En el año 68 el emperador Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus muere violentamente en una villa próxima a Roma, lo hace en un contexto de graves convulsiones políticas (rebeliones de Vindex en la Galia Lugdunense, Otón en Lusitania, Galba en la Tarraconense, sublevación de Judea desde el 66...), convulsiones que no significan únicamente el fin de Nerón, significan también el fin de la dinastía Julio-Claudia así como la primera prueba de fuego del sistema de gobierno creado por Augusto (el principado).
Por todo ello la muerte de Nerón no es un episodio, no es un simple avatar dinástico, es -sobre todo- una crisis del sistema político del principado, crisis que mostrara la solidez de dicho sistema y que se solventara, precisamente, de una forma que puede denominarse "augustea" (por la línea política que adopta Vespasiano). Para observar la génesis de la crisis y los acontecimientos que llevan a ella es preciso remontarse a los últimos momentos del reinado de Nerón y a esos momentos esta dedicado el presente apartado.
Algunas líneas de la política neroniana.
El principado de Nerón se caracteriza por un progresivo alejamiento de la idea del "primer ciudadano" y de la cooperación política con la aristocracia senatorial; por el contrario Nerón se inclina por el reforzamiento del poder personal -y absoluto- de la figura del emperador, en definitiva busca -como también lo buscó Calígula- el establecimiento de una monarquía absoluta, de una monarquía que, en cierta medida, puede considerarse inspirada en modelos orientales -por ejemplo el de la monarquía parta, heredera de las tradiciones aqueménidas, si bien limitada por una estructura feudalizante del reino parto-. Dentro de esa línea política se entienden algunos elementos, como la aproximación del emperador al "populus" (del que busca apoyo frente al Senado), o bien las buenas relaciones con Partia, buenas relaciones establecidas, no obstante, tras un conflicto por el dominio de Armenia, que se resuelve favorablemente para Roma bajo la dirección de Corbulón, más por la negociación que por las armas (de ahí, también, la amistad de los partos y su buen recuerdo del gobierno de Nerón); de unas y de otras se encuentran claras referencias en Suetonio:
"A pesar de todo, hubo ciudadanos que, mucho tiempo después de su muerte, adornaron su tumba con flores de primavera y verano, que llevaron a la tribuna retratos de Nerón representado con la toga pretexta, y que leyeron en ella edictos en los que hablaba como si viviese aún y hubiera de llegar sin tardanza para vengarse de sus enemigos. Vologeso, rey de los partos, que envió embajadores al Senado para renovar su alianza, pidió sobre todo que se honrase la memoria de Nerón. Veinte años después, durante mi juventud, un aventurero, que se hacía pasar por Nerón, creóse entre los partos, a favor de este nombre, que tan querido les era, un poderoso partido, y sólo con gran esfuerzo se pudo conseguir que entregaran al impostor" (1).
En este fragmento no se ve, en ningún caso y pese a que el autor no es precisamente favorable a Nerón, el recuerdo de un loco furioso o de un tirano caprichoso, sino el recuerdo de un político con unos partidarios lo suficientemente fieles para honrar su memoria después de su muerte y del triunfo de sus enemigos, e incluso para intentar -al amparo de su nombre- revitalizar su causa desde el territorio de sus antiguos aliados (de hecho, Suetonio (2) explica un episodio similar durante el reinado de Tiberio, con la aparición de un falso Postumo Agripa que reagrupa a su alrededor a los partidarios de éste). Igualmente se puede observar no solo la amistad y el apoyo de los partos, sino también el respeto que éstos siguen mostrando hacia la figura de Nerón (pese a su pragmatismo a la hora de renovar sus acuerdos con Roma) tras su muerte, en el hecho de solicitar que se honrase su memoria por el Senado.
Igualmente en Tácito se encuentra una clara referencia a los apoyos políticos de Nerón: "La plebe vil, hecha al circo y a los teatros, así como los peores de los esclavos y los que, tras devorar sus fortunas, se alimentaban de las infamias de Nerón, se mostrabán tristes y ávidos de rumores" (3).
Ciertamente, Tácito, no habla en términos elogiosos de los partidarios de Nerón, no obstante, y dejando de lado las descalificaciones del autor ("plebe vil", "los peores de los esclavos"...) queda claro un elemento que caracteriza al pueblo más llano, un elemento en el que se manifiesta políticamente, y es ,sin duda, su ámbito de actuación pública por excelencia: el circo. Así la frase "la plebe hecha al circo", deja entrever clarisimamente, que es el circo el marco de actuación y manifestación política del populus, no lo es el foro -espacio tradicional de debate público- ya muy institucionalizado, sino el circo y otros lugares destinados a los espectáculos (teatros, anfiteatros).
