éste se encontraba ya bastante normalizado desde la época de César, no obstante hubo algunos cambios entre ésta y el período contemplado aquí.

El escudo utilizado hasta el final del siglo I a. de C. era de un tipo oval de unos 120 cm de largo por 60 cm de ancho, éste fue sustituido por el escudo rectangular semicilíndrico (asociado habitualmente con los legionarios romanos), ambos tipos de escudo aparentemente se sostenían por una única correa que se encontraba en la parte interior del escudo, los escudos estaban repujados y pintados con un diseño único para cada legión.

Los cascos estaban hechos de bronce, hierro o acero crudo y tenían, en general, la forma del cráneo con unas piezas protectoras para las mejillas y un reborde posterior para proteger la nuca. Se disponía de un tipo de hueco para colocar una ceín de caballo o un penacho de algodón coloreado con los colores de la legión (que sólo se usaban en los desfiles).

La armadura corporal cubría el torso y la espalda, mientras un delantal de correas de cuero reforzadas (tachonado) con metal protegía la ingle. Hasta cerca del año 20 d.C. la cota de malla era el material empleado para la coraza corporal (lórica hamata); posteriormente la cota metálica fue sustituyéndose gradualmente por una coraza segmentada (lórica segmentata), este tipo es la familiar variante de coraza formada con correas paralelas, dicha conversión se completó probablemente hacia el año 60 d.C. (es decir, poco antes de la guerra civil del 69).

El armamento legionario estándar, a lo largo de este período, era la combinación pilum-gladius. El pilum era una lanza arrojadiza pesada, con cabeza larga de hierro o acero y mango de madera, tenía -más o menos- 1,80 metros de largo de los cuales los primeros 120 cm. pertenecían al mango de madera, mientras los restantes pertencían a una pieza de acero cuyos últimos 2 o 3 cm. estaban convertidos en una punta y templados (el resto de la pieza de metal no se templaba). La gladius era una espada corta de unos 50 cm. diseñada especialmente para acometer (un estoque tenía una probabilidad mejor de causar daño, además requiere menos espacio que una espada larga).

Por lo que se refiere al equipo utilizado por las fuerzas auxiliares, éste se encontraba lejos de estar normalizado (prácticamente en cualquier período). A grandes rasgos se puede decir que los escudos -cuando se empleaban- podían ser de la forma o val o rectangular, hexagonales o circulares, estos últimos eran los que generalmente utilizaba la caballería, no obstante, hacia los años 60 d.C. cada unidad auxiliar tenía un único modelo de escudo (como las legiones); los cascos -cuando se utilizaban-, podían ser cualquier cosa, desde una simple envoltura del cráneo hasta el más completo de los legionarios, los materiales podían ser cuero, latón, hierro, acero crudo, bronce o -en algunos casos- dientes de jabalí atados juntos; las armas ofensivas eran inicialmente las armas nativas de los combatientes, pero posteriormente los romanos normalizaron una combinación de lanza, esapda y jabalina (pilum), ambas para infantería y caballería. Las unidades de proyectiles eran raras, siendo las más habituales los honderos; también se empleaban arqueros, aunque eran más comunes en las partes orientales del Imperio.

Las formaciones tácticas

En relación a las formaciones tácticas más habituales para el combate, éstas y sus ventajas se pueden observar en el siguiente fragmento de A. Ferrill: "Los romanos luchaban por lo regular en orden cerrado en oleadas de líneas delgadas, evitando la utilización de los llamados <<batallones pesados>> como las falanges griegas. La ventaja del sistema táctico romano estribaba en que todo el potencial disponible podía entrar en acción directa a lo largo de esta línea. No había merma alguna en la retaguardia de una profunda formación. Aún más, los soldados romanos no contaban con luchar a muerte antes de ser reemplazados por hombres de la retaguardia. Había una rotación regular de líneas de soldados. Obviamente, tal sistema demandaba buenos guerreros en todas partes. En los batallones pesados, las tropas ligeras pueden ponerse en el centro de la formación con buenas tropas en el frente y la retaguardia (el pánico casi siempre se originaba en la retaguardia). En la legión romana no había lugar para tropas débiles" (76).

Todo lo anterior muestra la organización y el tipo de ejércitos -y flotas- que se enfrentaron a lo largo de la guerra civil del 69, es evidente que el espíritu de cuerpo en estas unidades -sobre todo en las legiones- era muy fuerte y al orgullo propio de la legión y su historial se añadía el orgullo de la provincia o lugar de destino -las fuerzas de Germania presumen de lo hosco de su destino y de la dureza de la frontera, las de Italia se consideran superiores a las provinciales (más "civilizadas", más romanas), las de Siria muestran apego a su provincia, etc.-; y la suma de todos estos factores configuraron también la fisonomía del ejército romano.

Fronteras y limes.

