La fuente “Q” no entra dentro de la categoría de los mundos posibles sino de los necesarios, es condición “sine qua non” para la existencia de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, también llamados sinópticos por provenir de un mismo referente, este referente es “Q”. Referente perdido y, supuestamente, contemporáneo o casi a lo que se dice relatado en esos evangelios, Dicha fuente pudo ser oral, escrita, o un conjunto de ambas opciones, y atendería más a un formato de dichos sapienciales que a uno narrativo como es el de los evangelios.
Fuera de “Q” -y muy cerca del gnosticismo- queda el evangelio de Juan, cuya estructura y contenido es bastante diferente a la de sus otros colegas canónicos, tanto es así que en su “Adversus haereses” Ireneo de Lyon tuvo que emplearse a fondo para reivindicar la “cristiandad” de dicho evangelio, utilizado ampliamente -con exégesis incluida- por grupos gnósticos cristianos -de su propia versión del cristianismo- como los valentinianos.
La Formación de los evangelios
Esta cuestión ha sido ampliamente tratada por investigadores y teólogos alemanes bajo el nombre de “formgeschichte”. Al parecer la primera manera de difundir el mensaje evangélico es oral, luego, nos hallamos ante una inicial tradición oral -aunque sea de breve duración comparada con otras-. Su transformación en elemento literario se debe, sobre todo, al deseo de dotarles de una carácter más didáctico para su audiencia y de unificar criterios de exposición, que ayudasen y corroborasen la exposición oral.
Ya los relatos utilizados por los primeros predicadores cristianos presentan una estructura común o, cuando menos, identificable a partir de bloques temáticos, así nos encontramos:
a) los dichos de Jesús, que pueden aparecer como exposiciones sapienciales, o bien revestidos de controversias, milagros o episodios que enriquezca su atractivo, pero el centro de atención es la sentencia,
b) milagros, aquí es el fenómeno extraordinario en sí lo que se desea destacar, cualquier elemento narrativo estará al servicio de lo fenomenológico,
c) contenidos biográficos o datos personales, la finalidad en esta ocasión es presentar las “cartas credenciales” del personaje de Jesús de Nazaret
d) sumarios y transiciones, son fases en los que el relato hace un compendio o un resumen de lo anterior o de parte de lo anterior: episodios ejemplares, milagros, dichos sapienciales, sucesos personales de Jesús, etc.
De la oralidad a lo escrito
Todo esto, en principio, como se ha dicho, se transmitía oralmente a modo de mensaje, este tipo de transmisión se llama “kerigma”.
La palabra "kerigma" es griega y significa realizar labores de emisario, digamos que comunicar un mensaje
Normalmente con este término se define a la primera predicación cristiana que se iniciaría poco después de la supuesta muerte de Jesús de Nazaret. En ese sentido, por ejemplo, "Q" o bien sería un "kerigma" o bien estaría formado por ellos.
En la búsqueda del Jesús histórico primero se desechó todo material que se consideraba propio de tal género -por una sencilla razón: era material “post morten”-. Una vez visto que, a partir de aquí no se obtenía absolutamente nada -por otra sencilla razón: todo material acerca del personaje de Jesús de Nazaret es “post morten” a su teórica crucifixión-, se hizo lo contrario: acudir a lo más primitivo, luego, a todo el material que se podía entender como "kerigma".
En su paso al escrito se tuvo que adaptar el credo expuesto a las circunstancias de los destinatarios u oyentes, influyendo desde las necesidades propias de la predicación hasta la apologética, la formulación doctrinal y, también la litúrgica -por ejemplo, el episodio de la Última Cena.-.
Esta elaboración irá dando paso a colecciones extensas de textos que serán la base sobre la que se levantarán los evangelios. De una de estás colecciones, más su complemento oral correspondiente, es de donde se supone que surge “Q”, o, mejor dicho, que es “Q”.
