La figura de Jesús está muy enraizada en la cultura occidental, es obvio
-para bien y para mal- el peso del cristianismo en la Historia de Occidente,
incluso se dan como “naturales” relaciones que, en realidad, son inexistentes,
así se habla del “judeo-cristianismo” de forma casi automática, sin darse
cuenta que tal asociación surge de una presunción falsa: que el cristianismo
deriva del judaísmo, casi de manera “natural”, y eso es algo ideológicamente
muy presente en la conciencia -y en el subconsciente- de Occidente, pero es
algo que… solo se sostiene por el propio -y secular- discurso cristiano, no por
los hechos.
Sin entrar a valorar ahora que es mejor o peor, lo que resulta evidente,
analizadas las creencias, es que el Dios de Moisés no es el Dios de Jesús, ni
se trata de la misma creencia ni tienen el mismo origen, a despecho del
discurso cristiano. Otra cosa es que el cristianismo se apropie de elementos
(especialmente textos, aunque modificándolos cuando le es preciso) del
judaísmo, pero eso también lo hace con elementos mitraismo y de otras creencias
que ha utilizado.
Los textos del judaísmo se utilizan por dos vías. La primera y más evidente
es para crear el llamado Antiguo Testamento, que no es el Tanaj sino una
variante cristiana a partir del Tanaj, que no sale directamente de éste sino de
las versiones griegas añadidas a la Septuaginta –que tampoco son la
Septuaginta, la Septuaginta original es una traducción erudita de los cinco
libros de la Torá desde el hebreo al griego, con posterioridad se fueron
traduciendo sin “control de calidad” los restantes libros del Tanaj, en
diferentes etapas y versiones, al griego-, estas versiones si ya en origen eran
dudosas –en cuanto a la fidelidad de su traducción- fueron multiplicándose y
empeorando con el paso del tiempo, al punto que entre los siglos II y III EC se
precisan revisiones de esas versiones, así aparecen versiones algo más fieles
como las de Aquila, Teodición o Simaco, de las que prácticamente solo tenemos
referencia aunque, aparentemente, en la Hexapla de Orígenes, a principios del
siglo III EC, se recogen esos textos, junto a la mal llamada Septuaginta, una
versión en hebreo y otra en hebreo pero escrito en alfabeto griego.
En todo caso, el Antiguo Testamento deriva de traducciones griegas del Tanaj,
ni siquiera de los intentos de revisión de las adiciones a la Septuaginta sino
de éstas, sea casual o no eso lleva a errores de bulto –como las “vírgenes” que
aparecen en Isaías, o “crucificados” en los Salmos-, errores que, siguiendo con
las “casualidades”, benefician a la “Interpretatio Christiana” pero… hasta
cierto punto, digamos que aun siendo introducidas esas modificaciones puntuales
-pero significativas- con “calzador” el conjunto del texto… carece por completo
de sentido respecto al Nuevo Testamento.
Por eso el Antiguo Testamento, aun siendo un libro cristiano –por las
modificaciones antes mencionadas- que utiliza al Tanaj se torna por completo
incomprensible, digamos que la pregunta que surge es ¿para qué? La respuesta
cristiana “oficial” es torpe pero intenta buscar una explicación: un Antiguo
Pacto y un Nuevo Pacto.
La realidad es otra: Jesús, para relacionarse con la deidad –sea como la
deidad misma o un enviado- precisa vincularse al Dios de Israel, lo precisa
como sea, a la inversa no sucede lo mismo. Dado que el cristianismo necesita
esa vinculación –que la evolución de otras variantes del gnosticismo no
precisaban, aun teniendo a Jesús como personaje central de sus credos- no puede
prescindir sin más del Tanaj, por ello procede a transformarlo y modificarlo
creando su propio libro –el Antiguo Testamento- y. como esto solo resulta
insuficiente, lo relega a la categoría de “viejo pacto” que será superado por
el “nuevo pacto” –el Nuevo Testamento-, dejando, en la práctica, como única
función del AT un papel de “pregonero” o “anunciador” del “nuevo pacto” o, para
ser más exactos, de algunas características del “nuevo pacto” –que coinciden
con las modificaciones puntuales de los textos del Tanaj, realizadas en las
versiones griegas que forman el AT-. Eso… devuelve a la perplejidad, pues ¿para
decir “cuatro cosas” inconexas y “ligadas por los pelos” se precisaban todos
los libros del Tanaj? Obviamente no, pero es que el Dios del Tanaj, el que allí
se describe, no es el del Nuevo Testamento. Esa es la realidad que… se
desprende de los propios textos.