Del reinado de Vespasiano data la aparición de la idea de una frontera fija para el Imperio y, con ella, la de la creación del limes -de una línea fronteriza fortificada-; es durante el reinado de Vespasiano, en particular, y el período Flavio en general que se ocupan los Agri Decumani (el territorio existente entre los ríos Danubio, Neckar y Rin) y se consolida el famoso limes renano. Es importante, también, la característica de "frontera fija" que adquieren las fronteras imperiales, en lo básico -con algunas excepciones, como las espectaculares anexiones de Trajano o las conquistas territoriales de Septimio Severo- la frontera del Imperio deja de ser "móvil", ya no se trata de una línea en constante -o cuando menos indefinida- expansión, sino que se trata de una frontera fija que delimita el territorio -ya consolidado- que forma parte del estado romano.

La idea de una frontera fija y de un limes fortificado, lleva también aparejada una determinada conceptualización estratégica, lo que Arther Ferrill denomina una "gran estrategia": "La gran estrategia es un concepto vago. Incluye más que lo puramente militar, implicando a menudo la política, la diplomacia, la economía y a veces la religión. La gran estrategia romana del siglo segundo se basaba en la estabilidad política -la prepotente seguridad exige la presencia de las legiones en las fronteras-" (77); fuera de la definición genérica de la idea de "gran estrategia", aquí A. Ferrill incluye la idea de "prepotente seguridad", como la base de esa "gran estrategia" en el Imperio, si bien aquí el autor se refiere al siglo II, lo cierto es que las bases de esa política -y la misma conceptualización estratégica- aparecen claramente durante la dinastía flavia, la ocupación del Agrii Decumani, la fortificación de los mismos y de la frontera renana se incluyen en esa dirección, se incluyen en la idea de crear un control territorial desde la misma línea fronteriza -lo que implica que el Estado "cuida" de todo el espacio del Imperio y que no deja "tierras de nadie"- y una defensa desde esa frontera de la totalidad del territorio, de la totalidad del espacio político-administrativo del Imperio.

En que se basaba esa "gran estrategia" de "prepotente seguridad" -cuyo rigen se encuentra en el período flavio- lo define, también A. Ferrill: "los emperadores romanos persiguieron una gran estrategia basada en la prepotente seguridad -el establecimiento de una barrera defensiva en línea a lo largo del perímetro del Imperio-. Las legiones fueron colocadas en grandes fortalezas a lo largo de las fronteras, en las que se había construido una cadena de muros de piedra enormes, ninguno más famoso que el Muro de Adriano al norte de Inglaterra. Las fronteras estáticas del Imperio eran impenetrables, o al menos a eso estaban destinadas.

Consecuentes con este sistema de fuerte defensa fronteriza, los emperadores no mantuvieron ninguna reserva central en el corazón del Imperio"...

"El sistema defensivo del Imperio Romano se basaba en una red de vías y otras líneas interiores de comunicación (ríos y el mar) tales que las tropas podían ser transportadas desde una base a lo largo de la frontera para ayudar a proteger un punto en peligro"...

"La gran estrategia romana durante el Alto Imperio Romano estuvo basada sobre todo en la superioridad táctica del ejército romano ante todos los enemigos potenciales. Hasta ese punto los famosos muros y fortalezas pueden despistarnos. El ejército, no los muros ni las fortificaciones, defendía las fronteras. Los muros y fortificaciones podían ser útiles para retroceder cuando la lucha llegaba a ser demasiado difícil o para proporcionar una forma importante de seguridad psicológica a las tropas de Roma, a la manera de los famosos campamentos de marcha, pero no podían mantener un determinado enemigo fuera del Imperio. Sólo un ejército luchando en el campo de batalla podía confiar en hacer eso" (78).

El anterior fragmento define, bastante claramente, cual era la política defensiva y la utilidad militar del limes durante el Alto Imperio; esta política defensiva -sobre todo la conceptualización del limes como apoyo estático a una defensa fronteriza móvil- comienza a materializarse en el siglo I con los Flavios -si bien ya con los Julio-Caludios aparecen elementos en esa dirección- y llega a su culminación en el siglo II con los Antoninos.

En cuanto a los Agri Decumatii, se puede decir que éstos significan la más importnate reorganización territorial de Germania durante el reinado de Vespasiano. Se trata, como ya se ha indicado anteriormente, de una zona situada a la derecha del Rhin y al sur del Main, que había permanecido durante mucho tiempo bajo una soberanía poco clara (probablemente confiada a cultivadores romanos o celtas obligados a pagar una décima de su cosecha o producción, de lo que podría derivarse el nombre de los Agri); después de la inclusión de estos territorios la frontera romana va del Rhin al Danubio e incluye las montañas del Taunus, con lo que se añade un nuevo tramo de limes al ya constituido a lo largo del propio Rhin desde el mar del Norte hasta Coblenza. En total, el viejo y el nuevo limes están defendidos (incluida la flota, con sede en Colonia) por fuerzas equivalentes al 15% de toda la plantilla del ejército romano.

El nuevo tramo defensivo del limes pasa por cuatro fases evolutivas: en época de Domiciano existe un camino militar, dominado por torres de madera; en época de Adriano se le añade una empalizada -igualmente de madera-; a mediados del siglo II las torres de madera son sustituidas por otras de piedra y a fines del mismo siglo o a inicios del III se añaden un muro de piedra y un foso.