La fuente “Q”
Las relaciones y coincidencias entre los textos de Mateo, Marcos y Lucas, llevaron a la cuestión de los sinópticos, esto es, textos que procedían de un mismo texto anterior -repetimos que de este asunto se excluye el texto de Juan-, biblistas e investigadores, principalmente anglosajones y alemanes, apoyaron la tesis que el texto de Marcos debía aproximarse más a ese original y que Mateo y Lucas se apoyaban en Marcos. Digamos que, según esto, Marcos no sería “Q” sino “Q1”o “sub-Q”, siendo Mateo y Lucas adaptaciones de Marcos, pero en ningún caso Marcos sería, tampoco “Q”. En cualquier caso, ese fondo común sería “Q” (del alemán “quelle” o “fuente”, al que podría añadirse, para el caso del evangelio de Lucas, otras fuentes aún más desconocidas -es decir más intuidas, porque “Q” se intuye pero no se conoce- que la propia fuente “Q”.
En general para referirse a este origen primigenio y común pasó a usarse el nombre de Quelle (“fuente” en alemán) o, abreviando, el nombre de Q, que se generaliza a partir de su uso J. Weiss en 1890 y denominación por la cual se le conoce actualmente. La opinión mayoritaria es que Q es un texto que se escribió originariamente en griego. Idioma, por lo demás, en el que, curiosamente, se confeccionó la totalidad del Nuevo Testamento.
“Q” y otros textos”
Para añadir mayor variedad -y tal vez confusionismo- al tema,. en 1897 se publican unos fragmentos griegos, los papiros de Oxirrinco (Egipto), de una colección de dichos atribuidos a Jesús. Y, también en Egipto, posteriormente aparece en 1945 la llamada “Biblioteca de Nag-Hammadi”, que es un códice en copto con numerosos textos completos en el que aparece, también el apócrifo de Tomás, pero que...son textos gnósticos, es decir, no cristianos en el sentido tradicional del termino aunque usen la figura de Jesús y aseguren que dijo o hizo tal o cual cosa.
Sea como sea, la aparición de estos textos, cuyo género literario es básica -aunque no únicamente- el de una recopilación de textos sapienciales parece indicar -aunque ya lo indicaba Juan- que la fuente Q no es la única y primigenia en sentido estricto, sino que puede ser una obra más entre otras de un género literario, común en la primitiva literatura cristiana. Lo que sí es “Q” -según quienes sostienen esa hipótesis- es la obra primigenia sobre la cual se levantan los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
Los problemas de Q y las aventuras deconstructivas y reconstructivas
Fuera de “Q” -y muy cerca del gnosticismo- queda el evangelio de Juan, cuya estructura y contenido es bastante diferente a la de sus otros colegas canónicos, tanto es así que en su “Adversus haereses” Ireneo de Lyon tuvo que emplearse a fondo para reivindicar la “cristiandad” de dicho evangelio, utilizado ampliamente -con exégesis incluida- por grupos gnósticos cristianos -de su propia versión del cristianismo- como los valentinianos.
La Formación de los evangelios
Esta cuestión ha sido ampliamente tratada por investigadores y teólogos alemanes bajo el nombre de “formgeschichte”. Al parecer la primera manera de difundir el mensaje evangélico es oral, luego, nos hallamos ante una inicial tradición oral -aunque sea de breve duración comparada con otras-. Su transformación en elemento literario se debe, sobre todo, al deseo de dotarles de una carácter más didáctico para su audiencia y de unificar criterios de exposición, que ayudasen y corroborasen la exposición oral.
