lunes, 6 de febrero de 2012

Antiguo Testamento versus Tanaj




Respecto a la Biblia cristiana y el Tanaj judío conviene clarar algunas cosas, cosas que, normalmente, dan pie a interpretaciones incorrectas o, cuando menos, poco adecuadas.

Antiguo Testamento y Tanaj

La primera mala interpretación viene de considerar textos de un mismo “corpus” los del llamado AT y NT, haría aquí una precisión, el Antiguo Testamento es un libro cristiano porque no es el Tanaj, en absoluto lo es, es una mala copia, mal entendida, mal escrita y, además, adulterada a conciencia -es decir, con dolo. A Isaías 7:14 me remito, por ejemplo y… a muchísimos otros pasajes de Isaías, Salmos, e incluso el propio Génesis/Bereshit, como se puede comprobar a partir de traducciones fiables e interpretaciones en su contexto como las del Zohar-. 

Por lo cual cabe distinguir entre Antiguo Testamento y Tanaj, de entrada, y hablando con propiedad, son dos libros distintos con intencionalidades distintas -seria más complejo abordarlo desde la perspectiva de la libertad del significado, pero esa es otra historia, como diría Kipling-.

Contenido del Tanaj

Ahora en relación al Tanaj, leído en su propio contexto, utilizando tanto métodos propios de la hermenéutica como de la deconstrucción -que, groso modo, es la manera de hacer de la interpretación cabalística, de la Cábala de verdad, no la “utilizada” vía esoterismo o New Age-, vemos que la literalidad no importa, ni la interpretación puramente hermenéutica tampoco, se precisa una exégesis que acuda a la “textualidad”, es decir, a la forma y al contenido de la misma, a la “textura” del texto.

¿Por qué? Pues porqué está escrito de manera que abunda mayoritariamente -por no decir en su totalidad- el metalenguaje -lenguaje que habla sobre el lenguaje o se refiere a él- y se debe abordar desde la metalingüística, la clave de todo ello es semántica y, a ella, va la lectura cabalística.

Sin ella no se entiende nada, se entiende lo que se entiende en las clases de “Historia Sagrada” que impartían párrocos que, a su vez, no entendían nada… se ve una serie de historietas, ciertos fragmentos de folclore, ciertas crónicas de algunos momentos de la Historia del Israel Antiguo, un extraño dios huraño e iracundo y… poco más, bien, eso no es el Tanaj y ese no es D_os -o Hashem, o Elohim o cualquier otra denominación adecuada-.

Sin esa forma de leer no se lee cosas como está: “Con treinta y dos senderos místicos de Sabiduría grabó Yah, el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel, Elhoim vivo, Rey del universo, EL Shaddai Misericordioso y Clemente, Elevado y Exaltado, que mora en la Eternidad cuyo nombre es Santo- El es su sublime y santo-. Y creó Su universo con tres libros (Sepharim), con texto (Sepher), con número (Sephar) y con comunicación (Sippur)” (Sepher Yetzirah, I: 1-1).

Ese fragmento del Sepehr Yetzirah no es gratuito, sale del Tanaj y la Torá, de su correcta lectura, como más extensamente se puede leer en el Zohar.

Las influencias mesopotámicas y sumerias

Y ahora vamos con lo mesopotámico y sumerio, bien, aquí no sólo hace falta el método hermenéutico sino, también, la Historia.

No es preciso desvirtuar nada ni acudir a “inescrutables” y “misteriosas” explicaciones “ad hoc”, solo a los textos y… a las palas y picos -y también pequeños pinceles- con los que trabaja la Arqueología.
Veamos, la parte documental, en el Bereshit se unen diferentes versiones de una cosmogonía, no sucede absolutamente nada: se funden, no sucede nada porque no resta nada al “corpus” del texto, no sobra nada, cada matiz de uno de esos relatos que se funden es un matiz necesario, lo es para explicar cosas del funcionamiento humano y esbozar perfiles de su espiritualidad. Tampoco pasa nada si está claro que en gran medida esos textos se compilaron en diferentes momentos históricos, en Canáan, Judea, Babilonia, no son textos escritos en una “burbuja aséptica”, quienes los escribieron vivían en una cultura y recibían ciertas influencias. Sin duda alguna Lilith es Lilitu -venerada en Sumer- pero ¿sus pocas apariciones o rastros sobran en el texto? no ¿le restan algo? no, solo suman, no vamos a esconder a Lilith o Lilitu, ni a Samael, ni tampoco a Gilgamesh y Utnapishtim, no hace ninguna falta, por el contrario, su ausencia… sí se notaria, porque, entonces, el texto… no seria el texto, no diría lo que dice y… no tendríamos la cábala y sus métodos para leer su “textura”, el tejido sería otro… por ejemplo, algo tan absurdo como el Antiguo Testamento. Tenemos, de hecho, un excelente ejemplo de lo que seria el texto alterado: no seria nada.

Pero no la nada en cuanto “ain” sino en cuanto a inexistencia -”ain” es una “nada” que es “algo” por cuanto separa cosas, tiene una función, pero eso, nuevamente, es otra historia-.

La Arqueología, con ella sabemos que existen inscripciones por todo Canaan dónde aparecen las palabra “El” y “Yah”, inscripciones anteriores al propio Israel, bien ¿eso desdice algo? No, eso, lo que hace, es decir algo: que el culto a Yah era anterior a Israel -en cuanto nación formada o etnia, que seria más apropiado para la época en la que se formó-, y que “Yah” es termino vinculado al verbo “ser” desde antiguo y “El” a la palabra “dios” -Elohim, por ejemplo, es plural mayestático de Hashem… entre otras cosas, porque también es Rigor, pero… de nuevo eso es otra historia; elohim, en minúscula significa “dioses”-.

Jorge Romero Gil


Bibliografía

Bar Lev, Iejiel, El canto del alma, Ediciones Obelisco, Barcelona

Biblia de Jerusalén, edición de 1976

Biblia Reina-Valera, edición de 1960
El Zohar, Ediciones Obelisco, Barcelona, (en curso de publicación, editados hasta la fecha 12 de 32 volúmenes previstos)
El Zohar o El libro del esplendor, selección y edición de Gershom Scholem, Berbera Editores, México
Graves, R., Patai, R., Los mitos hebreos

Renán, E., Historia de las religiones. Cristianismo y judaísmo

Sepher Yetzirah, edición de Westcot Wynn
Tanaj, versión derivada de” Westminister Leningrad Codex”del “the Westminister Hebrew Institute”
The Babylonian Talmud, traducción M.L. Rodkinson ,1918



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