jueves, 2 de agosto de 2012

La historicidad en el relato de Jesús y "El Documento Q" de César Vidal Manzanares



No faltan autores que confunden la denominada “Historia Sagrada” con la disciplina académica llamada “Historia”, que no otorgará a las fuentes apologéticas cristianas mayor valor del de documento histórico en sí, como tampoco lo hará con Flavio Josefo, Dion Casio, Plinio el Joven, Celso o el Talmud.

Por ello, a veces, se confunde mucho la búsqueda del Jesús histórico -que es una, y puede abordarse desde el cristianismo, otra creencia o ninguna-, con el dotar de historicidad a Jesús, que es otra cosa, casi antiacadémica por definición y que solo puede emprenderse desde la creencia, no desde la ciencia, porque el planteamiento ya es “ad hoc” de entrada.
 

Desde ese punto de vista coincidimos y no con el polémico y popular historiador y comunicador César Vidal Manzanares (ex profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y actual columnista, tertuliano y escritor).
 

Coincidimos cuando dice:
 
“En estos últimos casos, da la sensación de que existe un mayor interés por presentar la figura de Jesús que encaje en la última corriente (¿nos atreveríamos a decir “moda”?) que por plantearse seriamente lo que las fuentes nos dicen sobre él. Gracias a ello, hemos “padecido” a Cristos marxistas, hegelianos “guerrilleros”, existencialistas o nihilistas, por sólo citar a unos cuantos, así como un uso de las fuentes intolerables desde una perspectiva histórica” (César Vidal Manzanares, “El documento Q”, pág. 230, Editorial, Planeta, Barcelona 2005)
 

Hasta aquí estamos de acuerdo con este autor casi por punto, no se ha abordado históricamente la figura de Jesús se ha abordado dotarle de “una historia” que coincidiese con “una ideología” de quién la escribía. Así, tenemos multitud de “biografías” de Jesús que lo mismo lo sitúan en “Cachemira” que dentro de la más absoluta ortodoxia canónica y... el más absoluto desprecio hacia el método histórico.

A vueltas con la Historia Sagrada

Pero don César  Vidal Manzanares continua y, aquí ya no coincidimos, porque, a partir de un optimismo no excesivamente justificado en las fuentes, da por buenos y nos presenta como históricos una serie de datos y formulaciones que, tal vez, puedan realizarse desde una “Historia Sagrada” y militante pero, mucho nos tememos, que no puedan realizarse desde la disciplina académica y científica que es la Historia, así, contradiciendo lo que acababa de decir -repetimos que, posiblemente por un exceso de optimismo- se contradice y dice lo siguiente:

“Partiendo de un criterio meramente histórico [sic]*, a mi juicio se puede afirmar que las fuentes, tanto cristianas como judías y paganas, nos permiten conocer y dar como ciertos buen número de datos acerca de la vida de Jesús, en un grado de exactitud que supera en bastantes ocasiones a personajes famosos de la Antigüedad.
 

Estos datos son, como mínimo, los siguientes:
 

1. Jesús pertenecí a la estirpe davídica
 

2. Su nacimiento no fue normal
 

3. Estuvo en Egipto
 

4. Se crió en Galilea
 

5. Tuvo hermanos y hermanas
 

6. Fue bautizado por Juan el Bautista
 

7. Inició  su ministerio en Galilea
 

8. Sus hermanos no creían en él.
 

9. Predicó un evangelio centrado en la venida del reino de Dios y en la necesidad de arrepentirse y aceptarlo a él para obtener salvación.
 

10. Realizó curaciones y otros hechos que tanto el como sus discípulos y contemporáneos interpretaron como expulsión de demonios.
 

11. Realizó varias bajadas a Jerusalén
 

12. Se negó a ser mesías de corte guerrero, lo que ocasionó, entre otras razones, su fracaso en Galilea y el abandono de alguno de sus discípulos. Se identificó, de hecho, con el Siervo de Isaías y el Hijo del hombre (Juan, Mateo, Marcos, Lucas) y, muy especialmente, consideró que Dios era su Padre de una manera sin paralelos, hasta el punto que equivalió para sus oyentes a “hacerse igual a Dios”.
 

13. En la última etapa de su vida se centro fundamentalmente en el grupo más íntimo de los discípulos de entre los que nombró a Doce, posiblemente como referencia al número de las tribus de Israel: Muy posiblemente fue en esta etapa cuando comenzó a anunciar su muerte en armonía con su visión de sí mismo.
 

14. También por esta época desarrolló un ministerio de predicación e Perea.
 

15. Realizó una limpieza del Templo.
 

16. Profetizó la destrucción del Templo
 

17. Acudió a Jerusalén con sus discípulos durante una Pascua, lo más seguro la del año 30 d. de C. En el curso de la misma celebró una cena preñada de contenido escatológico y en la que debió evidenciarse la conciencia que tenía de su muerte cercana. Previamente, había anunciado que el triunfo del Reino y su regreso debería ir precedido por su padecimiento y por un período de persecución padecido por sus seguidores. Con ello, se hacia eco, probablemente, de la idea judía del mesías que aparece y es retirado para luego regresar.
 

18. Fue traicionado por uno de los discípulos llamado Judas, abandonado por los restantes, prendido, sometido a una reunión plagada de irregularidades, de uno de los tribunales del Sanhedrín y entregado a Pilato.
 

19. Éste [Pilato] lo envió a Herodes Antipas para posteriormente intentar ponerlo en libertad acogiéndose a una tradición legal de liberar a un preso en la Pascua. Tras flagelarlo, quizás con la intención de contentar a sus enemigos, procedió a ordenar su crucifixión.
 

20. En su condená influyó su pretensión de ser el mesías (de hecho, de eso le acusa el cartel colocado en la cruz por Pilato), así como, muy posiblemente, otras que lo situaban por encima de la mera humanidad. Con todo no cabe duda de que la conjunción de intereses contrarios a él fue decisiva en el curso del procedimiento.
 

21. Muerto en la cruz fue sepultado en una tumba que, tres días después, se encontró vacía
 

22. Los discípulos afirmaron haberlo visto resucitado de tal manera que su conducta cambió y que incluso algunos incrédulos -como su hermano Santiago o el luego apóstol Pablo- aceptaron la nueva fe tras ser objeto de alguna de sus apariciones.
 

23. La única respuesta de sus adversarios a estos hecho fue la de que el cadáver había sido robado.
 

24. Sus discípulos siguieron existiendo como un movimiento identificable.
 

(César Vidal Manzanares, “El documento Q”, págs. 232-235, Editorial, Planeta, Barcelona 2005)
 

Bien, la siguiente intercalación [sic]* la ha realizado el autor del presente artículo puesto que dudamos muchísimo que “desde un criterio meramente histórico” pueda sostenerse más de un punto de los veinticuatro que, con gran optimismo, sostiene don César Vidal Manzanares, hacia el final de su obra “El documento Q” -toda ella cuajada de optimismo por otros motivos, para ahora nos centramos en la historicidad de Jesús de Nazaret-.
 

Respecto al “Jesús histórico” y el listado de puntos que César Vidal incluye en lo que el denomina partir “de un criterio meramente histórico” (César Vidal Manzanares, “El documento Q”, Editorial, Planeta, Barcelona 2005), el mismo autor señala que dará las “fuentes históricas” en las que apoya cada uno de sus puntos, y, ciertamente, da ciertas fuentes, que revisaremos a continuación.
 
Estas fuentes se han incluido en lo que creemos debe ser -y pensamos que esa era la intención de don César Vidal- poco más que un listado sintético con las cuestiones puntuales que se deseaban resaltar, por eso también hemos acortado el contenido de algún reproducido donde el autor se explayaba en comentarios o exposiciones casi doctrinales y que, en nuestra opinión no había lugar -fuera de la libertad creativa, por supuesto- en un listado que pretendía ser “resumen histórico”.