Evidentemente éstos son lugares de reunión, son espacios en los que la totalidad del pueblo puede manifestarse más a sus anchas, y en los que la diversión no es tan solo una simple distracción sino también una excusa a través de la cual formular las inquietudes, los deseos y los anhelos del populus -o más concretamente, de lo más llano de ese populus-. Es, en definitiva, su espacio de actuación política, y en ese espacio se ganaba o perdía la popularidad imperial: "la popularidad de un Emperador dependía de un factor humano: la actitud que sabía adoptar entre la masa" (4).
La subjetividad de las fuentes
Ahora bien, sería un error el tomar como verdades literales las descripciones despectivas de la historiografía senatorial respecto a éstas actitudes imperiales "pro-populus" en el circo, en opinión del autor del presente trabajo, el circo no solo es un espacio de diversión, es también un espacio de poder, y es a ese poder al que se dirige el emperador, Nerón no se apasiona únicamente por uno u otro conductor de carros, ante todo se dirige al pueblo en solicitud de apoyo político, esencialmente con esos gestos lo que hace es dirigirse a una fuente de poder. De hecho la política que acompañase a esos gestos -que la historiografía senatorial invariablemente reduce al histrionismo o a la pura y simple depravación- es básicamente lo que se ha perdido, y lo que, en el mejor de los casos, apenas se puede percibir.
La morfología misma de los espacios circenses vinculan claramente a éstos con los espacios más importantes del poder público, así en Roma el Circus Maximus se encuentra ubicado junto a los palacios imperiales (Domus Tiberiana, Domus Augustana, Domus Septimii Severi), igualmente cerca aparece el Anfiteatro Flavio; en una capital provincial como Tarraco aparecen prácticamente unidos los espacios del circo y del foro de la provincia, o bien, más tardiamente, en Constantinopla el hipódromo y el palacio imperial se encuentran físicamente unidos (y de sobra es conocida la insurrección del Nika, que en el siglo VI casi le cuesta el trono a Justiniano y que se inicia en el hipódromo).
En definitiva, todo señala, todo denota, que el circo (y también los anfiteatros y otros lugares de espectáculos públicos) es un espacio de poder, y solo puede serlo en la medida en que en ese espacio se manifiesta políticamente -como "su" espacio- el pueblo (o el demos en el caso de la Constantinopla del siglo VI), y es allí donde el reflejo del poder político del pueblo se manifiesta públicamente-.
Y es por ello también que aquellos emperadores (y no tan solo Nerón) que desean apoyarse esencialmente en ese factor político (ciertamente con la intención de convertir el principado en un dominado) buscan y cuidan especialmente ese espacio de poder, de ahí también las prodigalidades en las munera, la multiplicación de gestos (el entusiasmo hacia un color de carros, hacia un actor, hacia los gladiadores...), en definitiva lo que se busca en todo ello no es otra cosa que el apoyo político del pueblo frente al Senado, en el intento de recortar todavía más el poder político de éste y en convertir el principado en una monarquía absoluta. Y la conversión del principado en una monarquía absoluta es una de las claves de la política neroniana, clave que, además, será la causa principal de su caída y del fin de la dinastía Julio-Claudia.
Un intento de monarquía absoluta
Hacia el reforzamiento de la figura del emperador, hacia la exaltación de la monarquía absoluta, se dirige también la política exterior, es por la sublimación del modelo monárquico por lo que se busca la amistad de los partos (el emperador busca la amistad de "su igual" el "Rey de reyes" y, naturalmente, también su apoyo político).
En definitiva, tanto en lo interno, como en lo externo, la dirección, la directriz política por excelencia del reinado de Nerón, aparece claramente definida: la concentración del poder absoluto en manos del emperador (en todos los ámbitos del gobierno del Imperio), y la transformación del principado en una monarquía absoluta, alejándose del modelo augusteo de responsabilidad compartida (al menos teóricamente) con el Senado.
En cierta medida, se puede considerar que el intento de dar la espalda al sistema creado por Augusto, el sistema que consolidó en el poder a los Julio-Claudios, precipita la caída de éstos. Así se da la paradoja que la forma de gobierno creada por la dinastía y que la encumbró será la responsable de su ruina.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Auguet, Roland, Crueldad y civilización: los juegos romanos, Ed. Orbis, Barcelona, 1985
Suetonio Tranquilo, Cayo, Los doce césares, Ed. Iberia, Barcelona, 1986
Tácito, Cayo Cornelio, Historias, Ed. Akal, Madrid, 1990
Notas
(1) Suetonio Tranquilo, Cayo, Los doce césares, Nerón Claudio, LVII, Ed. Iberia, Barcelona, 1986, pág. 259.
(2) ibidem, pág. 129
(3) Tácito, Cayo Cornelio, Historias, I.4; Ed. Akal, Madrid, 1990, pág. 39.
(4) Auguet, Roland, Crueldad y civilización: los juegos romanos, Ed. Orbis, Barcelona, 1985, pág. 158.
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