sábado, 4 de agosto de 2012

La figura de Jesús, el Tanaj y el Antiguo Testamento




La figura de Jesús está muy enraizada en la cultura occidental, es obvio -para bien y para mal- el peso del cristianismo en la Historia de Occidente, incluso se dan como “naturales” relaciones que, en realidad, son inexistentes, así se habla del “judeo-cristianismo” de forma casi automática, sin darse cuenta que tal asociación surge de una presunción falsa: que el cristianismo deriva del judaísmo, casi de manera “natural”, y eso es algo ideológicamente muy presente en la conciencia -y en el subconsciente- de Occidente, pero es algo que… solo se sostiene por el propio -y secular- discurso cristiano, no por los hechos.

Sin entrar a valorar ahora que es mejor o peor, lo que resulta evidente, analizadas las creencias, es que el Dios de Moisés no es el Dios de Jesús, ni se trata de la misma creencia ni tienen el mismo origen, a despecho del discurso cristiano. Otra cosa es que el cristianismo se apropie de elementos (especialmente textos, aunque modificándolos cuando le es preciso) del judaísmo, pero eso también lo hace con elementos mitraismo y de otras creencias que ha utilizado.

Los textos del judaísmo se utilizan por dos vías. La primera y más evidente es para crear el llamado Antiguo Testamento, que no es el Tanaj sino una variante cristiana a partir del Tanaj, que no sale directamente de éste sino de las versiones griegas añadidas a la Septuaginta –que tampoco son la Septuaginta, la Septuaginta original es una traducción erudita de los cinco libros de la Torá desde el hebreo al griego, con posterioridad se fueron traduciendo sin “control de calidad” los restantes libros del Tanaj, en diferentes etapas y versiones, al griego-, estas versiones si ya en origen eran dudosas –en cuanto a la fidelidad de su traducción- fueron multiplicándose y empeorando con el paso del tiempo, al punto que entre los siglos II y III EC se precisan revisiones de esas versiones, así aparecen versiones algo más fieles como las de Aquila, Teodición o Simaco, de las que prácticamente solo tenemos referencia aunque, aparentemente, en la Hexapla de Orígenes, a principios del siglo III EC, se recogen esos textos, junto a la mal llamada Septuaginta, una versión en hebreo y otra en hebreo pero escrito en alfabeto griego.

En todo caso, el Antiguo Testamento deriva de traducciones griegas del Tanaj, ni siquiera de los intentos de revisión de las adiciones a la Septuaginta sino de éstas, sea casual o no eso lleva a errores de bulto –como las “vírgenes” que aparecen en Isaías, o “crucificados” en los Salmos-, errores que, siguiendo con las “casualidades”, benefician a la “Interpretatio Christiana” pero… hasta cierto punto, digamos que aun siendo introducidas esas modificaciones puntuales -pero significativas- con “calzador” el conjunto del texto… carece por completo de sentido respecto al Nuevo Testamento.

Por eso el Antiguo Testamento, aun siendo un libro cristiano –por las modificaciones antes mencionadas- que utiliza al Tanaj se torna por completo incomprensible, digamos que la pregunta que surge es ¿para qué? La respuesta cristiana “oficial” es torpe pero intenta buscar una explicación: un Antiguo Pacto y un Nuevo Pacto.

La realidad es otra: Jesús, para relacionarse con la deidad –sea como la deidad misma o un enviado- precisa vincularse al Dios de Israel, lo precisa como sea, a la inversa no sucede lo mismo. Dado que el cristianismo necesita esa vinculación –que la evolución de otras variantes del gnosticismo no precisaban, aun teniendo a Jesús como personaje central de sus credos- no puede prescindir sin más del Tanaj, por ello procede a transformarlo y modificarlo creando su propio libro –el Antiguo Testamento- y. como esto solo resulta insuficiente, lo relega a la categoría de “viejo pacto” que será superado por el “nuevo pacto” –el Nuevo Testamento-, dejando, en la práctica, como única función del AT un papel de “pregonero” o “anunciador” del “nuevo pacto” o, para ser más exactos, de algunas características del “nuevo pacto” –que coinciden con las modificaciones puntuales de los textos del Tanaj, realizadas en las versiones griegas que forman el AT-. Eso… devuelve a la perplejidad, pues ¿para decir “cuatro cosas” inconexas y “ligadas por los pelos” se precisaban todos los libros del Tanaj? Obviamente no, pero es que el Dios del Tanaj, el que allí se describe, no es el del Nuevo Testamento. Esa es la realidad que… se desprende de los propios textos.

