En la loca carrera, el simbolismo de las aves de Dodgson, las semejanzas y diferencias que presentan sus aves son morfológicas, pero no en un sentido gramatícal, sino en el de forma y lógica, las aves tienen su función lógica, extraña para nosotros pero lógica dentro de la antinomía lógica generalizada del País de las Maravilas.
Así en la carrera loca -y sus antecedentes- el loro es repetitivo, el dodo es robusto, es quién traza la pista y decide las normas, el aguilucho deja creer al dodo que dicta normas mientras se ríe de él -menospreciándolo claramente, y la urraca se muestra suspicaz ante la mención de la gata de Alicia y se comporta como esos córvidos ante el peligro: llama a todos sus congéneres a reunión para proceder a la fuga.
De ese modo, en la locura de la loca carrera y en su desarrollo -con premios incluidos- se despliega una exposición completamente extravagante pero completamente lógica.
Un absurdo lógico o la lógica en el absurdo
De hecho, los dos métodos para secarse siguen su razonamiento, peculiar, pero razonamiento a partir de una pauta no del azar: el primer intento es secarse a partir de lo árido -eso es lógico- el absurdo entra al introducir una aridez narrativa, pero la conexión racional/absurda esta clara; el segundo intento no es menos racional: secarse por la acción del viento ¿a base de qué? Pues a base de correr, ahí entra también lo absurdo o irracional dentro de una idea que, de partida no lo era, porque al correr, lógicamente se sudará lo cual no contribuye a secarse, por eso la conclusión es que a pesar de realizar propuestas con base lógica y racional,. la antinomía de las mismas respecto a las nuestras las convierte en absurdas e irracionales, pero...por un problema de inversión, no es cuestión de azar, ni siquiera de Caos.
Los mundos de Carroll comparten una cosa: pueden parecer -y hasta ser según nuestro punto de vista- absurdos pero... jamás son caóticos. Nada en ellos es fruto del azar.
Los mundos de Carroll comparten una cosa: pueden parecer -y hasta ser según nuestro punto de vista- absurdos pero... jamás son caóticos. Nada en ellos es fruto del azar.
La merienda interminable de un tiempo muerto
La merienda del Sombrerero, el Lirón y la Liebre marcera es interminable, no lo es por aquel asunto de los "no cumpleaños", lo es porque, de hecho, esa merienda se comporta como un agujero negro: no existe el tiempo: el Sombrerero lo ha matado, ha conseguido eso. Esa merienda es, a la vez, uroboros, el ciclo del eterno retorno y el fin del tiempo:
-Bueno -siguió contando su historia el Sombrerero-. Lo cierto es que apenas había terminado yo la primera estrofa, cuando la Reina se puso a gritar:
«¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!»
-¡Qué barbaridad! ¡Vaya fiera! -exclamó Alicia.
-Y desde entonces -añadió el Sombrerero con una voz tristísima-, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora son siempre las seis de la tarde.
Alicia comprendió de repente todo lo que allí ocurría.
-¿Es ésta la razón de que haya tantos servicios de té encima de la mesa? -preguntó.
-Sí, ésta es la razón --dijo el Sombrerero con un suspiro-. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.
-¿Y lo que hacen es ir dando la vuelta? a la mesa, verdad? -preguntó Alicia.
-Exactamente -admitió el Sombrerero-, a medida que vamos ensuciando las tazas."
Y cuando Alicia plantea un dilema al estilo del gato de Schröndpger -al que, por cierto, se parece muchísimo el de Chesire-, la respuesta es la misma que al problena de Schröndiger,: no abrir la tapa:
"-Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa? -se atrevió a preguntar Alicia.
-¿Y si cambiáramos de conversación? -los interrumpió la Liebre de Marzo con un bostezo-. Estoy harta de todo este asunto. Propongo que esta señorita nos cuente un cuento.
-Mucho me temo que no sé ninguno -se apresuró a decir Alicia, muy alarmada ante esta proposición.
-¡Pues que lo haga el Lirón! --exclamaron el Sombrerero y la Liebre de Marzo-. ¡Despierta, Lirón!
Y empezaron a darle pellizcos uno por cada lado".
¿Absurdo? Sí, en apariencia sobre todo, pero es lógico, sigue una pauta racional dentro de lo extraño, por ello más que absurdos los mundos de Dodgson son inversos y siempre, siempre, son lógicos.