La segunda vía por la que se utilizan los textos del judaísmo por parte del
cristianismo es para declarar la identidad divina de Jesús, eso lo hacen los
autores de los evangelios, quienes para hacerlo necesitaban conocer tanto los
textos como los presupuestos del judaísmo. Curiosamente este conocimiento se
perderá siglos después, con lo que nos encontramos con “exégetas de patio”
–entiéndase, personas sin conocimiento real ni de teología ni de religiones comparadas,
pero que se atreven a ponderar como si tuviesen algún conocimiento- que, aun
hoy en día, se preguntan dónde está anunciada la divinidad de Jesús en los
evangelios.
Pues bien, los autores de los evangelios usan el judaísmo para pregonarla
¿cómo lo hacen? Pues poniendo en boca de Jesús cosas que sólo podía decir la
divinidad o, bien, poniendo en manos de Jesús acciones que sólo correspondían a
la divinidad. Por ejemplo, cuando en diferentes pasajes de los evangelios Jesús
afirma “Yo Soy” –no un simple “soy yo”, quede claro- está diciendo que es Dios
mismo… según el judaísmo, pues Yo Soy es una de las formas en las que Dios se
denomina –véase el Shemot-. Un ejemplo de las acciones es su intervención en el
episodio del Templo, cuando dice que es “su casa” –Lucas 19:46-, y otro cuando
preguntado sobre la Torá se otorga la facultad de decir que vale o no vale de
ella. Todas esas cosas solo, desde el concepto de Dios del judaísmo, las podía
hacer el propio Dios, luego, al proclamar Jesús eso –siguiendo a los textos
cristianos- o bien era Dios o bien era un blasfemo, sencillamente no caben
otras alternativas… a partir de los textos cristianos.
De la misma manera no cabe otra alternativa, desde una perspectiva de la
religiosidad judía, que concluir que era un blasfemo, puesto que el judaísmo no
lo reconoce como Dios. Por lo cual tampoco se entiende demasiado bien la
reacción cristiana de malestar y hasta “sentirse insultados” cuando se menciona
la blasfemia en relación al comportamiento de Jesús, bien, si no deseaban eso…
no haberle hecho decir que era el Dios de Israel –nadie hablaría de blasfemia
siendo el Pleroma, tal vez de idolatría pero no de blasfemia-.
Si desde los textos pasamos ya a la exposición del credo cristiano en su
versión nicenoconstantinopolitana –que es la mayoritaria-, nos encontramos con
la formulación del concepto del Dios Trino, y del papel especial de la Virgen
María, veamos la formulación de este credo:
Creo en un solo Dios Padre, Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra,
de todo lo visible e invisible.
Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre
antes de todos los siglos; Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero;
nacido, no creado; Consubstancial al Padre, por Quien todo fue hecho. Quien por
nosotros, los hombres, y para nuestra salvación, descendió de los cielos, y se
encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen y se hizo hombre. Crucificado
también por nosotros bajo Poncio Pilato, padeció y fue sepultado. Y resucitó al
tercer día conforme a las Escrituras. Y subió a los Cielos y está sentado a la
Diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria, a juzgar a los vivos y a
los muertos y Su Reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor Vivificador, que procede del Padre, que con el
Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los
profetas.
En la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén.
La idea de la Santísima Trinidad tiene más vinculaciones con otras triadas
-por ejemplo, la de Osiris, Isis y Horus- que con nada que surja de la
religiosidad judía, ni siquiera con los “malabarismos” que el cristianismo hace
del Tanaj se puede encontrar en éste ningún precedente de eso.
Por otra parte la similitud ente María en su papel de “Theotokos” –Madre de
Dios- e Isis es más que notable, además de eso fue muy pragmático, dado que tal
papel tanto sirvió para que el cristianismo suplantase sin demasiados problemas
a los cultos –y lugares de culto- de Isis como, posteriormente, de otras
“diosas madre” femeninas –cabe citar, por ejemplo, el caso de la Virgen de
Guadalupe de México-.
En cualquier caso, el cristianismo y la figura de Jesús es tan presente en
la cultura occidental que incluso deben aderezar los cócteles propios de la New
Age, dónde Jesús es presentado frecuentemente como un “iniciado” o un “avatar”
relacionado, de forma tan curiosa como sincrética, con deidades hinduistas.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Biblia de Jerusalén, edición en
castellano de 1976
Credo Niceno-Constantinopolitano
Tanaj, versión derivada de” Westminister Leningrad Codex”del “the
Westminister Hebrew Institute”
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