La segunda vía por la que se utilizan los textos del judaísmo por parte del cristianismo es para declarar la identidad divina de Jesús, eso lo hacen los autores de los evangelios, quienes para hacerlo necesitaban conocer tanto los textos como los presupuestos del judaísmo. Curiosamente este conocimiento se perderá siglos después, con lo que nos encontramos con “exégetas de patio” –entiéndase, personas sin conocimiento real ni de teología ni de religiones comparadas, pero que se atreven a ponderar como si tuviesen algún conocimiento- que, aun hoy en día, se preguntan dónde está anunciada la divinidad de Jesús en los evangelios.

Pues bien, los autores de los evangelios usan el judaísmo para pregonarla ¿cómo lo hacen? Pues poniendo en boca de Jesús cosas que sólo podía decir la divinidad o, bien, poniendo en manos de Jesús acciones que sólo correspondían a la divinidad. Por ejemplo, cuando en diferentes pasajes de los evangelios Jesús afirma “Yo Soy” –no un simple “soy yo”, quede claro- está diciendo que es Dios mismo… según el judaísmo, pues Yo Soy es una de las formas en las que Dios se denomina –véase el Shemot-. Un ejemplo de las acciones es su intervención en el episodio del Templo, cuando dice que es “su casa” –Lucas 19:46-, y otro cuando preguntado sobre la Torá se otorga la facultad de decir que vale o no vale de ella. Todas esas cosas solo, desde el concepto de Dios del judaísmo, las podía hacer el propio Dios, luego, al proclamar Jesús eso –siguiendo a los textos cristianos- o bien era Dios o bien era un blasfemo, sencillamente no caben otras alternativas… a partir de los textos cristianos.

De la misma manera no cabe otra alternativa, desde una perspectiva de la religiosidad judía, que concluir que era un blasfemo, puesto que el judaísmo no lo reconoce como Dios. Por lo cual tampoco se entiende demasiado bien la reacción cristiana de malestar y hasta “sentirse insultados” cuando se menciona la blasfemia en relación al comportamiento de Jesús, bien, si no deseaban eso… no haberle hecho decir que era el Dios de Israel –nadie hablaría de blasfemia siendo el Pleroma, tal vez de idolatría pero no de blasfemia-.

Si desde los textos pasamos ya a la exposición del credo cristiano en su versión nicenoconstantinopolitana –que es la mayoritaria-, nos encontramos con la formulación del concepto del Dios Trino, y del papel especial de la Virgen María, veamos la formulación de este credo:

Creo en un solo Dios Padre, Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible e invisible.

Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos; Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero; nacido, no creado; Consubstancial al Padre, por Quien todo fue hecho. Quien por nosotros, los hombres, y para nuestra salvación, descendió de los cielos, y se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen y se hizo hombre. Crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilato, padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras. Y subió a los Cielos y está sentado a la Diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos y Su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los profetas.

En la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén.

La idea de la Santísima Trinidad tiene más vinculaciones con otras triadas -por ejemplo, la de Osiris, Isis y Horus- que con nada que surja de la religiosidad judía, ni siquiera con los “malabarismos” que el cristianismo hace del Tanaj se puede encontrar en éste ningún precedente de eso.

Por otra parte la similitud ente María en su papel de “Theotokos” –Madre de Dios- e Isis es más que notable, además de eso fue muy pragmático, dado que tal papel tanto sirvió para que el cristianismo suplantase sin demasiados problemas a los cultos –y lugares de culto- de Isis como, posteriormente, de otras “diosas madre” femeninas –cabe citar, por ejemplo, el caso de la Virgen de Guadalupe de México-.

En cualquier caso, el cristianismo y la figura de Jesús es tan presente en la cultura occidental que incluso deben aderezar los cócteles propios de la New Age, dónde Jesús es presentado frecuentemente como un “iniciado” o un “avatar” relacionado, de forma tan curiosa como sincrética, con deidades hinduistas.


Jorge Romero Gil


Bibliografía

Biblia de Jerusalén, edición en castellano de 1976

Credo Niceno-Constantinopolitano

Tanaj, versión derivada de” Westminister Leningrad Codex”del “the Westminister Hebrew Institute”



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