Ya los relatos utilizados por los primeros predicadores cristianos presentan una estructura común o, cuando menos, identificable a partir de bloques temáticos, así nos encontramos:
a) los dichos de Jesús, que pueden aparecer como exposiciones sapienciales, o bien revestidos de controversias, milagros o episodios que enriquezca su atractivo, pero el centro de atención es la sentencia,
b) milagros, aquí es el fenómeno extraordinario en sí lo que se desea destacar, cualquier elemento narrativo estará al servicio de lo fenomenológico,
c) contenidos biográficos o datos personales, la finalidad en esta ocasión es presentar las “cartas credenciales” del personaje de Jesús de Nazaret
d) sumarios y transiciones, son fases en los que el relato hace un compendio o un resumen de lo anterior o de parte de lo anterior: episodios ejemplares, milagros, dichos sapienciales, sucesos personales de Jesús, etc.
De la oralidad a lo escrito
Todo esto, en principio, como se ha dicho, se transmitía oralmente a modo de mensaje, este tipo de transmisión se llama “kerigma”.
La palabra "kerigma" es griega y significa realizar labores de emisario, digamos que comunicar un mensaje
Normalmente con este término se define a la primera predicación cristiana que se iniciaría poco después de la supuesta muerte de Jesús de Nazaret. En ese sentido, por ejemplo, "Q" o bien sería un "kerigma" o bien estaría formado por ellos.
En la búsqueda del Jesús histórico primero se desechó todo material que se consideraba propio de tal género -por una sencilla razón: era material “post morten”-. Una vez visto que, a partir de aquí no se obtenía absolutamente nada -por otra sencilla razón: todo material acerca del personaje de Jesús de Nazaret es “post morten” a su teórica crucifixión-, se hizo lo contrario: acudir a lo más primitivo, luego, a todo el material que se podía entender como "kerigma".
En su paso al escrito se tuvo que adaptar el credo expuesto a las circunstancias de los destinatarios u oyentes, influyendo desde las necesidades propias de la predicación hasta la apologética, la formulación doctrinal y, también la litúrgica -por ejemplo, el episodio de la Última Cena.-.
Esta elaboración irá dando paso a colecciones extensas de textos que serán la base sobre la que se levantarán los evangelios. De una de estás colecciones, más su complemento oral correspondiente, es de donde se supone que surge “Q”, o, mejor dicho, que es “Q”.
La fuente “Q”
Las relaciones y coincidencias entre los textos de Mateo, Marcos y Lucas, llevaron a la cuestión de los sinópticos, esto es, textos que procedían de un mismo texto anterior -repetimos que de este asunto se excluye el texto de Juan-, biblistas e investigadores, principalmente anglosajones y alemanes, apoyaron la tesis que el texto de Marcos debía aproximarse más a ese original y que Mateo y Lucas se apoyaban en Marcos. Digamos que, según esto, Marcos no sería “Q” sino “Q1”o “sub-Q”, siendo Mateo y Lucas adaptaciones de Marcos, pero en ningún caso Marcos sería, tampoco “Q”. En cualquier caso, ese fondo común sería “Q” (del alemán “quelle” o “fuente”, al que podría añadirse, para el caso del evangelio de Lucas, otras fuentes aún más desconocidas -es decir más intuidas, porque “Q” se intuye pero no se conoce- que la propia fuente “Q”.
En general para referirse a este origen primigenio y común pasó a usarse el nombre de Quelle (“fuente” en alemán) o, abreviando, el nombre de Q, que se generaliza a partir de su uso J. Weiss en 1890 y denominación por la cual se le conoce actualmente. La opinión mayoritaria es que Q es un texto que se escribió originariamente en griego. Idioma, por lo demás, en el que, curiosamente, se confeccionó la totalidad del Nuevo Testamento.
“Q” y otros textos”
Para añadir mayor variedad -y tal vez confusionismo- al tema,. en 1897 se publican unos fragmentos griegos, los papiros de Oxirrinco (Egipto), de una colección de dichos atribuidos a Jesús. Y, también en Egipto, posteriormente aparece en 1945 la llamada “Biblioteca de Nag-Hammadi”, que es un códice en copto con numerosos textos completos en el que aparece, también el apócrifo de Tomás, pero que...son textos gnósticos, es decir, no cristianos en el sentido tradicional del termino aunque usen la figura de Jesús y aseguren que dijo o hizo tal o cual cosa.