Revisión de puntos, argumentos y fuentes


Bien, lo primero que diremos al respecto es que, efectivamente, en “El documento Q”, se nos presenta un listado sintético, pero, lo es de aquello que en nuestra infancia se llamaba “Historia Sagrada”, en absoluto lo es de la disciplina académica y científica llamada Historia.
Por ello, a continuación, revisaremos las argumentaciones de don César Vidal y las supuestas fuentes históricas -una por una- que, según don César, apoyan sus afirmaciones -en nuestra mucho más humilde opinión especulaciones dictadas por la fe, nada que objetar, excepto que... eso no es Historia-.
 

Veamos lo que entiende don César Vidal Manzanares como datos pura y meramente históricos, a partir de lo que él mismo menciona junto al listado de puntos “incontrovertibles” que aparecen entre las páginas 232-235, muy cerca ya de la parte conclusiva de su obra “El Documento Q”.
 

Antes que nada indicar que no se ha añadido nada a las citas de don César Vidal, pero, como se ha dicho, sí se han acortado extensos párrafos que, a nuestro entender, no añadían información alguna sobre hechos y bastante sobre doctrina, dogma y catequesis –o escuela dominical-.
 

Ámbitos muy respetables pero ninguno de los cuales puede calificarse de “histórico” o que incumba a la disciplina académica y científica llamada Historia.
 

Dicho lo cual, daremos la cita bibliográfica exacta por si algún amable lector desea comprobar, por sí mismo, los argumentos -del todo respetables y honorables- que expone don César Vidal Manzanares, esta cita es la que sigue:
 

César Vidal Manzanares, “El documento Q”, páginas 232 a 235, Editorial, Planeta, Barcelona 2005.
 

Los puntos incontrovertibles e históricos sobre Jesús de Nazaret según César Vidal
 

Pasemos ahora a repasar los argumentos “mínimos” de historicidad indiscutible según el criterio del autor mencionado, seguiremos la numeración de puntos de su listado, así como las fuentes que cita en la medida que lo hace.
 
1) “Jesús pertenecía a la estirpe davídica”


Esta es la afirmación de don César, las fuentes para basar la misma son: Mateo, Lucas y Eusebio de Cesarea. Es decir, ni una sola fuente contemporánea, todas parciales, dos de ellas apologéticas cristianas (Mateo y Lucas), y sobre la tercera, además de ser igualmente cristiana y apologética (luego, parcial) resulta irrisorio dar crédito a Eusebio de Cesarea, quién vivió cuatro siglos después de los supuestos acontecidos y, además, era autor dado a interpolar cosas de propia mano en escritos ajenos –por ejemplo, en “Las Antigüedades de los judíos” de Flavio Josefo- y a manipularlos.
 

Ni una sola de esas fuentes es:
 

a) histórica,
 

b) contemporánea,
 

c) imparcial.
 

Todas ellas son, como se ha dicho, apologéticas, y una de ellas, además, responde al credo sincrético formulado bajo el reinado de Su Sagrada Majestad Constantino I e instaurado en los concilios de Nicea y Constantinopla.
 

¿Son documentos históricos? En sí mismos sí, lo son, pero su contenido carece de verosimilitud que la Historia pueda contemplar como determinante, más allá de lo que el propio texto explica –de la misma manera que ocurre con “La Ilíada de Homero”, o la sumeria “Epopeya de Gilgamesh”-.
 

Por todo lo cual debemos descartar la totalidad de esas fuentes en tanto en cuanto documentos que demuestren, no ya el linaje de Jesús de Nazaret, sino, siquiera, la existencia de la persona –al margen del personaje-.
 

2) “Su nacimiento no fue normal”. 

El autor nos cita aquí a Mateo, Lucas, Juan y el Talmud. Tal vez sea oportuno recordar que los evangelios de Mateo, Lucas y Marcos muestran dudas sobre la filiación, y que el Talmud, al igual que Celso, no muestra ni una duda: señala a un soldado romano llamado Pantera o Panthera –Jesús sería, entonces, Yeshúa ben Panthera-.
 

Ni unos ni otros textos son en absoluto imparciales, y resulta por completo imposible verificar su verosimilitud, más allá…de la existencia real del nombre “Pantera” o “Panthera” como nombre romano y de soldado romano, uno de los muchos ejemplos que pueden encontrarse en el CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum):
 

“Aquí yace Tiberio Julio Abdes Pantera, de Sidón, vivió 62 años, y durante cuarenta sirvió como soldado de la cohorte de los arqueros”
 

(Lapida en Bingeium, Germania, Dessau. Inscriptiones Latinae Selectae, 2571)
 

En consecuencia deben descartarse tanto las fuentes dadas como el argumento que supuestamente demuestran.
 

Resulta cuando menos curioso dar por académicamente verosímiles un par de afirmaciones basadas exclusivamente o en la apologética favorable o, por el contrario, en su refutación -el argumento de la cual dista de apuntar nada “milagroso”, el adulterio es de lo más normal del mundo-.
 

Porque la filiación davídica fuera de la fe personal que el autor de la obra deposite en fuentes religiosas, de parte y en absoluto comprobables o verificables por otras vías es, cuando menos, incomprensible -y en última instancia, siguiendo las apologéticas y religiosas fuentes evangélicas, inexacta, si se da por bueno el nacimiento virginal sobra la totalidad de la línea de ancestros del padre putativo José, da lo mismo que éste estuviese relacionado con la realeza o no, obviamente nada tendría que ver ni repercutir en su hijo adoptivo, en todo caso sería la filiación de la madre la significativa-.
 

Ahora bien, dónde ya se riza el rizo es en el punto sobre la “anormalidad” del nacimiento, porque la misma se basa en las propias dudas que mencionan los textos evangélicos acerca de la filiación –si bien, para, finalmente refutarlas-, y en las nulas dudas sino directa imputación de adulterio por parte de las fuentes talmúdicas y, también, de Celso.
Como vemos, apenas empezados los puntos “históricamente incontrovertibles” que nos presenta don César Vidal Manzanares ya debemos descartar, desde la metodología de la Historia, los dos primeros presentados. Será necesario ver que sucede con el resto.
 

3) “Estuvo en Egipto”, como fuente se cita a Mateo y al Talmud, pero... sucede que no se cita en que sentido lo citan. Así en Mateo ese dato no es sino una de esas historias o mitos arquetípicos aplicables a numerosas deidades, así “la huida” se presenta en numerosas ocasiones y culturas, como mostró Joseph Campbell en “El Héroe de las mil caras”, donde aplica en la práctica la teoría expuesta por Carl Gustav Jung sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo. Por lo cual eso cabe considerarse una leyenda, no una fuente verificable.

En cuanto al Talmud, es cierto, habla de un Jesús que subió de Egipto, e incluso en los “Hechos de los apóstoles” hay  referencia a él, veámoslas:

Según el Talmud Iesu bar Soteda fue, muy posiblemente, otro Jesús que no el supuesto nazareno. Como tantos profetas de la época vaticinó la caída de los muros de Jerusalén -el vaticinio tampoco era especialmente difícil, dado el permanente ambiente de hostilidad entre judíos entre sí y judíos y romanos- Al parecer había subido de Egipto acompañado de una tropa de seguidores. Ni tan sólo hizo falta la intervención de Roma, Herodes Filipo, Tetrarca de Batanea, Gaulanitis, Trachonitis y Auranitis, acabó con esa tropa. Cabe la posibilidad que ese Iesu bar Soteda fuese arrestado y apedreado en Lud, tal y como lo cuenta  el Talmud, en Sanedrín: 67.
 

Igualmente en los “Hechos de los apóstoles” -curiosamente olvidados en este punto por don César Vidal- se menciona a este profeta de Egipto. Aquí aparece como Teudas (Hech 5, 36), y en otro versículo (Hech 21, 38) se dice a Pablo por un tribuno: “¿No eres tú entonces el egipcio que estos últimos días ha amotinado y llevado al desierto a los 4.000 sicarios?”
 
Referencias que no coinciden demasiado con la imagen de la Sagrada Familia refugiada en la tierra del Nilo huyendo de Herodes el Grande, beatífica imagen que no tiene el menor apoyo histórico, desde luego no en las fuentes citadas por César Vidal para dar por valido y verificado tal suceso.
 

Dada la ausencia de fuentes fiables que verifiquen tal dato -o son apologéticas o se refieren a otro asunto, tanto las cristianas como las de parte contraria- no queda más remedio que descartar ese punto tres de los “hechos históricos” desde la Historia, ahora, otra cosa es la “Historia Sagrada”, pero eso es religión no una ciencia social.
 