La merienda del Sombrerero, el Lirón y la Liebre marcera es interminable, no lo es por aquel asunto de los "no cumpleaños", lo es porque, de hecho, esa merienda se comporta como un agujero negro: no existe el tiempo: el Sombrerero lo ha matado, ha conseguido eso. Esa merienda es, a la vez, uroboros, el ciclo del eterno retorno y el fin del tiempo:
-Bueno -siguió contando su historia el Sombrerero-. Lo cierto es que apenas había terminado yo la primera estrofa, cuando la Reina se puso a gritar:
«¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!»
-¡Qué barbaridad! ¡Vaya fiera! -exclamó Alicia.
-Y desde entonces -añadió el Sombrerero con una voz tristísima-, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora son siempre las seis de la tarde.
Alicia comprendió de repente todo lo que allí ocurría.
-¿Es ésta la razón de que haya tantos servicios de té encima de la mesa? -preguntó.
-Sí, ésta es la razón --dijo el Sombrerero con un suspiro-. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.
-¿Y lo que hacen es ir dando la vuelta? a la mesa, verdad? -preguntó Alicia.
-Exactamente -admitió el Sombrerero-, a medida que vamos ensuciando las tazas."
Y cuando Alicia plantea un dilema al estilo del gato de Schröndpger -al que, por cierto, se parece muchísimo el de Chesire-, la respuesta es la misma que al problena de Schröndiger,: no abrir la tapa:
"-Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa? -se atrevió a preguntar Alicia.
-¿Y si cambiáramos de conversación? -los interrumpió la Liebre de Marzo con un bostezo-. Estoy harta de todo este asunto. Propongo que esta señorita nos cuente un cuento.
-Mucho me temo que no sé ninguno -se apresuró a decir Alicia, muy alarmada ante esta proposición.
-¡Pues que lo haga el Lirón! --exclamaron el Sombrerero y la Liebre de Marzo-. ¡Despierta, Lirón!
Y empezaron a darle pellizcos uno por cada lado".
¿Absurdo? Sí, en apariencia sobre todo, pero es lógico, sigue una pauta racional dentro de lo extraño, por ello más que absurdos los mundos de Dodgson son inversos y siempre, siempre, son lógicos.
Los comportamientos de los animales y el Sombrero
los animales se asustan cuando Alicia menciona a la gata, pero los que se asustan realmente son los pájaros, porque Alicia indica que su gata -a la que echa de menos- caza pájaros. Nada más lógico, pues, que el comportamiento de los pajáros a partir de ese momento, si todos se muestran recelosos, también resulta lógico quién toma la iniciativa: la Urraca, un corvido especialmente prudente. Y ¿quién es el más autosuficiente y confiado entre los pájaros ? Pues el Dodo, un pájaro que ya en época de Dodgson ya se había extinguido, no en balde el aguilucho se ríe de él.
El Sombrerero ha matado el Tiempo, pero lo ha matado como si el Tiempo fuese una entidad física o metafísica con la cual tratar, podríamos llamarlo Cronos. Como lo mató -o Cronos, a todos efectos y respecto al Sombrerero se da por muerto- en un coro ante la Reina de Corazones -que fue causa y testigo de eso- el Sombrerero se muestra, al final, tan tremendamente asustado en el juico de la sota de corazones, porque teme ser reconocido -y lo es- por la Reina de Corazones, que solo entiende de una condena: ¡Qué le corten la cabeza!
Casi podría decirse que el Sombrerero controlaba el Tiempo, el Tiempo cree que lo quiso matar y lo abandona, así que, en puridad el Sombrerero esta en una paradoja temporal o, más bien atemporal, volvemos pues, un poco al gato de Schröndiger.
El Sombrerero ha matado el Tiempo, pero lo ha matado como si el Tiempo fuese una entidad física o metafísica con la cual tratar, podríamos llamarlo Cronos. Como lo mató -o Cronos, a todos efectos y respecto al Sombrerero se da por muerto- en un coro ante la Reina de Corazones -que fue causa y testigo de eso- el Sombrerero se muestra, al final, tan tremendamente asustado en el juico de la sota de corazones, porque teme ser reconocido -y lo es- por la Reina de Corazones, que solo entiende de una condena: ¡Qué le corten la cabeza!
Casi podría decirse que el Sombrerero controlaba el Tiempo, el Tiempo cree que lo quiso matar y lo abandona, así que, en puridad el Sombrerero esta en una paradoja temporal o, más bien atemporal, volvemos pues, un poco al gato de Schröndiger.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas y A través del Espejo, Ediciones Cátedra, Madrid, 1999
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas, Edimat Libros, Madrid, 1998
Carroll, L., Alicia en el País de las Maravillas, Edimat Libros, Madrid, 1998
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