Sea como sea, la aparición de estos textos, cuyo género literario es básica -aunque no únicamente- el de una recopilación de textos sapienciales parece indicar -aunque ya lo indicaba Juan- que la fuente Q no es la única y primigenia en sentido estricto, sino que puede ser una obra más entre otras de un género literario, común en la primitiva literatura cristiana. Lo que sí es “Q” -según quienes sostienen esa hipótesis- es la obra primigenia sobre la cual se levantan los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
Los problemas de Q y las aventuras deconstructivas y reconstructivas
El mayor problema y argumento contra "Q" es su carácter hipotético y reconstructivo. Ya mencionábamos al principio que "Q" no era un "mundo posible" sino un mundo o condición necesaria para explicar los sinópticos, pero su problema es que es una condición, no un documento material, en ese sentido no pasa de ser hipótesis aunque parezca ineludible, pero no debemos perder de vista dicho carácter hipotético y caer en la tentación de convertirlo en axioma -muy dada en la formulación de algunas interpretaciones históricas-. Así, los investigadores católicos normalmente intentan explicar el problema sinóptico por contactos literarios mutuos entre los textos existentes, antes que recurrir a un documento hipotético, su problema es que no han logrado explicarlo o, al menos, no de manera satisfactoria, por lo cual el documento hipotético sigue siendo condición necesaria.
Lo más metodológicamente estricto hubiera sido quedarse ahí, es decir, señalar el problema sinóptico y la hipótesis Q. Ahora bien, resulta que ha habido aventuras deconstructivas de los sinópticos y después reconstructivas -desde dicha deconstrucción- de “Q”, quienes las han hecho se han quedado además muy ufanos, afirmando que habían reconstruido “Q” -cosa harto difícil teniendo en cuenta que si damos por valida o imprescindible su existencia, hemos de dar por valida, también, su desaparición-.
El método es relativamente sencillo -lo que no significa que no sea laborioso-, explicado a grandes rasgos, se procede a una “dissémination” de los textos de Mateo, Marcos y Lucas y, a partir, de la resultante, se desechan los materiales no estructurales de los mismos y... se dice que eso es “Q”.
Obviamente la “hipoteticidad” y “acientifidad” de tales métodos resultan visibles a simple vista, seguro que también se puede hacer eso entre “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo” de Alejandro Dumas, no por ello tendríamos “la novela original”, tan sólo tendríamos una amalgama de fragmentos aparentemente coincidentes o encajables, Dicho de otra manera: la “deconstrucción/reconstrucción” de los sinópticos no nos da “Q”, nos da un ejercicio deconstructivo -además, un magnífico ejemplo de lo que dice Derrida respecto a la no originalidad de sentidos- y, en cuanto a “Quelle” nos da...el monstruo de Frankenstein.
Las reconstrucciones de Q
Pero no pensemos que tal aventura no se ha realizado, por el contrario, se ha hecho y alegremente, cabe citar entre otros autores -que, además, dan por buena y segura su reconstrucción, vaya, que hasta parecen prescindir de la esencia hipotética de “Q”- a A. von Harnack, J.Smichd. T. W. Manson, A. Polag y, en castellano, a César Vidal Manzanares, quién, pese a reconocer en su texto la imposibilidad de una reconstrucción sobre algo hipotético, da por buena “mayoritariamente” su aportación y la de sus predecesores:
“Aunque ninguna reconstrucción -incluyendo la propia- coincide en un ciento por ciento, sí existe un amplio consenso en la inmensa mayoría de los aspectos. Igual puede decirse de la presente” (César Vidal Manzanares, “El Documento Q”, pág. 14, Editorial Planeta, Barcelona, 2005)
El pequeño problema de estas actuaciones metodológicas -o, más bien, antimetodológicas- es que no proceden a reconstruir nada, lo que hacen es construir algo a partir de una hipótesis que es condición necesaria para explicar los sinópticos pero... no tenemos material de esa hipótesis sobre el que reconstruir nada, sólo tenemos la necesidad de la misma. Ergo, todo lo que puede hacerse es construirse sobre el vacío y eso es lo que hacen todos los “reconstructores” de “Q”, construir sobre el vacío que crean en los sinópticos al deconstruirlos y sobre el vacío de una hipótesis necesaria pero... ausente de material real que la sostenga -es una hipótesis absolutamente instrumental, de trabajo-.