4) Se afirma como hecho probado que “Se crió en Galilea”. Bien, es posible que sí, pero es posible que no, vayamos a las fuentes citadas para tal afirmación. Resulta que esas fuentes son los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), más el muy gnóstico evangelio de Juan (tanto que Ireneo tuvo que esforzarse en defender su cristiandad). En definitiva, los evangelios canónicos. Digamos que la composición de esas fuentes no son diferentes entre sí –mucho menos los sinópticos- y que todas son parciales respecto al asunto contemplado. Luego, respecto a eso y como fuentes… deben descartarse.

Porque ¿qué han de decir los evangelios canónicos sino su propia doctrina? Dar por bueno eso –como dato histórico- viene a ser como dar por bueno que Gilgamesh tuvo un pequeño “affaire” amoroso con la diosa Isthar; o que Paris –después de escoger entre Atenea, Diana y Afrodita- sedujo a Helena y ahí comenzó la guerra de Troya, o el drama de Romeo y Julieta, tanto da.

Nada de lo que se diga ahí es comprobable, ni se sostiene por otra cosa que no sea un axioma adoptado “a priori” de manera “ad hoc”, según el cual lo que dicen los textos bíblicos o neotestamentarios tienen presunción de veracidad porque la misma Biblia o la Biblia cristiana lo dicen.

Eso no es argumento alguno para la Historia, es que no llega a argumento, ni factible ni no factible ¿Para la fe? Seguro que sí, pero no estamos discutiendo de la fe sino de supuestos hechos históricos y supuestas fuentes históricas. Y resulta que, dichas fuentes, son en su totalidad apologéticas, ni una imparcial, ni una contemporánea y ni una comprobable. Mucho nos tememos que ese punto, que es el punto cuatro de “lo histórico” del personaje de Jesús de Nazaret, que define César Vidal, debe ser obviado y descartado… como histórico.

5) Jesús “tuvo hermanos y hermanas”.

Bien, el hecho en sí no es inverosímil –como el que se criase alguien en Galilea-, pero puesto que no sabemos quién los tuvo, en realidad, no sabemos nada.

Solo sabemos que fuentes evangélicas, cristianas y patrísticas lo dicen, luego, ni una imparcial, todas apologéticas, ni una histórica, ni una contemporánea y todas cristianas.

Aunque siempre nos queda Flavo Josefo, la única cita de Josefo que puede interpretarse en tal sentido es la que explica la muerte de Santiago el Menor en el libro XX de “Las Antigüedades de los judíos”, ahí dice Josefo: "Anás [el sumo pontífice] creyó que, muerto Festo, y hallándose aún de camino Albino, era la ocasión de reunir al sanedrín y presentar ante él al hermano de Jesús llamado Cristo, cuyo nombre era Santiago, y a algunos otros. Los acusó de haber violado la ley y los entregó para que los lapidaran" (Antigüedades Judías 20, 200).

Pero observemos que en el pasaje no se dice a cual de los dos Jesús que  menciona Josefo se refiere, y sólo menciona a dos, uno de los cuales es, precisamente, interrogado, procesado y liberado por Albino, el otro es éste, porque, por motivos evidentes el presentado en la interpolación que forma el “Testimonium Flavianum” en ningún caso puede contar.

Aunque aquí hay que reconocer que la coincidencia entre este fragmento y las referencias cristianas da verosimilitud a que un Jesús –el que sea- tuviese hermanos.

6) El bautismo de Juan. El listado de “hechos históricos” de “El Documento Q” de César Vidal prosigue diciendo en su punto sexto “Fue bautizado por Juan el Bautista”. Da como fuente de “historicidad”…los cuatro evangelios canónicos. Recordemos una vez más lo que esto significa: la composición de esas fuentes no son diferentes entre sí –aún menos los sinópticos- y todas son parciales respecto al asunto contemplado. Luego, respecto a eso y como fuentes… deben descartarse.

Dichas fuentes, son en su totalidad apologéticas, ni una imparcial, ni una contemporánea y ni una comprobable. Fuera del postulado axiomático y ahistórico de que un texto, por el hecho de ser bíblico o neotestamentario, tiene presunción de veracidad.

También podríamos decir que según la Ilíada Apolo lanzó sus flechas de fuego sobre los aqueos o, bien, que Aquiles tenía en el talón un punto débil… ni más ni menos que arquetipos.

Eso no es Historia es fe, por tanto, tal postulado sólo puede ser admitido desde la Historia Sagrada, lo sorprendente es el empeño en identificar ésta con el "Jesús históricamente-documentado [historisch]” y por alguien que se supone que está escribiendo un libro de Historia.
 

7) En el séptimo punto de hechos históricos se afirma que “Inició  su ministerio en Galilea”, bien, las fuentes de eso:  los cuatro evangelios canónicos.
 

Es necesario volver a repetir que tales fuentes no pueden ser consideradas validas –al margen de introducir la palabra “ministerio” con toda la carga conceptual que conlleva, introducción, por lo demás, axiomática-.

La totalidad de esos textos responden a una finalidad apologética, ni un solo texto evangélico es imparcial, ni uno contemporáneo y ni uno comprobable. De nuevo nos encontramos ante un postulado axiomático derivado solo de la fe y, traducido, en la presunción de veracidad de un texto por el simple hecho de ser cristianamente bíblico. Eso es valido para la Historia Sagrada pero no para la Historia.

La composición de los cuatro evangelios canónicos no son diferentes entre sí, mucho menos los sinópticos, la totalidad de ellos responden a la misma finalidad respecto al asunto contemplado: difundir el mensaje del cristianismo. Luego, respecto a la figura de Jesús y como fuentes respecto a esa figura deben descartarse. Otra cosa es su papel como fuente en relación a la doctrina cristiana, que ahí si serían validas, pero resulta que aquí no se esta ocupando de esa doctrina sino de establecer características históricas respecto a Jesús de Nazaret. Ver si hay o no la posibilidad de alcanzar la persona tras el personaje.
 

8) “Sus hermanos no creían en él”. Las fuentes en las que sostener esto, según César Vidal, son los evangelios de Juan, Mateo y Marcos.
 

Decir al respecto que, de tener hermanos y existir como persona el personaje de Jesús de Nazaret, seria de lo más normal del mundo que no creyesen en él, a fin de cuentas lo habrían visto crecer entre ellos y, es de suponer dada su incredulidad, que de manera completamente normal y habitual. Nuevamente indicar lo mismo que respecto a los puntos anteriores, debe ser algo descartado como “hecho histórico probado” en virtud de que no hay nada históricamente admisible que lo avale. Solo el testimonio de las propias fuentes apologéticas que lo proclaman, así que como “hecho histórico objetivo” debe descartarse.
 

9) Predicó un evangelio centrado en la venida del reino de Dios y en la necesidad de arrepentirse y aceptarlo a él para obtener salvación.
 

Las fuentes citadas son los tres evangelios sinópticos y “etcétera” -literal-.
 

A partir del anterior aserto se produce una “expansión” por parte del señor Vidal que solo puede calificarse como “predica doctrinal” y, además, de una rama particular y concreta del cristianismo. Bien, eso no es Historia, en todo caso es algo propio de la “escuela dominical”, y a buen seguro el señor Vidal lo sabe.
 

Obviamente el punto 9 debe descartarse como “hecho histórico” al igual -y por motivos análogos- a los anteriores del listado de don César Vidal.
 

10) Realizó curaciones y otros hechos que tanto el como sus discípulos y contemporáneos interpretaron como expulsión de demonios.
 

Fuentes: Evangelios canónicos, Hechos de los Apóstoles y el Talmud.
 

Varias cosas ante la afirmación. La primera que no sabemos contemporaneamente que realizó supuestamente porque, de entrada, no tenemos la fuente “Q” o cualquier documento contemporáneo en el que poder basarse -no esta claro si eso lo recuerda o no el señor Vidal, es de suponer que sí pero parece obviarlo-. Precisamente sobre la fuente “Q” el señor Vidal escribe el libro del que surge el listado que estamos repasando, tan esclarecedor de lo que es y no es la Historia para el señor Vidal.
 