Igualmente el recorrido sufre algunas modificaciones con el paso del tiempo. El limes que sale del Rhin algo al norte de Coblenza, cruza inmediatamente el río Lagona (Lahn), continua hacia el este incluyendo el Taunus y se desvía hacia el norte alrededor de la región de Wetterau, dirigiendose posteriormente hacia el sur -pasando algo al este de la actual Frankfurt- y sigue el curso del Main casi hasta Miltenberg. La modificación se produjo en este tramo, en la disposición inicial flavio-trajana (reforzada por Adriano con la empalizada) la zona de Miltenberg quedaba fuera, y la dirección norte-sur es casi perfecta hasta el curso del Neckar; después de Welzheim se desplaza hacia el sureste y acaba por unirse con el limes rético. A mediados del siglo II -y en correspondencia con la sustitución de torres de madera por torres de piedra- el limes germánico se desplaza más hacia oriente en unos treinta kilómetros, quedando dentro de los confines del Imperio el territorio de la misma Miltenberg, además de una importante franja al este del río Neckar; ésta sería ya la disposición definitiva del limes germánico hasta su abandono.

En cuanto a los sistemas de fortificación, se puede indicar la existencia de muros y empalizadas, castra, castella y torres. Así en Holzhausen se han identificado principia, partes de cuarteles y murallas; el castrum de Salzburg (reconstruido con fines didácticos a finales del siglo XIX) está situado en los montes Taunus, aparecen: principia, horrea, murallas con puertas y, en el exterior, instalaciones termales y una mansio o estación de correo para el cambio de caballos, todo lo cual da una idea de cual era la planimetría de una unidad defensiva. Por lo demás, los castella (castra de dimensiones menores, destinados generalmente a las tropas auxiliares) y las torres de guardia completan el panorama de fortificaciones existentes entre un tramo y otro de muro.
           
Por otro lado, además del carácter defensivo del limes, existe otro carácter igualmente notable, se trata de su papel como vía de comunicación. El limes no es solamente un límite -una frontera estática con sus fortificaciones-; las fronteras no faltan, naturalmente, pero también es un constituyente esencial del limes una calle o un sistema de calles que asegura los rápidos desplazamientos de las tropas y de las mercancias a lo largo de la frontera; característica ésta además de un aparato defensivo basado en una gran movilidad de las tropas.

Han quedado restos o signos evidentes del limes además de en Germania, en Britania (con el impresionante muro de Adriano), en Recia, en el sur de la provincia de África o en Oriente; así, el típico foso en forma de V aparece tanto en Germania como en Argelia y en otras partes del Imperio (lo que permite reconstruir buena parte del trazado del limes), naturalmente, cuando la frontera estaba constituida por grandes cursos de agua (como el Rhin o el Danubio) no existía necesidad de foso -el propio río era tanto una barrera defensiva como una vía de comunicación rápida entre ciudades, castra y castella, y aseguraba la movilidad de soldados y mercancías-.

Por todo ello, el limes debe entenderse como mucho más que una frontera o un sistema defensivo, de hecho, se trata de una estructura compleja que engloba ciudades, fortalezas y fortificaciones propiamente dichas, una serie de vías de comunicación rápidas -con un papel no sólo militar sino también comercial y, por tanto, con un papel económico, en cierta medida, relevante- y delimita, también, el territorio bajo soberanía romana efectiva, el territorio del estado romano.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Campbell, J.B., The emperor and the roman army, Oxford, 1984.

Campbell, J.B., The roman army. 31 BC-AD 337, 1994.

De Brossard, Maurice, Historia marítima del mundo, vol. I, Ed. Amaika, Barcelona, 1976.

Ferrill, Arther, La caída del Imperio Romano, Ed. Edaf, Madrid, 1989

Garland, Y., La guerre dans l'antiqueté, París, 1972.

Grant, M., The army of the caesars, Londres, 1974.

Kovaliov, S.I., Historia de Roma, vol. II, Ed. Sarpe, Madrid, 1985

Le Roux, Patrick, L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques: d'Auguste a l'invasion.

Marin y Peña, Instituciones militares romanas, Madrid, 1956.

Parker, H.M.D.: The roman legions, Cambridge, 1958.

Suetonio Tranquilo, Cayo, Los doce césares, Ed. Iberia, Barcelona, 1986

Tácito, Cayo Cornelio, Historias, Ed. Akal, Madrid, 1990

Warry, J., Histoire des guerres de l'antiquité, Bruselas, 1981.

Watson, G.R., The roman soldier, Londres, 1969.

Webster, Graham, The roman imperial army, Ed. A & C. Black, Londres,1969.

Notas

(75) De Brossard, Maurice, Historia marítima del mundo, vol. I, Ed. Amaika, Barcelona, 1976, pág. 132.
(76) Ferrill, Arther, La caída del Imperio Romano, Ed. Edaf, Madrid, 1989, pág. 35-36.
(77) ibidem, pág. 37.
(78) ibidem, pág. 31-34.