El método histórico y la fiabilidad de lo que se dice
En primer lugar tal vez sea conveniente dejar claro cual es la base del método histórico, es decir, de aquello que convierte a la Historia en una disciplina académica y científica, dentro del campo de las Ciencias Sociales.
Cualquier fuente documental es un dato en sí mismo, en ese sentido la totalidad de las fuentes cristianas son datos y documentos, como lo es la historiografía senatorial romana, la epopeya de Gilgamesh, o la Iliada o la Odisea de Homero.
Pondremos un ejemplo, la historiografía senatorial romana es parcial siempre, habla bien de los emperadores que favorecieron o actuaron acorde lo que deseaba el Senado y mal o muy mal de aquellos otros que no le favorecieron, o bien porque se apoyaron en el “populus” –como Nerón- o en el ejército –como Septimio Severo-.
Por eso debe insistirse en que no puede tomarse de ninguna manera como fuente imparcial, fidedigna y verosímil las fuentes cristianas, por el sencillo motivo de que son parciales y su objetivo es apologético, y si se ha de sacrificar la verdad en aras de la apología pues…se sacrifica –véase a Eusebio de Cesarea y sus “arreglos”, o cosas más delirantes como la “Carta de Léntulo” o el “Ciclo de Pilatos”-.
La fiabilidad histórica de las fuentes documentales
Al abordar una serie de documentos o fuentes históricas, en relación a un supuesto concreto, existen unos pasos fundamentales que se han de observar, caso contrario el análisis crítico resulta imposible, podemos resumirlos en seis puntos, puntos que reflejan una situación ideal:
1ª.- Hay muchas, cuantas más haya mejor, de manera que se pueden comparar entre sí y cotejar los resultados.
2º.- Unas y otras son contemporáneas o muy cercanas al supuesto estudiado, eso hace menos probable que estén contaminadas por leyendas, rumores, mitificaciones, exageraciones y, en definitiva, todo aquello que se la va añadiendo a algo cuando de por medio pasa tiempo, no digamos ya si interviene la tradición oral.
3º.- Su composición es diferente e independiente entre sí, digamos que los autores de los diferentes documentos no hayan tenido la posibilidad de ponerse de acuerdo para confeccionarlos.
4º.- Que sus contenidos no se contradigan en todo o en parte, eso sería un indicador de que una o todas ellas no son erróneas, digamos que es un indicador de verosimilitud. Indicador que adquiere mayor credibilidad cuanto más independientes –y, por tanto, menos contaminadas- sean las fuentes entre sí.
5º.- Coherencia interna en el documento o documentos. Eso es otro indicador de la preocupación del autor por la fiabilidad del contenido, de lo relatado.
6º.- Que no sean tendenciosas o parciales respecto al asunto contemplado –aquello que deseamos analizar-. Que tengan una imparcialidad mínima y una tendencia a la objetividad que asegure o que haga más creíble que no se han manipulado datos o se han interpolado versiones falsas de manera que el relato no es objetivo sino que se ha puesto al servicio de un objetivo, Igualmente se precisaría que no suprimiesen datos significativos.
Ese es el escenario ideal ante un documento histórico y ese es…el escenario que nunca se da, no al menso al cien por cien, pero hay grados y grados, veamos ahora cual es el grado de fiabilidad de las fuentes históricas sobre Jesús de Nazaret.