Para continuar, y respecto a dos de las tres fuentes citadas, son de parte y repiten todo aquello que se repite en las fuentes de parte y que recogen los nueve puntos anteriores que presenta don César Vidal, y por los mismos motivos que estos deben ser descartados como demostración de la historicidad de nada. Ahora bien, el autor del libro también cita el Talmud, yo no lo hubiera hecho, el Talmud -fuente que, por otro lado, se recoge por escrito con bastante posterioridad respecto a los supuestos mencionados- presenta una oscura y negativa referencia, donde en términos polémicos habla de un brujo y hechicero, no de un “sanador con poder sobre los demonios”, así se dice en Sanhedrín 43a (baraitá 163): “Será conducido a ser lapidado porque se entregó a la brujería”.
 

Huelga decir que el Talmud tampoco es fuente imparcial, en este caso es parcial solo que de una parcialidad contraria a la que presentan los textos cristianos. Del contraste de dos parcialidades opuestas podría salir, tal vez, algo esclarecedor, sucede que este no es el caso, porque de ninguna de ambas fuentes se puede derivar la presencia real de sucesos “milagrosos”, porque, por una parte los documentos apologéticos ¿que han de decir sino aquello que predican? Y el hostil Talmud recoge una acusación, no algo que confirme o anuncie la presencia de “sucesos paranormales”. En ese sentido se pueden recordar mucho más recientes procedimientos inquisitoriales sobre acusaciones de brujería, bien, eso no es prueba de que existan realmente poderes en manos de brujos y brujas, solo es prueba de que la sospecha de esto era considerado delictivo y de que las autoridades de la época consideraban que tan extraordinarios sucesos podían producirse.
 

11) Realizó varias bajadas a Jerusalén.
 

Fuente: Evangelio de Juan.
 
Es posible, pero no es ninguna prueba que lo diga el Evangelio de Juan, en consecuencia, que diga eso o no el Evangelio de Juan resulta irrelevante para considerar eso como “hecho histórico”. La fuente adolece de todo aquello de lo que adolecen las invocadas para los puntos anteriores que recoge don César Vidal. Por lo demás, fuese quién fuese -uno o varios- quién diese origen al personaje religioso y mítico llamado Jesús de Nazaret, seria bastante normal, nada espectacular, nada milagroso ir a Jerusalén, ir a Tiberiades, e incluso a Belén -tal vez a visitar el establo del nacimiento-.
 

12) Se negó a ser mesías de corte guerrero, lo que ocasionó, entre otras razones, su fracaso en Galilea y el abandono de alguno de sus discípulos. Se identificó, de hecho, con el Siervo de Isaías y el Hijo del hombre (Juan, Mateo, Marcos, Lucas) y, muy especialmente, consideró que Dios era su Padre de una manera sin paralelos, hasta el punto que equivalió para sus oyentes a “hacerse igual a Dios”.
 

Fuentes: Evangelios canónicos, Hechos de los Apóstoles , el Talmud, etc. -ignoramos si “etc.” será una referencia de don César a la fuente “Q”-.
 

La totalidad de las fuentes citadas para ese punto lo son de parte, ninguna es contemporánea -aunque no podemos pronunciarnos debidamente en relación al “etc.”- y o son favorables o declaradamente hostiles hacia el personaje -son todas parciales en uno u otro sentido-, igual que lo referido en los puntos anteriores nada de lo expuesto en el punto 12 puede declarase como cosa cierta o probada -sea lógicamente verosímil o no la secuencia mencionada-.
 

Respecto al Talmud lo que hace es recoger la menor para atacar la mayor -recordemos que es parte contraria-, habla de un Yeshú brujo, apostata y predicador de la apostasía. Otra vez se trata de Sanhedrín 43a (baraitá 163):
 

"Se enseña (en una baraitá)(163): en la vigilia de Pesaj (la Pascua) se colgó a Yeshú. Durante (los) cuarenta días precedentes (a la ejecución), un pregonero público había proclamado: "Será conducido a ser lapidado porque se entregó a la brujería, sedujo a Israel y de él (Israel) hizo apóstatas. Quienquiera tenga algo que decir en su defensa, que venga y lo diga". Habiendo sucedido que nada fue dicho en su defensa, se lo colgó en la vigilia de Pesaj".
 

Por lo demás se observa que en ese fragmento del Talmud se mencionan... dos diferentes formas de ejecución, es poco probable que una misma persona fuese ejecutada de dos maneras diferentes ¿tal vez sea una referencia cruzada a dos casos similares pero diferentes? Solo puede quedar en pregunta.
 

Aunque hay otra posibilidad, que la muerte infligida lo fuese por lapidación y que “a posteriori” y a modo de escarnio se colgase al cadáver -en ese sentido se puede apuntar lo indicado en la Mishna en relación a la brujería (Sanhedrín VI, 4): "Todos los lapidados también son colgados (palabras del Rabbí Eli`ezer). Los sabios (al contrario) dicen: no se cuelga (después de la lapidación) más que al blasfemo e idólatra". Esa posibilidad es la que baraja K. Hruby en su obra “Les Chrétiens et le Christianisme dans les documents de la littérature rabbinique ancienne”.
 

13) En la última etapa de su vida se centro fundamentalmente en el grupo más íntimo de los discípulos de entre los que nombró a Doce, posiblemente como referencia al número de las tribus de Israel: Muy posiblemente fue en esta etapa cuando comenzó a anunciar su muerte en armonía con su visión de sí mismo.
 

Fuentes: Evangelios canónicos, etc. -de nuevo el misterioso “etc.”-.
 

Nuevamente, todo lo citado en apoyo de lo afirmado son fuentes apologéticas, parciales, no contemporáneas, de dudosa verosimilitud o fiabilidad... en fin, lo mismo que sucede en todos los puntos anteriores esgrimidos por don César Vidal.
 

14) También por esta época desarrolló un ministerio de predicación e Perea.
 

Fuentes: Evangelio de Lucas.
 

Aquí la fuente citada es el Evangelio de Lucas, redactado -siendo generosos- unos sesenta o setenta años después de los supuestos acontecidos. Esa fuente no permite sostener nada desde la historicidad sino  desde el axioma de su pretensión de veracidad en si misma. Axioma que sostiene don César Vidal y que, en el fondo de su formulación, es idéntico al de las “vías de demostración” tomistas. La versión de Santo Tomás de Aquino es “Dios existe porque existe”, en la versión de don César el axioma se transforma en “lo que dice la Biblia es cierto porque la misma Biblia lo dice”. Eso podría valer para un predicador o un sacerdote, no lo discutiré, pero sí es discutible -de aquí hasta Hagia Sofia- si tal declaración la pretende esgrimir un supuesto historiador como prueba de historicidad y desde la investigación histórica.
 

No, no hay nada desde la Historia que indique que alguien estuviese “ministrando” lo que fuese en Perea en determinados años del reinado de Tiberio. El argumento es totalmente descartable desde la Historia por ausencia de base histórica en la que sostenerlo.
 

15) Realizó una limpieza del Templo.
 

Fuentes: Evangelios canónicos.
 

Si a esa declaración le diésemos la verosimilitud que le otorga César Vidal de manera axiomática, resultaría que la “limpieza” -desde una perspectiva del judaísmo de la época- implicaría lo siguiente: blasfemia. Cosa que por aquellos tiempos se tenía a bien -o, mejor dicho, a mal- castigar con la lapidación. Pero, lamentablemente y por otra parte resulta que, al igual que en los puntos expuestos hasta ahora que resalta el señor Vidal, fuera de la aceptación axiomática de las fuentes apologéticas citadas... no se le puede otorgar verosimilitud al episodio esgrimido -no a más que al secar a una higuera-.
 

16) Profetizó la destrucción del Templo.
 

Fuentes: Juan, sinópticos.
 

Aquí casi me imagino a don César Vidal alegre ante lo inapelable: “profetizó la destrucción del Templo”, le ha faltado añadir que la misma se produjo en el año 70 EC.
 

Ahora bien, resulta que la predicción es bastante apelable, se puede sostener que el pasaje evangélico referido constituye un ejercicio de “retroprofecia” y que el texto o textos son en su totalidad escritos con posterioridad al año 70 EC -de hecho es lo que se sostiene usualmente en la interpretación histórica de esos fragmentos evangélicos-.
 

En alguna ocasión los defensores de la profecía -frente a la explicación de la “retroprofecia”- esgrimen la cuestión del papiro 7Q5, una de cuyas identificaciones lo situaría como un fragmento del Evangelio de Marcos, de una datación inusualmente temprana y anterior al año 70 EC. Esa hipótesis es muy discutible y discutida, pero demosla por buena y veamos que pasa si la seguimos. Supongamos, por ejemplo, que el 7Q5 es del año 50 EC, resulta que ese fragmento solo recogería una parte del episodio en el que Jesús anda por las aguas -cosa que en la playa se suele hacer mucho-, dicho de otra manera: el fragmento en cuestión no nos diría nada de profecía alguna en relación al Templo.
 

Si vamos a la profecía de destrucción del Templo recogida en los textos evangélicos encontramos varias posibilidades de explicación. La primera posibilidad es que se trate de una “retroprofecía”, cosa ya señalada. La segunda posibilidad es que sea una referencia literaria al fin del Primer Templo, hecho más que común en la literatura escatológica y profética hebrea incluso... después de la desaparición del Segundo Templo.
 

Pero dejando eso también de lado podemos seguir y centrarnos en el contenido concreto de las profecías canónicas y evangélicas.
 

Allí, en efecto, se profetiza que no quedará una piedra sobre otra del Templo -ya empezamos mal en su cumplimiento estricto, las piedras inferiores del “muro de las lamentaciones” corresponden al Segundo Templo- y, también, que justo después -cuando no al tiempo- de la destrucción del Templo se abrirán los cielos, bajará el Hijo del hombre y será el llanto y crujir de dientes, vaya, acontecerá el fin de los tiempos. Se diría que es cosa que por ahora no se ha producido y, resulta, que el componente “fin del mundo” va ligado al “fin del Templo”, una cosa va ligada a la otra, como... muestran los cuatro evangelios canónicos.
 

Fuera de eso, y de las explicaciones del porqué de esos pasajes en el “corpus” de los evangelios canónicos, nos volvemos a encontrar que fuera de la fe depositada en los mismos no se puede considerar que la simple mención de algo en esos textos, por si misma, lo convierta en verídico, en consecuencia nos volvemos a encontrar con ese pequeño obstáculo desde el método: la fuente invocada no es fuente valida de confirmación de “hito”.
 

17) Acudió a Jerusalén con sus discípulos durante una Pascua, lo más seguro la del año 30 d. de C. En el curso de la misma celebró una cena preñada de contenido escatológico y en la que debió evidenciarse la conciencia que tenía de su muerte cercana. Previamente, había anunciado que el triunfo del Reino y su regreso debería ir precedido por su padecimiento y por un período de persecución padecido por sus seguidores. Con ello, se hacia eco, probablemente, de la idea judía del mesías que aparece y es retirado para luego regresar.
 

Fuentes: no se cita ninguna.
 

Bien, vayamos por partes, la primera consiste en descartar integramente el calificativo de “hecho histórico” del anterior postulado ¿En función de qué? En función de dos cosas: a) que no se cita fuente alguna que de pie a sostener tal calificación, b) en función de “ibidem” en relación a los descartes producidos en los 16 puntos anteriores.
 

Pero haremos algo más, mostrar con las propias palabras del señor Vidal, respecto a G. R. Habermas, como el razonamiento que usa en relación al optimismo de ese autor -y lo utiliza- es exactamente aplicable, punto por punto, a los argumentos del Sr. Vidal. Argumentos basados exclusivamente en fuentes apologéticas cristianas, y cuando ha citado no cristianas no ha definido en concreto las que eran -no vale o es insuficiente decir “el Talmud” en genérico, ni “Celso”, ni “Tácito”, en tales términos se debe citar obra, autoria y pasaje concreto, sino no solo no es valido sino que en lugar de divulgación lo que se genera es confusionismo entre el público lector-.  Bien, el argumento que emplea César Vidal sobre G. R. Habermas es el que sigue: “prescindiendo de lo que se crea ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que Jesús nació de una virgen, como lo hace Habermas?” (César Vidal Manzanares, “El documento Q”, pág. 231, Editorial, Planeta, Barcelona 2005).
 

En ese argumento estamos del todo de acuerdo con don César Vidal. Usemos esa oración pero modificando el objeto y el sujeto que la pronuncia, así, parafraseando, podemos decir que “prescindiendo de lo que se crea ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que Jesús celebró una cena preñada de contenido escatológico, como lo hace Vidal?” La pregunta de don César Vidal acerca de Habermas me parece de lo más acertada y lo más oportuna, así que se la podríamos aplicar al propio César Vidal en todos y cada uno de los puntos que, según él,  son “históricos” a su juicio y que “permiten conocer y dar como ciertos buen número de datos acerca de la vida de Jesús” (César Vidal Manzanares, “El documento Q”, pág. 232, Editorial, Planeta, Barcelona 2005).
 

Una última cuestión, en este punto de fuentes sin fuentes -y casi se diría que sin caños- la especulación que hace César Vidal a una referencia sobre el mesías judío en relación a que “seria retirado para regresar”, por una parte, se le podría aplicar también al mismo la pregunta que le hace a Habermas, pero no sobre una virgen sino sobre un mesías. Por otra parte, resulta que si César Vidal pretende referirse a la profecía que aparece en el Libro de Daniel sucede varias cosas: a) dicho libro no lo escribió el profeta Daniel, b) es literatura promacabea realizada precisamente en ese período, c) las cuentas que se hacen allí sobre un mesías expulsado y que retorna no se ajustan a las peripecias del personaje Jesús de Nazaret, se ajustan más a las del rey Alejandro Janeo -aun así eso solo seria algo hipotético, no un hecho comprobado-. En definitiva, lo presentado en el Libro de Daniel es una “retroprofecia”, lo que permite ajustar las cosas a las fechas con mayor facilidad. Cuentas que, sin embargo, no salen aplicadas a los supuestos hechos protagonizados por Jesús de Nazaret.
 

18) Fue traicionado por uno de los discípulos llamado Judas, abandonado por los restantes, prendido, sometido a una reunión plagada de irregularidades, de uno de los tribunales del Sanhedrín y entregado a Pilato.
 

Fuentes: no se citan.
 

Para empezar la fuente de este punto “históricamente incontrovertible” esta ausente, es posible que don César Vidal la considere tan sobradamente conocida e incuestionable que no se moleste en indicarla, obviando ese pequeño detalle cabe descartar ese punto como “hecho demostrado” sencillamente acudiendo a la metodología de la disciplina académica llamada Historia -que es también ciencia social-. Cabe remitirse nuevamente a todas las “recusatio” -en sentido literal más que estilístico- efectuadas en los 17 puntos anteriores.
 

Además de lo cual se puede volver a parafrasear al señor Vidal cuando inquiría a Habermas sobre en que se basaba la certeza o la verosimilitud desde el punto de vista de la Historia sobre la virginidad de María. Veamos ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que un tal Judas traicionó a un tal Jesús? ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que le abandonaron sus supuestos seguidores? ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que un tal Jesús fue prendido? ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que fue sometido a una reunión, plagada de irregularidades, de uno de los tribunales del Sanhedrín? ¿cómo se puede considerar históricamente comprobable que fuese entregado como reo al prefecto romano Poncio Pilato?
 

La respuesta a cualquiera de las anteriores preguntas desde la más estricta metodología histórica es, simple y llanamente, que no se puede comprobar nada de eso. Por lo cual no son hechos históricos sino, a lo sumo, determinadas hipótesis, las cuales no son ajenas a las muy respetables creencias de quién o quienes las formulan.
 

Con esto podemos entrar en algún aspecto del punto 18 del listado del señor Vidal. El tema de Judas y la dispersión carece de importancia o significado más allá de una traición -si damos por validos los sucesos contados, cosa que, de entrada, no hacemos-. Llegamos a la reunión “plagada de irregularidades” del Sanhedrín, y, efectivamente, siguiendo el texto vemos que las hay. La primera es ¿por qué no se le lapida? Porque siguiendo los textos evangélicos sin la menor duda y desde una perspectiva judía Jesús blasfema al elevarse a la categoría de Dios. Es, por tanto, blasfemia e idolatría, aunque en términos actuales ejecutar por eso sería un crimen y un sinsentido en la Judea de la época eso estaba castigado con la lapidación, y el Sanhedrín podía hacer lapidar sin problemas a Jesús. Es falso que solo Roma pudiese hacerlo, el Sanhedrín a quién no podía ejecutar era a ciudadanos romanos -por eso se dice que Saulo apela al César y el Sanhedrín no puede tocarlo- pero Jesús, según los propios textos cristianos, era un galileo que no gozaba de la ciudadanía de Roma.
 

No es Roma, además, quién, siguiendo el texto evangélico -que sí esta plagado de irregularidades- interviene en su arresto, según el texto se le envía a Pilato en mitad de una incongruencia procesal incomprensible. Pues Pilato tenía otra jurisdicción. La jurisdicción era la de Roma, y Roma no se metía en asunto alguno por un mero altercado religioso, además era innecesario acudir a ella por un judío o galileo  que no era ciudadano romano, el propio Sanhedrín podía condenar y ejecutar en esas circunstancias -aunque para salvar la exégesis cristiana hay quién aduce que podía condenar pero no ejecutar, sin embargo si se dan por validos los casos del protomartir Estebán y de Santiago hermano de Jesús se diría discutible esa salvedad-. Por lo cual, entrando en el texto evangélico, observamos que carece de toda lógica la “invitación a Pilato” para que intervenga en un tema que ni le va ni le viene. Aún más por cuanto sabemos que las relaciones entre el Sanhedrín y Pilato eran turbulentas por no decir, directamente, pésimas.
 

19) Éste [Pilato] lo envió a Herodes Antipas para posteriormente intentar ponerlo en libertad acogiéndose a una tradición legal de liberar a un preso en la Pascua. Tras flagelarlo, quizás con la intención de contentar a sus enemigos, procedió a ordenar su crucifixión.
 

Fuentes: Evangelios sinópticos, evangelio de Juan, Hechos de los Apóstoles, Flavio Josefo, el Talmud, Tácito, etcétera.
 

Analicemos las fuentes citadas -al margen de “etcétera”-. Hay que volver a repetir que los sinópticos, el evangelio de Juan y los Hechos de los Apóstoles son fuentes completamente parciales, y son las que describen el relato. No son libros históricos -solo tienen esa consideración en cuanto fuente documental- sino que lo son apologéticos, con finalidad aleccionadora y divulgadora de una religión.
 

La cita a Flavio Josefo carece de sentido pues se esta invocando el “Testimonium Flavianum”, que es ni más ni menos que una conocida interpolación, falsa en su integridad, en su obra “Las Antigüedades de los judíos”. Todo apunta a que la interpolación sea obra de Eusebio de Cesarea. Sólo hay dos alusiones de Josefo auténticas en sus obras a un tal Jesús. Una de ellas es al supuesto Jesús de Nazaret, pero no menciona ningún detalle sobre él, esta alusión aparece en “Las Antigüedades de los judíos”, es la siguiente:
 

"Siendo Anán de este carácter, aprovechándose de la oportunidad, pues Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, reunió el sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo".
 

(Flavio Josefo, “Las Antigüedades de los judíos”, 20: 9.1)
 

La otra cita es la del segundo Jesús de Josefo, aparece en “La guerra de los judíos”, este personaje es, efectivamente, enjuiciado, entregado al gobernador Albino, azotado y... liberado. Muriendo, según Josefo, en las murallas de Jerusalén a causa del impacto de un proyectil romano durante la guerra judía. Veamos la cita a través de algunos fragmentos, este es el primero de ellos:
 

“Pero más terrible aún que esto fue lo siguiente: un tal Jesús, hijo de Ananías, un campesino de clase humilde, cuatro años antes de la guerra, cuando la ciudad se hallaba en paz y prosperidad importante, vino a la fiesta, en la que todos acostumbran a levantar tiendas en honor de Dios, y de pronto se puso a gritar en el Templo: <<Voz de Oriente, voz de Occidente, voz de los cuatro vientos, voz que va contra Jerusalén y contra el Templo, voz contra los recién casados y las recién casadas, voz contra todo el pueblo>>. Iba por todas las calles vociferando estas palabras de día y de noche. Algunos ciudadanos notables se irritaron ante estos malos augurios, apresaron a Jesús y le dieron en castigo muchos golpes. Pero él, sin decir nada en su propio favor y sin hacer ninguna petición en privado a los que le atormentaban, seguía dando los mismos gritos que antes. Las autoridades judías, al pensar que la actuación de este hombre tenía un origen sobrenatural, lo que realmente así era, lo condujeron ante el gobernador romano. Allí, despellejado a latigazos hasta los huesos, no hizo ninguna súplica ni lloró, sino que a cada golpe respondía con la voz más luctuosa que podía: <<¡Ay de ti Jerusalén!>>. Cuando Albino, que era el gobernador, le preguntó quién era, de dónde venía y por qué gritaba aquellas palabras, el individuo no dio ningún tipo de respuesta, sino que no dejó de emitir su lamento sobre la ciudad, hasta que Albino juzgó que estaba loco y lo dejó libre.”

(Flavio Josefo, “Guerra Judía”, Libro VI)

Ese texto de Josefo tiene que ver con una de las características clásicas cuando se intenta abordar eso que se llama “el Jesús histórico. Y es el confusionismo que puede generarse a partir de diferentes personajes y datos, que se describen sucedidos con posterioridad o anterioridad, en relación a las fechas que sitúan los supuestos evangélicos, y que resultan asombrosamente coincidentes con la teórica biografía -facilitada por textos apologéticos- de Jesús de Nazaret.

Un personaje que, históricamente, es oscuro –se dice esto desde la perspectiva histórica, sin entrar en la importancia, evidente, que tiene su dimensión religiosa-. La “oscuridad”  histórica respecto al personaje es tal, y las contradicciones o ambigüedades en las fuentes tantas,  que, en él, parecen mezclarse no una figura, sino varias figuras.

Este pasaje  de Josefo, a partir de sus coincidencias con las versiones evangélicas,  parece indicar que la mezcla de diversos personajes en el constructo de la figura religiosa es una posibilidad que no necesariamente se debe excluir.

Aún menos a partir de la unificación de canon en  Nicea,  y como se llevó a  cabo ésta.  Especialmente  teniendo en cuenta ciertas “inclinaciones”, en relación al “adorno”, de Eusebio de Cesárea.

El como acabó Jesús, hijo de Ananías, nos lo explica también la guerra judía, siguió predicando por las calles, tachado de loco por unos y acogido y proporcionado limosna por otros, Josefo dice:

“Antes de llegar el momento de la guerra Jesús no se acercó a ninguno de los ciudadanos ni se le vio hablar con nadie, sino que cada día, como si practicara una oración, emitía su queja: <<¡Ay de ti Jerusalén!>>. No maldecía a los que le golpeaban diariamente ni bendecía a los que le daban de comer: a todos les daba en respuesta el funesto presagio. Gritaba en especial durante las fiestas. Después de repetir esto durante siete años y cinco meses, no perdió su voz ni se cansó”

(Flavio Josefo, “Guerra Judía”, Libro VI)

Ese comportamiento se mantuvo, imperturbable el profeta, durante todo el tiempo de predica de su particular apocalipsis, dice el texto que ni maldecía ni bendecía, se limitaba a repetir el mensaje. Justo hasta que vio su cumplimiento, entonces sus augurios y letanías cesaron:

“Finalmente, cuando la ciudad fue sitiada, vio el cumplimiento de su augurio y cesó en sus lamentos. Pues cuando se hallaba haciendo un recorrido por la muralla, gritó con una voz penetrante: <<¡Ay de ti, de nuevo, ciudad, pueblo y Templo!>>. Y para acabar añadió: <<¡Ay también de mí!>>, en el momento en que una piedra, lanzada por una balista, le golpeó y al punto lo mató. Así entregó su alma, mientras aún emitía aquellos presagios”

(Flavio Josefo, “Guerra Judía”, Libro VI)

Así, finalmente murió a manos de los romanos, pero no crucificado ni condenado por sedición, sino por el impacto de un proyectil de piedra, de una balista, que le alcanzó mientras Jesús rondaba por la muralla repitiendo por última vez su mensaje: "¡Ay de ti, Jerusalén!".

Este es Jesús, hijo de Ananías, quién predicó la destrucción de la ciudad y el Templo por espacio de siete años, tras llegar a Jerusalén durante las fiestas, y murió en el asedio de las tropas de Tito. Es “el segundo Jesús de Josefo”,  mucho menos conocida su historia que la de su famoso alter ego.

El Talmud no corrobora tampoco el conjunto de la secuencia que presenta César Vidal  en su decimonoveno “hecho histórico” comprobado. El Talmud lo que hace es indicar a varios Jesús en sus menciones, a todas luces más de un personaje, o no da o da detalles mínimos de cada uno de ellos. Así encontramos a uno que subió de Egipto acompañado por alborotadores, otro es amigo de notables pero se malquista con ellos, otro es un mal discípulo de un rabino... Sucede que de todos los que son ajusticiados... ninguno lo es por crucifixión -no hay referencia directa a eso-. Tampoco se menciona ni al prefecto de Judea Poncio Pilato ni al tetrarca Herodes Antipas, motivo por el cual resulta del todo confusa la referencia de don César Vidal al Talmud como soporte de lo que dice acaecido en el punto 19 de su lista.

Volviendo a citar a Sanhedrín 43a (baraitá 163):

"Se enseña (en una baraitá)(163): en la vigilia de Pesaj (la Pascua) se colgó a Yeshú. Durante (los) cuarenta días precedentes (a la ejecución), un pregonero público había proclamado: "Será conducido a ser lapidado porque se entregó a la brujería, sedujo a Israel y de él (Israel) hizo apóstatas. Quienquiera tenga algo que decir en su defensa, que venga y lo diga". Habiendo sucedido que nada fue dicho en su defensa, se lo colgó en la vigilia de Pesaj".

Se observa que más allá de describir una condena y una ejecución no puede invocarse ese fragmento -uno de los más detallados en relación a ejecuciones de los diferentes Jesús que menciona el Talmud- para refrendar las intervenciones de Poncio Pilato o Herodes Antipas en todo el asunto. Por todo lo cual cabe preguntarse a que cita del Talmud desea acogerse don César Vidal como fuente de aquello que dice.

Respecto a Tácito, de entrada el autor romano no habla de ningún Jesús, solo de un tal “Cristo” -que podía haberse llamado José, Bernabe o Barrabas, por Tácito no lo sabemos, solo sabemos que “cristiano” deriva de la voz “Cristo”-. Tácito se refiere a los cristianos -y alude brevemente a su fundador- en términos distantes, altivos y despreciativos, veamos el fragmento:

"Por tanto, para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos que el vulgo llamaba cristianos, odiados por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo"

(Tácito, Anales, 15:44)

Como se ve no hay ninguna mención a Jesús de Nazaret sino a la voz “Cristo”, a la cual se alude para explicar de dónde procede el nombre “cristiano”, tirando a largo se puede decir sin faltar a la verdad que el texto alude a que Pilato hizo ajusticiar a ese “Cristo”, sin embargo, lo que esta haciendo Tácito es, pura y simplemente, recoger lo que decían los cristianos a los que él se refiere respecto a la figura de ese Cristo. Dicho en otras palabras, se hace eco de aquello que los cristianos decían, cosa que puede observarse por cuanto no se menciona a ningún “Jesús”, cosa que hubiese hecho si ese nombre hubiese aparecido en la información que Tácito manejaba. En cualquier caso de Tácito no puede derivarse para nada lo siguiente:  “Éste [Pilato] lo envió a Herodes Antipas para posteriormente intentar ponerlo en libertad acogiéndose a una tradición legal de liberar a un preso en la Pascua. Tras flagelarlo, quizás con la intención de contentar a sus enemigos, procedió a ordenar su crucifixión” tirando a largo podría decirse -acogiéndose a la interpretación menos clara del origen de la información que tiene Tácito- algo similar a esto: “Éste [Pilato] procedió a ordenar su crucifixión”.

Respecto a la fuente “etcétera” no podemos decir mucho, tal vez ahí radicase la clave que soporta el peso de la argumentación, pero... en ausencia de ese conocimiento fundamental no queda más remedio que volver a considerar refutada la demostración de la veracidad de este punto, más o menos lo que ha sucedido con los dieciocho anteriores.

20) En su condená influyó su pretensión de ser el mesías (de hecho, de eso le acusa el cartel colocado en la cruz por Pilato), así como, muy posiblemente, otras que lo situaban por encima de la mera humanidad. Con todo no cabe duda de que la conjunción de intereses contrarios a él fue decisiva en el curso del procedimiento.

Fuentes: no se menciona ninguna.

Lo anterior podría descartarse directamente por falta de cita en la que sustentarlo, pero seguiremos dando por supuesto que don César Vidal ya da por supuestas las bases de sus argumentaciones y procederemos a examinarlas.

De entrada caben todas las dudas del mundo en relación a cuales serían específicamente esos “intereses contrarios” y como se pueden definir ¿cuales son esos intereses que se consideran fundamentales entrando en el relato? ¿a partir de qué se pueden establecer?

Sigamos y volvamos a parafrasear la teórica pregunta a Habermas ahora dirigida unas cuantas veces a don César Vidal ¿como se puede considerar históricamente comprobable que se condenará a alguien llamado Jesús de Nazaret? ¿como se puede considerar históricamente comprobable que en la condena influyese una pretensión mesiánica? ¿como se puede considerar históricamente comprobable que se le colocase un cartel en la cruz y que se le adjudicasen características sobrehumanas? ¿dónde está fuera de la apología cristiana la fuente que históricamente comprueba eso?

Como dicha fuente no está o no se muestra solo cabe concluir que se debe rechazar como “hecho histórico probado” lo mencionado en el punto veinte por el señor César Vidal Manzanares, sucede aquí, de nuevo, lo mismo que en los diecinueve puntos anteriores: debe ser descartado -en cuanto a “hechos históricos probados”, desde la fe pueden creerse a pies juntillas, por supuesto-.

21) Muerto en la cruz fue sepultado en una tumba que, tres días después, se encontró vacía.

Fuentes: Corintios, evangelios sinópticos, evangelio de Juan.

Bien, volvemos a tener que decir respecto a las fuentes aducidas que no son fuentes históricas -que relatan cosas o sucesos históricos- sino que tienen una finalidad apologética. Ninguna de ellas es independiente y en su totalidad son parciales. Todas son cristianas, ninguna es contemporánea y ninguna vale como fuente histórica respecto a poder determinar o clarificar algo sobre la figura de Jesús de Nazaret.

Sólo sirven, históricamente hablando, para saber en que creencias se basa el cristianismo, no para determinar si esas creencias son o no verdaderas, ni para determinar la veracidad de lo que explican más allá de lo auténticamente verificable. Por ejemplo, entre esto último, pueden citarse cosas como que el emperador Tiberio reinó en determinada época, o que Poncio Pilato gobernó en Judea -como prefecto no como procurador- durante ciertos años del reinado de Tiberio.

Por lo demás cabe volver a repetir la pregunta a Habermas redirigida a don César Vidal ¿como se puede considerar históricamente comprobable que Jesús de Nazaret fuese sepultado en una tumba que tres días después fuese encontrada vacía? Sencillamente no se puede.

Aunque cabe añadir una posibilidad de sustracción a partir de lo expuesto en una fuente, el “Edicto de Nazaret” o “Diatagma”, éste, cuya datación oscila entre Augusto y Tiberio, dice lo siguiente en nombre del César:

“Deseo que las tumbas que piadosamente se hacen para los padres, los hijos o los allegados sean a perpetuidad inamovibles. Si alguien resulta convicto por un acusador de haberlas trastorna- do o por cualquier otro procedimiento exhumado a los muertos, o bien haberlos llevado a otro lugar y haciéndoles injurias con intención dolosa, o bien de haber desplazado las piedras o las losas de sus tumbas, ordeno que le sea instruida una causa en razón de los respetos que a los hombres se deben como si fueran de los debidos a los dioses, puesto que conviene dar mayor honra a los difuntos. Que quede absolutamente prohibido mudar nada de lugar advirtiendo que, en caso contrario, es mi deseo que el contraventor, bajo acusación de violación de sepultura, sea condenado a muerte.”

En relación a ese texto podemos citar a Guillermo Fatás Cabeza cuando dice: “La discusión histórica sobre el suceso pervive en nuestros días. No hay, claro esta, ningún documento tan absolutamente probatorio de ninguna hipótesis que baste para zanjar la discusión. Seguramente no lo habrá nunca y el tema seguirá siendo, como hoy, materia reservada a la fe más que a la ciencia histórica” (Guillermo Fatás Cabeza, “¿Se preocupó el Imperio Romano de la desaparición del cuerpo de Jesús?”, Historia y Vida, página 81, 1977).

Y es que, efectivamente, no se pueden aducir pruebas cuando no las hay, no se puede decir que la Historia ha probado algo que no ha hecho movido por la más pura fe y creencia personal, eso mostrará una gran piedad personal pero una nula profesionalidad si quién lo hace pretende ser historiador.

El Diatagma es, en cualquier caso, solo indicio de que existían los saqueadores de tumbas y que sus acciones habían llegado a preocupar a las instancias romanas, en realidad no señala nada más, ahora, aplicados los ojos de la fe se puede ver lo que se quiera, pero eso ya no será Historia ni tendrá que ver con la evidencia histórica. Por lo demás que se robe un cadáver suele ser motivo más plausible para explicar su desaparición que no que se haya levantado el muerto y salido por su propio pie de la sepultura.

Hay que volver a decir “ibidem” que en los veinte puntos anteriores y descartar lo mencionado en el punto 21 como “hecho histórico demostrado”.

22) Los discípulos afirmaron haberlo visto resucitado de tal manera que su conducta cambió y que incluso algunos incrédulos -como su hermano Santiago o el luego apóstol Pablo- aceptaron la nueva fe tras ser objeto de alguna de sus apariciones.

Fuentes: Evangelios sinópticos, evangelio de Juan, Hechos de los Apóstoles, Josefo, Galatas, Corintios, “etc.”.

Bien, de nuevo la fuente “etc.” es la más misteriosa, en cuanto al resto es pura apología y una cita incorrecta. Las fuentes cristianas -y canónicas- invocadas son pura apología cristiana, no pueden invocarse para reafirmar por fe en ellas la historicidad de si mismas -”lo que dice la Biblia es verdad porque lo dice la Biblia”, ese postulado es antihistórico-. El carácter de documento histórico de esas fuentes reside solo en su valor intrínseco como documento, es decir, por su valor documental, pero no es fuente histórica en cuanto a que doten de veracidad a cualquier hecho narrativo allí expresado.

Sigamos ¿y que hace aquí Flavio Josefo? ¿pretende esgrimirse como “prueba” la interpolación y falsificación reconocida y que es el llamado “Testimonium Flavianum”?

Y en ese punto se abona cierto confusionismo, pues siguiendo los propios textos cristianos se deriva de ellos que Pablo jamás conoció a Jesús en vida -según se narra allí-. Fuese lo que fuese lo que vio Pablo -si es que vio algo- fue otra cosa.

Así que hay que volver a refutar una vez más este punto 22 y remitirse a motivos análogos a los de los 21 puntos anteriores. Eso y volver a parafrasear la pregunta a Habermas pero dedicada a don César ¿como se puede considerar históricamente comprobable que Jesús fuese visto por sus discípulos, que pasease con Pedro y visitase a Pablo, todo después de muerto? ¿Por la Historia tal vez? Pues nos tememos que por ahí no, si se quiere hacer eso ha de irse a la religión y aceptar a partir de la fe sus postulados.

23) La única respuesta de sus adversarios a estos hecho fue la de que el cadáver había sido robado.

Fuentes: Mateo, Celso, “etc.”.

Supongamos -que ya es mucho suponer- que hay un cadáver y desaparece. Tenemos dos explicaciones entre varias posibles, o bien lo han robado o bien ha resucitado. Más o menos lo que nos pasaría ante otros cadáveres desaparecidos como los Keope, Kefrén y Micerinos, sin ir más lejos.

Respecto al problema de las perturbaciones y profanaciones de tumbas tenemos no solo el testimonio del Diatagma -de época de Augusto o Tiberio- sino, también, el episodio que recoge Flavio Josefo acerca de los samaritanos que lanzan huesos humanos robados de tumbas judías o griegas para impedir a los judíos celebrar ritos en el Templo.

Por otra parte, ninguna de las dos fuentes identificables citadas verifica nada -aunque eso sucede por motivos opuestos-. Mateo simplemente se hace eco de una versión milagrosa y apologética. Celso, como es lógico, se hace eco de una versión que ha oído a las propias fuentes apologéticas cristianas y se dedica a desmontarla -del mismo modo que Celso desmonta el nacimiento virginal de Jesús y lo muestra como fruto de un adulterio-.

Por lo demás hay que volver a la obligada pregunta ¿como se puede considerar históricamente comprobable que Jesús de Nazaret resucitase? ¿como se puede considerar históricamente comprobable que el cadáver de algún Jesús de Nazaret crucificado fuese sepultado? ¿como se puede considerar históricamente comprobable que desapareciese el supuesto cadáver?

Hay que volver a hacer para este punto 23 lo mismo que para los 22 anteriores y considerarlo refutado por ausencia de pruebas.

24) Sus discípulos siguieron existiendo como un movimiento identificable

Fuentes: Tácito, Hechos de los Apóstoles, Flavio Josefo, “etc.”.

De acuerdo. Si aquí se refiere a la existencia de los cristianos y el cristianismo eso es irrefutable -por fin algo del listado que lo es, hemos tenido que esperar al final-, la cuestión “discípulos” depende de como se entienda a estos.

Pero es cierto que existe un cristianismo en Judea que se dispersa tras la guerra judía y desaparece poco después -véase el estudio introductorio de Ramón Teja en El cristianismo primitivo en la sociedad romana-. Ese cristianismo ya habría sido muy “tocado” por la muerte de su dirigente Santiago y la guerra acabó con sus expectativas.

El otro cristianismo primitivo es el helenista y gentil que surge a partir de la figura de Saulo de Tarso. Este cristianismo prosperará y se convertirá en un culto sincrético, que irá fagocitando lo útil de sus adversarios y marginándolos y, finalmente, llegará a convertirse en “Ecclesia Triunfante”.

Queda un tercero que es el cristianismo puramente gnóstico. Pero eso, como decía Kipling, es otra historia.
 


Jorge Romero Gil
 


Bibliografia
 


Babylonian Talmud
 

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Bultmann, Rudolf: Historia de la tradición sinóptica, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2000.
 

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Campbell, Joseph: El héroe de las mil caras, Fondo de Cultura Económica, México, 1972
 

Campbell, Joseph: El poder del mito, Emecé Editores, Barcelona, 1991
 

Celso: El verdadero discurso contra los cristianos, Alianza Editorial, Madrid
 

Fatás Cabeza, Guillermo: “¿Se preocupó el Imperio Romano de la desaparición del cuerpo de Jesús?”, Historia y Vida, página 81, 1977
 

Josefo, Flavio: Las antigüedades de los judíos
 

Josefo, Flavio: Guerra Judía, Editorial Gredos, Madrid, 2002
 

Hruby, K.: Les Chrétiens et le Christianisme dans les documents de la littérature rabbinique ancienne
 

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Mead, G. R. S.: Las historias del Jesús ben Stada del Talmud
 

Tácito, Cayo Cornelio: Anales del Imperio Romano, Editorial Sarpe

Teja, Ramón: El cristianismo primitivo en la sociedad romana, Editorial Itsmo, Madrid, 1990
 

Vidal Manzanares, César: Los evangelios gnósticos, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1991
 

Vidal Manzanares, César: El documento Q, Editorial Planeta, Barcelona, 2005.




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