La fiabilidad histórica de las fuentes documentales sobre Jesús de Nazaret
En el caso que nos ocupa y respecto al punto "uno", las fuentes no son numerosas... fuera de las propias apologéticas cristianas. Aunque puede compararse las que hay entre sí. Sucede que el cristianismo, consciente de lo escaso de las "fuentes externas" respecto a ese tema, intenta y ha intentado hacer creer que hay mayor evidencia externa que la realmente existente.
El punto "dos", en el mejor de los casos muy relativa esa cercanía. Por no haber cercanía no la hay ni en lo temporal, ni en lo territorial ni... en el asunto específico -demasiado insignificante en el momento en el que sucedieron los supuesto acontecimientos para que nadie se tomase la molestia de anotarlos-.
El punto "tres", muy independientes no son los textos apologéticos entre sí, al menos en cuanto a su finalidad, si se da por buena la "fuente Q" aún lo serían menos entre sí los sinópticos, puesto que procederían de una misma fuente o compilación de datos no de fuentes diversas coincidentes, es más, es a partir de "Q" que se pretende explicar las diferencias o disimilitudes entre los textos sinópticos. Dicho de otra manera: esos textos no sólo no serían independientes sino que no podrían confirmar nada entre sí, por el contrario sus diferencias vendrían dadas a partir de distintas "interpretatio" de "Q". Respecto a las fuentes externas y no apologéticas del cristianismo –como las romanas-, resulta que... no confirman nada -más allá de la existencia del cristianismo y de una más que borrosa figura a partir de la cual se generó-. Eso por una parte, por otra resulta que en ocasiones esas fuentes externas son tan poco neutrales como las apologéticas, son otra cosa: polémicas -Celso mismo lo es, las referencias del Talmud, escasísimas y oscuras, también lo son-.
El punto “cuatro”, se contradicen muchísimo entre sí, tanto los textos cristianos como los externos -de hecho, el Talmud, por ejemplo, parece referirse a "varios" "Jesuses", ibidem por lo que hace a Josefo, en cuyos textos aparecen al menos dos personajes que comparten ciertas características del Mesías del cristianismo-.
El punto “cinco”, respecto a la preocupación por la "fiabilidad" hay que relativizarla en cualquier texto antiguo, no existe pretensión de "objetividad" en esos autores, ni tan siquiera "tendencial", existe siempre pretensión de defender o mostrar una u otra "subjetividad". "Coherencia interna" si nos ceñimos a los evangelios... depende, depende de dónde la busquemos y a que nos refiramos con ello, doctrinalmente, aún así mucho depende de la "interpretatio"... de la doctrina, a las diferentes ramas del cristianismo me remito.
El punto “seis”, la tendenciosidad en este tema es global y absoluta por todos lados y en todas las fuentes. Tal vez las menos sean las escasas referencias romanas de los siglos I y II de la era común, aunque siempre son frías y despreciativas respecto al cristianismo.
Ese es el panorama ante el que nos enfrentamos en la totalidad de la documentación histórica, no ya sobre Jesús de Nazaret sino sobre el cristianismo primitivo.
Jorge Romero Gil
Bibliografía
Biblia de Jerusalén, Edición en castellano de 1976
Bultmann, Rudolf: Historia de la tradición sinóptica, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2000.
Bultmann, Rudolf: Jesucristo y la mitología, Ediciones Ariel.
Bultmann, Rudolf: Teología del Nuevo Testamento, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1981.
Campbell, Joseph: El héroe de las mil caras, Fondo de Cultura Económica, México, 1972
Campbell, Joseph: El poder del mito, Emecé Editores, Barcelona, 1991
Ireneo de Lyon: Contra los herejes, Editorial Gredos, Madrid, 2002
Mead, G. R. S.: Las historias del Jesús ben Stada del Talmud
Vidal Manzanares, César: Los evangelios gnósticos, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1991
Vidal Manzanares, César: El documento Q, Editorial Planeta, Barcelona, 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario